La respuesta fue instantánea, pero no tuvo nada que ver con la esencia de las inquietudes de Trott. “Dave, tienes que saber que alguien ya le ha dicho a la Casa Blanca lo que tú dijiste”, recordó que le dijo un compañero. “Prepárate para una oleada de tuits”.
Trott captó el mensaje: desafiar a Trump es provocar la furia del presidente, el ostracismo dentro del partido y un final prematuro a su carrera en la política republicana. Trott decidió no buscar la reelección en su distrito suburbano de Detroit, al llegar a la conclusión de que contender como un republicano anti-Trump era insostenible, y al unirse a muchos demócratas que han abandonado el Congreso, con lo cual, quienes permanecen en él le son más leales que nunca al presidente.
“Si todavía estuviera ahí y me manifestara contra el presidente, ¿qué me sucedería?”, dijo Trott antes de contestar su propia pregunta: Trump hubiera arremetido contra los líderes republicanos de la Cámara Baja y los hubiera presionado para que lo castigaran.
Tan solo menos de cuatro años después de que comenzó su control sobre un partido con el que tenía poco contacto, Trump entra al 2020 abrumado con la ignominia de ser el primer presidente en funciones en buscar una reelección tras haber sido impugnado.
No obstante, lo hace llevando una armadura construida con una lealtad total de los activistas del Partido Republicano y sus representantes en el Congreso. Aunque no goza de la amplia admiración que los republicanos le brindaron a Ronald Reagan, es más temido por los legisladores de su partido que cualquier ocupante del Despacho Oval desde por lo menos Lyndon Johnson.
Su puño de hierro nunca fue más firme que en los dos últimos meses, durante el proceso de la Cámara de Representantes que el 18 de diciembre concluyó con el juicio político de Trump bajo los cargos de abuso de poder y obstrucción del Congreso. Ningún republicano de la Cámara Baja respaldó ninguno de los artículos, ni siquiera autorizaron la investigación en septiembre, y en una audiencia tras otra relacionada con los tratos del presidente con Ucrania, lo defendieron como una víctima del fervor partidista. Un republicano dijo incluso que Jesús había recibido un trato más justo antes de su crucifixión del que había recibido Trump durante su proceso de destitución.
Tal vez lo más revelador es que algunos legisladores del Partido Republicano que al principio dijeron que la llamada telefónica de Trump con el presidente de Ucrania era inadecuada posteriormente dejaron de lado sus críticas. La gente cercana a Trump atribuyó este cambio a su defensa pública de la llamada como “perfecta” y a los debates privados que él y sus aliados sostuvieron con los legisladores en cuestión.
Esta lealtad difícilmente garantiza la reelección de Trump: nunca ha obtenido un índice de aprobación del 50 por ciento como presidente y más de la mitad de los votantes le dicen a los encuestadores que votarán en su contra sin importar a quién nominen los demócratas.
No obstante, en este momento, la unidad codo con codo contrasta con los demócratas, con su polémica elección primaria de moderados contra liberales totalmente manifiesta en el debate de la noche del 19 de diciembre. Además, todavía es más asombrosa debido a los desvíos de Trump de la ortodoxia ancestral del partido sobre temas como la política exterior y los aranceles.
“Tiene una conexión total con el votante republicano promedio y eso le ha proporcionado poder político”, dijo el representante republicano de Carolina del Norte, Patrick McHenry, quien añadió: “Trump ha tocado las fibras más sensibles de mi base conservadora como nadie lo ha hecho en mi vida”.
Las entrevistas con legisladores republicanos actuales y anteriores, así como con estrategas del partido, muchos de los cuales solicitaron el anonimato para no contrariar públicamente al presidente, indican que muchos funcionarios electos en efecto se enfrentan a dos alternativas. Pueden votar con los pies al retirarse… y un significativo 40 por ciento de los miembros republicanos de Congreso lo han hecho o han sido derrotados en las urnas desde que Trump asumió el poder.
O bien, pueden silenciar sus críticas hacia él. Todos los incentivos que determinan el comportamiento político —con votantes, donantes y medios de comunicación— obligan a los republicanos a reverenciar a Trump si desean sobrevivir.
Sentado en un hotel adornado con guirnaldas de su antiguo distrito, Trott dijo que no quería buscar la reelección “como trumpista”, y que sabía que tenía poco futuro en el partido como opositor al presidente.
Señaló que no hay mercado para la independencia. La divergencia del trumpismo nunca será lo suficientemente buena para los demócratas; Trump te atacará dentro del Partido Republicano, añadió Trott, y los votantes en extinción del centro político nunca tendrán la oportunidad de premiarte porque no tendrías buenos resultados en una elección primaria. Eso estará garantizado en parte por el manejo del megáfono que tiene el presidente con los medios informativos conservadores.
“Trump no es apto emocional, intelectual y psicológicamente para el cargo, y estoy seguro de que muchos republicanos sienten lo mismo”, afirmó Trott. “Pero si lo manifiestan, será abrumador el bombardeo en las redes sociales”. Añadió que estaría abierto a la candidatura presidencial del exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.
Por otra parte, Trump otorga recompensas a quienes muestran lealtad—un tuit favorable, o una visita presidencial a su estado— y su mano dura ha asegurado la victoria para muchos candidatos republicanos en sus elecciones primarias. Esto incluye al gobernador de Florida, Ron DeSantis, quien apareció en Fox News tantas veces como fue posible para captar la atención del presidente.
La representante Elise Stefanik aplaude desde un distrito del norte de Nueva York que se llevó el presidente por catorce puntos, pero no había dudado con anterioridad en hacerlo a su manera.
“Tengo uno de los historiales más independientes en la Cámara Baja”, señaló Stefanik. “Y he criticado al presidente y votado de manera contraria a él”.
Sin embargo, después de que criticó categóricamente las audiencias del juicio político y fue objeto de ataque por parte de George Conway, el esposo anti-Trump de la asesora de la Casa Blanca, Kellyanne Conway, agradeció la aceptación del presidente, de su familia y de los medios informativos aliados, como la del conductor de Fox News, Sean Hannity… y los donativos a la campaña que llegaron a raudales.
Stefanik dijo que se oponía al juicio político porque los demócratas no pudieron plantear una acusación convincente. Pero dijo que ni siquiera hubiera votado para censurar al presidente y que su principal motivación era “apoyar a mi distrito”.
Además, observó Stefanik, desde su voto en contra había recibido “las llamadas más positivas desde que asumí el cargo”.
Los legisladores que no buscan la reelección a menudo son los más francos sobre la devoción servil que genera Trump en los votantes… y la presión que ejerce sobre ellos.
“Los funcionarios tienen que rendir cuentas y yo no creo que ningún sistema gubernamental funcione bien con una lealtad ciega sin motivo”, dijo la representante de Florida Francis Rooney, que anunció su intención de retirarse a hace unos meses tras criticar a Trump por su comportamiento con Ucrania y sufrir un revés inmediato.
Al final, Rooney votó en contra del juicio político, pero le dijo a sus compañeros que no se sentía bien al respecto. Al recordar su aparición posterior en un canal de televisión de Florida, Rooney dijo: “Me entrevistaron después de la votación y luego entrevistaron a una de esas mujeres republicanas de Cabo Coral que dijo: ‘Ya es momento de que se dieran cuenta de que es un gran engaño de los medios’. ¿Cómo discutimos con eso? ¿Cómo razonamos con eso?”.