Lo de J. Lo fue un robo; lo de las latinas fue un robo

Lo de J. Lo fue un robo; lo de las latinas fue un robo
Jennifer López

Jennifer López no fue nominada al premio Oscar por una de las mejores actuaciones de su carrera en “estafadoras de wall street”. Este desaire enfatiza un problema más grande con la representación de los latinos en Hollywood.

Por su actuación como una emprendedora bailarina exótica en “Estafadoras de Wall Street”, la película de Lorene Scafaria, la cantante y actriz obtuvo algunos de los mejores elogios de su carrera. Se organizó una fuerte campaña durante la temporada de premios, y la honraron con una serie de nominaciones y victorias entre los círculos de los críticos de cine a fines del año pasado. Parecía que se estaba generando el impulso para que lograra una nominación en la categoría de mejor actriz de reparto en los Premios Oscar, y durante la temporada de premios la mayoría de los expertos pronosticaban que Lopez tenía altas probabilidades de aparecer en esa categoría.

Sin embargo, el nombre de Lopez no estuvo entre los que se anunciaron el 13 de enero durante la revelación de las nominaciones al Oscar. La extrema decepción que siento es doble.

Aunque el antecedente de la academia como medida de excelencia artística es debatible, su prestigio cultural es innegable. Una nominación para Lopez habría consolidado su legado como actriz, más de 25 años después de su papel revelación en “Selena”.

Resulta aún más desalentador lo que este desaire implica para la representación de los latinos de manera más general: Lopez era la única actriz latina con una verdadera oportunidad de reconocimiento en las principales categorías este año y parecía cargar sobre sus hombros gran parte de la responsabilidad de evitar otra ceremonia de los Premios Oscar con una mayoría abrumadora de nominados blancos (#OscarsSoWhite). (Les recordamos amablemente que Antonio Banderas, nacido en España, quien obtuvo una merecida nominación en la categoría de mejor actor por “Dolor y gloria”, no es latino).

La ausencia de representación latina es un asunto que se ha vivido desde hace tiempo en la Academia. Si la hubieran nominado, Lopez habría sido la primera actriz latina estadounidense destacada por la academia desde Rosie Perez, que obtuvo una nominación como mejor actriz de reparto en 1994 por “Sin miedo a la vida”. La magnitud de esta brecha de un cuarto de siglo podría ser difícil de entender en un principio, pues la industria del entretenimiento suele agrupar a los latinos nacidos en Estados Unidos, los latinoestadounidenses y los hispanos en una misma entidad monolítica, por lo que sus números aumentan de manera poco precisa en estudios sobre la diversidad que tienen las mejores intenciones.

En efecto, el gran total de actores latinoestadounidenses que han sido nominados a los galardones más importantes de la actuación cinematográfica es de cuatro: además de Perez, incluyen a Rita Moreno (que ganó en 1962), José Ferrer (ganador en 1951) y Edward James Olmos (nominado en 1989).

Si solo se considerara a los latinos nacidos en Estados Unidos en las investigaciones de datos enfocadas en la diversidad en las producciones de estudio y los tipos de papeles que les han ofrecido, decir que los resultados son lamentables sería un eufemismo. Además, también está el hecho de que ningún cineasta latinoestadounidense ha sido nominado en la categoría del Oscar al mejor director, en parte porque rara vez son considerados para dirigir las películas de “prestigio” que generalmente prefieren los votantes del Oscar.

Es evidente que una ilusión de inclusión en relación con las personas latinas permeó a Hollywood a lo largo de la última década. Directores mexicanos fuertemente galardonados como Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro —ahora llamados los Tres Amigos— han servido como una sutura débil en una industria que anuncia sus logros como prueba de que cualquiera que coincida con su idea de la comunidad latina está siendo celebrado.

“Roma” de Cuarón, una colosal película latinoamericana respaldada por Netflix, se llevó tres premios en la ceremonia del año pasado. Siguió de cerca a “Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia” y “El renacido” de Iñárritu, “La forma del agua” de Del Toro y “Gravedad” de Cuarón; todas recibieron grandísimos honores por parte de la academia. Se construyó una narrativa de representación latina importante, una que no reconoce la manera en que esa representación no se ha traducido en la pantalla ni siquiera en obras creadas por cineastas latinoamericanos. (Además de “Roma”, que está ambientada en México con diálogos en español, las otras películas fueron protagonizadas por actores como Sandra Bullock, Leonardo DiCaprio y Michael Keaton). Además, los creadores latinoestadounidenses prácticamente han sido eliminados tanto en la pantalla como detrás de cámaras.

Este año, sin ninguno de los hombres de ese trío de cineastas sobresalientes, ha desaparecido ese espejismo de avance colectivo. Aunque el cinematógrafo mexicano Rodrigo Prieto recibió su tercera nominación por “El irlandés”, y la cineasta brasileña Petra Costa fue nominada por su documental “Al filo de la democracia”, parecen poca consolación. El desaire que enfrenta Lopez debería mostrarles a los expertos y a otros observadores lo descarada que es esta exclusión, no solo del glamur de la alfombra roja, sino, de manera más alarmante, de la industria cinematográfica en general.

Un buen comienzo en el camino para reformar esta realidad atroz es que más personas con altos puestos se vuelvan conscientes de que las personas latinoestadounidenses y latinoamericanas no logran tener las mismas oportunidades, y que sus historias, aunque están relacionadas, no son las mismas.

Las pocas actrices latinoamericanas que recientemente han sido nominadas en las categorías de actuación han presentado actuaciones monumentales interpretando personajes que exponen tropos conocidos: la mexicana Adriana Barraza en “Babel” como una niñera que cruza la frontera y termina por ser deportada; la colombiana Catalina Sandino Moreno en “María, llena eres de gracia” como mula del narcotráfico; y, más recientemente, Yalitza Aparicio en “Roma” como una trabajadora del hogar en la casa de una familia de clase media alta en Ciudad de México en la década de 1970.

Lo notable sobre la actuación de Lopez es que no se apega a las expectativas preconcebidas y los lugares comunes sobre cómo es una mujer latina, específicamente una nacida y criada en Estados Unidos.

En una entrevista reciente con Variety, Lopez recordó los prejuicios limitantes que afectaban los empleos que le ofrecían cuando comenzó su carrera. “Quizá hace 30 años, me decían mucho: ‘Ah, eres la chica latina’”, comentó. “Harás papeles en español; interpretarás papeles de criadas; quedarás encasillada’”.

Los personajes que son evidentemente latinos, pero son representados más allá de su identidad cultural no son comunes. En varios de los primeros papeles de Lopez, a menudo interpretó a mujeres que presumiblemente podrían ser presentados como personas blancas. No obstante, como Ramona en “Estafadoras de Wall Street”, no tiene que borrar su etnicidad. Ramona no es un estereotipo latino. No tiene diálogos en español ni se hacen referencias a su abuela ni al hecho de que es nuyorricana.

Sin embargo, las pistas están ahí; su apellido es Vega y Emma Batiz, la actriz que interpreta a su hija en la película, también es latina. Desde luego, por encima de todo, se trata de J. Lo en un papel que nació para interpretar, un rol que muestra sus fortalezas, mientras también le permite convertirse en esa fuerza de la naturaleza que no siempre ha visto en sí misma.

“Siempre he sido toda una romántica y me he enfocado mucho en tener una relación, pero el papel de esta mujer es totalmente lo opuesto”, le dijo a A. O. Scott en una entrevista para The New York Times Magazine. “Interpretar ese papel, vivir en sus zapatos, caminar con esos tacones tan altos, bajo esa piel, me hizo darme cuenta de que estoy aquí y soy independiente. Eso debo enseñarle a mi hija, ese aspecto, que puedes ser una mujer independiente”.

Lopez fue la primera actriz que Scafaria consideró para interpretar a Ramona en “Estafadoras de Wall Street” y, a través de la compañía de Lopez, Nuyorican Productions, la actriz fungió como productora de la película. Sin embargo, surgen un par de preguntas: si le ha tomado tanto tiempo a un personaje tan reconocido como Lopez obtener un papel tan sustancioso y perfectamente confeccionado, ¿cuál es el destino de aquellas voces latinas emergentes que no cuentan con esa influencia?

¿Y qué significa que ese tipo de personaje latino —que no es una criada ni una mula de drogas ni una niñera— no sea reconocido por la academia?

Lopez estará bien; su nivel de estrellato y su capacidad de producir sus propios proyectos deberían asegurarle papeles incluso mejores. Sin embargo, aunque la hubieran nominado este año, ninguna persona puede ni debe cargar con toda esa responsabilidad. Es imperativo tener una amplia gama de latinos que incursionen en todo tipo de disciplinas.

Los pioneros y los íconos son importantes —incluso son necesarios como una suerte de faros en los océanos donde los ejemplos a seguir han sido escasos—, pero lo es aún más un cambio fundamental en una industria que sigue apostándole a nuestro dinero como audiencias, pero no a nuestro talento ni a nuestras historias.

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