El principal partido de oposición británico debe poner orden en sus filas: división entre centristas y radicales, tensiones entre partidarios y detractores del Brexit.
Moderado y eurófilo, el abogado Keir Starmer fue designado el sábado nuevo líder del Partido Laborista para suceder a un izquierdista radical, Jeremy Corbyn, en la difícil tarea de reunificar a una formación en crisis tras su catastrófica derrota electoral.
El principal partido de oposición británico debe poner orden en sus filas: división entre centristas y radicales, tensiones entre partidarios y detractores del Brexit, y acusaciones de antisemitismo que provocaron la dimisión de una decena de diputados.
Nada más anunciada su victoria, Starmer, de 57 años, pidió disculpas a la comunidad judía por esta “mancha” que prometió erradicar.
“Arrancaré este veneno de raíz y juzgaré mi éxito por el regreso de los miembros judíos y de aquellos que sintieron que ya no podían apoyarnos”, afirmó.
Casi 600.000 afiliados votaron por correo o en línea desde finales de febrero para elegir al sucesor de Corbyn, que anunció su dimisión tras sufrir en diciembre la peor derrota electoral desde 1935.
Pero mucho antes, el partido se desgarraba internamente por las acusaciones de un antisemitismo que este exsindicalista de 70 años, defensor de la causa palestina, fue acusado de no atajar.
En 2018 Corbyn acabó reconociendo un “problema real” y haber sido “demasiado lento” en imponer sanciones.
Esto no impidió que el gran rabino del Reino Unido y el diario Jewish Chronicle lanzasen un inhabitual llamamiento a no votar por él en diciembre de 2019.
– “Capaz de unificar el partido” –
Las divisiones son tantas que, en opinión del politólogo Steven Fielding de la universidad de Notthingham, “el primer reto (para Starmer) será formar un equipo que al menos parezca capaz de unificar al partido”.
En lo inmediato, su mirada estará puesta en la acción gubernamental ante la pandemia de coronavirus, que en las últimas 24 horas mató a 708 personas, incluido un niño de cinco años con problemas previos de salud.
El primer ministro conservador Boris Johnson felicitó al nuevo líder de la oposición y le invitó a una reunión del ejecutivo sobre el covid-19 la próxima semana.
“En este momento de crisis nacional, el papel de todos los partidos de la oposición debe ser apoyar las medidas contra el coronavirus, al tiempo que se defiende a los más vulnerables con un escrutinio adecuado del gobierno”, afirmó Ed Davey, líder interino del opositor Partido Liberaldemócrata llamando a Starmer a colaborar.
El Partido Laborista nunca ha tenido a una mujer como líder y en esta ocasión las cinco aspirantes cayeron por el camino.
Staimer, con 56% de los votos, se impuso a las otras dos finalistas: Rebecca Long-Bailey, considerada la heredera natural de Corbyn (26%) y Lisa Nandy (18%), ambas de 40 años.
Abogado de derechos humanos en su juventud y responsable en el seno del partido de un Brexit al que siempre se opuso, Starmer era desde el principio el favorito.
Pero tuvo que ganarse el apoyo de los miembros más jóvenes de la formación, que en años recientes llegaron en grandes números atraídos por las propuestas radicales de Corbyn.
Su programa electoral incluía renacionalizar algunos de los servicios públicos privatizados por Magaret Thatcher a partir de 1980: ferrocarriles, agua y correos.
También subir impuestos a los ricos e inyectar miles de millones en la sanidad -debilitada por una década de austeridad que ahora pasa factura-, en el transporte y la educación.
Aun así, perdió decenas de circunscripciones obreras en el norte de Inglaterra frente al Partido Conservador de Johnson, que explotó la indefinición del euroescéptico Corbyn sobre el Brexit.
El influyente grupo de jóvenes corbynianos Momentum recibió el nombramiento de Starmer recordando que apoyó el programa de campaña y “tiene el mandato de construir sobre la visión transformadora de Jeremy”.
“Los oscuros días en que los laboristas aplaudían la privatización, apoyaban guerras ilegales y demonizaban a los inmigrantes ya han pasado”, agregó, distanciando al nuevo líder de otro célebre centrista, el primer ministro Tony Blair (1997-2007) que respaldó a George W. Bush en la guerra de Irak.