Una encuesta Datafolha reveló el lunes que la aprobación del mandatario subió desde diciembre de 30% a 33%, similar a la que tenía hace un año (32%) al cabo de tres meses de gobierno.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro se deshizo de sus dos ministros más populares en plena crisis sanitaria, la Fiscalía investiga si trató de obstruir a la justicia y la economía se hunde, pero nada de ello hace mella en su base de apoyo ultraconservadora en guerra contra “el sistema”.
Una encuesta Datafolha reveló el lunes que la aprobación del mandatario subió desde diciembre de 30% a 33%, similar a la que tenía hace un año (32%) al cabo de tres meses de gobierno.
El porcentaje de quienes consideran su gestión “regular” cayó de 32% a 26% y el de quienes la califican “mala o pésima” subió de 36% a 38%, señala el sondeo telefónico, que presenta un margen de error de tres puntos porcentuales.
La encuesta se realizó con 1.503 interrogados, tres días después de que el exjuez Sergio Moro, emblema de la lucha contra la corrupción para millones de brasileños, renunciara al cargo de ministro de Justicia y acusara a Bolsonaro de tentativas de “interferencia” en investigaciones judiciales.
Una semana antes, Bolsonaro había despedido a su ministro de Salud, el médico Luiz Henrique Mandetta, favorable a medidas de aislamiento para enfrentar la pandemia de coronavirus. El jefe de estado ve en cambio el confinamiento como un “remedio peor que la enfermedad”, por sus consecuencias económicas.
A fines de marzo, afirmó que los brasileños tienen tal nivel de resistencia que no se infectan “ni saltando en aguas cloacales”, en un país donde unos 75 millones de habitantes (35% de la población) carece de servicios de saneamiento.
La apuesta es arriesgada, dado que la Covid-19 ya mató a más de 5.000 personas en Brasil y sigue en curva ascendente.
Su actitud exaspera a miles de brasileños, que protestan con cacerolazos, sobre todo en barrios de clase media y alta.
Pero en barrios populares y en favelas las cacerolas se oyen poco o nada.
Datafolha localiza los mayores índices de reprobación de Bolsonaro entre las personas con estudios superiores (47%) y entre los más ricos, con ingresos por encima de diez salarios mínimos (40%).
– “Antisistema” –
Ninguna de esas polémicas erosionó la base con la que Bolsonaro espera ser reelecto en 2022.
“Tal vez el daño de la salida de Moro aún no esté completamente cuantificado”, pero Bolsonaro fue votado por un electorado que “dijo ‘basta’ al mundo de la centro-izquierda en Brasil”, señala Murilo Aragao, de la consultora de riesgo político Arko Advise.
Para Ivar Hartmann, profesor de Derecho Público en la Fundación Getúlio Vargas (FGV), “Brasil es un país conservador, religioso” y la base de Bolsonaro es movida ante todo por el rechazo visceral hacia el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Algunos empresarios aliados de la primera hora y editorialistas de grandes medios discuten la necesidad de una eventual destitución del presidente.
Pero Bolsonaro usa esa ‘campaña’ para apuntalar su imagen de ‘outsider’, con la que juega también su admirado homólogo estadounidense Donald Trump.
“Estoy luchando contra el sistema, contra el establishment”, alegó el lunes, al replicar a las acusaciones de Moro.
– Guerra entre poderes –
“Si hace 20 o 30 años un grupo de empresarios dejaba de apoyar al gobierno junto a un medio de prensa nacional, eso tenía impacto”, afirma Hartmann.
Pero actualmente existe “un divorcio cada vez mayor entre la población y la prensa, sobre todo de ese tercio de la población que consume noticias de la ‘pseudoprensa'” a través de las redes sociales, explica.
“El control de la narrativa del presidente y sus hijos [sobre las redes sociales] es grande. Llegan a las personas sin mediación”, destaca.
Algunos analistas creen que Bolsonaro planea un golpe institucional contra el Congreso. Esa sospecha se acentuó después de que el 19 de abril arengara a manifestantes que reclamaban en Brasilia una “intervención militar” y el cierre del Legislativo.
Murilo Aragao considera que este admirador de la dictadura militar (1964-1985) se limita a “flirtear con una narrativa agresiva, porque eso le interesa a su electorado”.
Ve en cambio una “guerra entre instituciones”, con crispaciones constantes entre el Gobierno y la corte suprema, el Congreso y los gobernadores de los estados.
“Estamos asistiendo a una acomodación institucional, una acomodación de las placas tectónicas entre poderes”, ilustra.
La política de Brasil fue convulsionada en los últimos años por la operación anticorrupción Lava Jato (dirigida por Moro), que decapitó a muchos de los principales partidos y allanó el camino a Bolsonaro.
Comienza a gustarme Trump y Bolsonaro!vNO AL NUEVO ORDEN MUNDIAL CRIMINAL DE BILL GATES Y COMPLICES!??