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El arte de los lanzamientos de galletas

El arte de los lanzamientos de galletas
My Cookie Dealer ha demostrado estar a prueba de crisis, con el sistema de entregas que ya había desarrollado. Foto/The New York Times

Juan Morel, un fisicoculturista profesional de 38 años, tiene muchos apodos. Uno es Diesel, por su parecido físico a Vin, el actor rapado y musculoso. Otro es el Rey de Nueva York, el cual obtuvo a raíz de ganar su segunda competencia New York Pro en mayo pasado.

“Y ahora”, dijo Morel hace poco en FaceTime desde su casa en Long Island, “el Monstruo Comegalletas”.

Desde junio de 2019, él y su esposa, Karen, se han encargado de My Cookie Dealer (algo así como “mi traficante de galletas”), una panadería exclusivamente en línea que opera principalmente a través de Instagram. Si bien muchos proveedores de alimentos han tenido dificultades en los últimos meses para que sus negocios estén en cumplimiento con una realidad socialmente distante, My Cookie Dealer siempre ha sido un servicio de entrega a domicilio exclusivamente. Ese modelo ahora nos demuestra que es a prueba de crisis.

Un pedido reciente incluyó aproximadamente 3000 órdenes para más de 35.000 galletas y pesó casi 9 toneladas, dijo Morel. Todas las galletas fueron ordenadas dentro de un lapso de 14 minutos.

Las galletas de My Cookie Dealer son enormes. Cada montículo de masa se pesa a mano para estar seguros de que sí es una galleta de 225 gramos, luego se hornea y se empaca en la panadería de 223 metros cuadrados de los Morel en Nesconset, Nueva York. Los sabores cambian con tanta frecuencia que los Morel no están seguros de cuántos tipos de galletas han vendido.

Sus galletas solo se pueden comprar dos veces a la semana, generalmente a mediodía hora local en miércoles y sábado, en “lanzamientos” que recuerdan los de los tenis en ediciones limitadas que se han vuelto populares los últimos años. (Ocasionalmente hay ventas más pequeñas de mercancía “guardadita”).

Cada galleta cuesta 5 o 6 dólares, los pedidos deben hacerse en cantidades de 10 o 20. Decenas de miles de galletas se agotan al cabo de 9 o 15 minutos, afirman los Morel.

“A la gente que prueba las galletas les encantan”, dijo Karen Morel, de 40 años. “La gente que no alcanzó te dice groserías, mandan correo de odio, mensajes directos de odio, usan groserías. ¿De verdad te portas de una manera tan agresiva y usas palabrotas porque no te dieron una galletita?”.

En 2018, Karen Morel, que había trabajado en la administración de tiendas minoristas antes del nacimiento de su hija, decidió volver a un pasatiempo inactivo: la repostería. Juan Morel comenzó a llevar las galletas de su esposa a un gimnasio cerca de su casa en Deer Park para compartirlas con sus compañeros de entrenamiento.

También comenzó a publicar fotos de sus confecciones en su cuenta de Instagram, donde regularmente hace una crónica de su búsqueda para ingerir las 20.000 calorías diarias necesarias para construir y mantener su físico de 1,79 metros, 122 kilogramos. (En sus días para hacer trampa en la dieta, a menudo renuncia a comer otra cosa en favor de unas dos docenas de galletas de casi un cuarto de kilogramo.)

Esas publicaciones provocaron cientos de mensajes de seguidores que buscaban comprar las golosinas ellos mismos. Morel sugirió que su esposa comenzara a vender sus productos. Ella no estaba segura.

“Ella dijo: ‘Oh, nadie las quiere’”, mencionó él. “Yo le respondí: ‘¡Están preguntando! ¿Qué quieres decir?’ Simplemente sabía que ella estaba haciendo algo especial”.

La pareja pronto vendía las galletas en el estacionamiento después de las competencias de fisicoculturismo, desde el maletero de su camioneta. Cada galleta venía en una pequeña bolsa de plástico. Un aire de ilegalidad divertida se apoderó de ellos e inspiró el nombre de la compañía.

“Era algo pegajoso”, dijo Karen Morel. La pareja ahora se refiere a los lanzamientos de My Cookie Dealer como “mover la merca”. Llaman a sus repartidores “camellos”.

Las primeras ventas en línea de la compañía se hicieron en la sección de comentarios frenéticos debajo de las publicaciones de Instagram, donde los primeros en comentar fueron los primeros en ser atendidos, y el dinero se intercambió por Venmo.

Karen Morel trabajaba en la panadería comercial de una amiga en Westbury en horas no laborables, entre los viajes frecuentes para las competiciones nacionales e internacionales de su marido. Su disponibilidad irregular engendró el método de ventas “por lanzamientos”, porque solo podía prometer a los clientes la cantidad limitada para la que tenía el tiempo y los medios para hacer.

“No es mercadotecnia”, dijo. “Literalmente, tuve que hacerlo de esta manera”.

Ahora dirige un equipo de casi 30 personas en su lugar de trabajo en Nesconset, que los Morel compraron y renovaron en diciembre pasado. (Juan Morel ayuda a empaquetarlas y se ocupa de la logística.)

La panadería cerró brevemente en marzo, cuando Nueva York entró en cuarentena en respuesta al brote de coronavirus, momento en el que el lanzamiento típico de la compañía contenía alrededor de 1000 pedidos. Cuando reabrió dos semanas más tarde, la escasez había ayudado una vez más a alimentar una demanda aún mayor.

“La gente cree que era una maquinación”, dijo Karen Morel. “Solo tratábamos de aplanar la curva”.

Los Morel dijeron que también han tenido que enfrentarse a vendedores apócrifos que han empezado a imitar sus métodos y, en algunos casos, incluso los nombres distintivos de My Cookie Dealer. Karen Morel bloquea las cuentas de los impostores cuando le avisan de ellos.

La competencia no parece estar frenando el crecimiento de la compañía. Los Morel compraron recientemente un segundo espacio de 223 metros cuadrados en la misma franja industrial de su panadería para darle más espacio a sus operaciones de envío. En junio compraron una flota de cuatro coches Mercedes GLE para que sus camellos los usen para hacer entregas locales en Long Island. Karen Morel dijo que también han comenzado una línea de ropa.

Y las ventas de sus galletas siguen creciendo.

“Cada vez que hemos hecho lotes más grandes o lanzamientos más grandes, siempre se agota todo”, dijo Juan Morel, quien espera volver al fisicoculturismo competitivo en diciembre, en el evento Mr. Olympia en Las Vegas. “Supongo que aún no conocemos el potencial”.

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