TAICHUNG, Taiwán — En la lavandería Wansho en la zona central de Taiwán, la mayoría de la ropa sucia que la gente deja ahí para aplicarle vapor, lavarla o limpiarla en seco termina de regreso en las manos de sus propietarios, más limpia de lo que estaba cuando llegó. Sin embargo, las prendas olvidadas pueden verse en Instagram.
Las blusas, las faldas y los pantalones adornan el cuerpo de los propietarios octogenarios de la lavandería, Chang Wan-ji y Hsu Sho-er, quienes se han vuelto famosos en todo el mundo por modelar los atuendos curados a partir de cientos de prendas que sus clientes distraídos olvidaron en su negocio.
El más impactado por la fama reciente de la pareja es su nieto y estilista improvisado de 31 años, Reef Chang. “Quedé muy sorprendido”, dijo el joven Chang hace poco. “No tenía idea de que tantos extranjeros se interesarían en mis abuelos”.
A él se le ocurrió la idea de la cuenta en Instagram, dijo. El ritmo del negocio había bajado durante la pandemia del coronavirus y a sus abuelos les preocupaba salir aunque en Taiwán se tomaron medidas muy eficaces para combatir el virus. Con casi 24 millones de habitantes, Taiwán ha reportado solo 458 casos, 55 transmisiones locales y siete muertes.
“No tenían nada que hacer”, comentó. “Vi lo aburridos que estaban y quería iluminar sus vidas”.
Son modelos natos frente a la cámara. Hsu, de 84 años, despide la altanería de una supermodelo pero conserva un aire lúdico. Chang, de 83 años, es la pareja ideal, pues complementa el estilo de su esposa con una disposición relajada acompañada de sus cejas pobladas.
“Sus cejas son algo muy especial”, dijo Hsu sonriendo durante una entrevista en la parte trasera de su lavandería, al lado de un pequeño altar dedicado a Tudigong, el dios de la Tierra, un elemento común de los hogares taiwaneses tradicionales.
La ropa que modelan es ecléctica, moderna y divertida. Ambos presumen zapatos deportivos con agujetas a juego, así como gorras y sombreros alegres. A veces usa gafas oscuras de colores. En una fotografía se le ve relajada mientras se recarga en una lavadora gigante, con los brazos cruzados, mientras él abre la puerta de manera casual, sonriendo. Posan en un lugar que conocen bien: su local, que proporciona el fondo hacendoso de la ropa de los clientes, apiladas y enrollada en paquetes de plástico o colgada de estantes.
La actitud jovial de la pareja atrae a un gran número de seguidores —136.000 hasta el momento— a pesar de tener tan solo diecinueve publicaciones en su cuenta, @wantshowasyoung, desde su creación el 27 de junio.
La pareja quizá sea famosa en internet hoy, pero sus 61 años juntos tuvieron un comienzo más tradicional. Su historia es paralela a la del Taiwán moderno, pues comenzó durante la era de la represión cuando estaba sometido a la ley marcial y se desarrolló conforme Taiwán poco a poco se volvió menos aislacionista y más seguro.
Chang, entonces de 21 años, conoció a Hsu a finales de la década de 1950, cuando su hermana mayor y su tía se le acercaron en Houli, el lugar de origen de la pareja, un distrito semirrural en el norte de la ciudad de Taichung, con el objetivo de llegar a un acuerdo matrimonial. Cuando lo llevaron a casa para conocer a Hsu, no se quedó mucho tiempo, lo cual la consternó.
“Quería que se sentara junto a mí, pero no lo hizo”, comentó. En ese entonces las cosas eran más conservadoras. “Él era muy tímido”, agregó.
Pero no se sintió desanimado en absoluto. “La primera vez que la vi, quedé fascinado”, comentó Chang. “Poco después, comenzamos a hablar de matrimonio”.
La pareja se casó en 1959. Se volvieron padres de dos hijos y dos hijas, y terminaron por ser abuelos de seis nietos. Trabajaban juntos en el negocio que él había estado administrando desde que tenía 14 años, donde lavaban y limpiaban en seco la ropa de los vecinos en Houli. Se hicieron de una cuantiosa clientela, y algunos aún llevan su ropa ahí a pesar de haberse mudado desde hace tiempo al centro de Taichung.
Ahora, la lavandería Wansho, cuyo nombre proviene de los segundos caracteres de los nombres de los propietarios, está abierta a diario de las ocho de la mañana a las nueve de la noche, aunque a veces cierran temprano si está lloviendo, comentó Chang. Él y su esposa son los únicos empleados.
La fama en internet es célebremente pasajera, y los propietarios de la lavandería Wansho no quieren deseos de ganar dinero con esta actividad secundaria. Aunque estarían felices si los cientos de personas que han olvidado recoger su ropa regresaran a pagar la cuenta, dijo Chang Wan-ji.
“Sería agradable hablar con ellos”, dijo, levantando una ceja. “Y que nos paguen”.
El jueves por la mañana, por primera vez en casi siete décadas, algo inusual ocurrió en la lavandería Wansho. Un cliente que había dejado su ropa hacía más de un año y vio a la pareja en las noticias locales finalmente regresó por sus prendas y a pagar la cuenta.