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Los incendios en Brasil queman los humedales tropicales más grandes del mundo a una escala 'sin precedentes'

Los incendios en Brasil queman los humedales tropicales más grandes del mundo a una escala 'sin precedentes'
Vista panorámica de la devastación de humedales a causa de los graves incendios en Brasil. Foto/The New York Times

PORTO JOFRE, Brasil – Una extensión histórica del humedal tropical más grande del mundo se ha perdido este año debido a los incendios que están azotando Brasil. Según los científicos, es una muestra de la devastación de un ecosistema delicado y uno de los hábitats con mayor biológica diversidad del planeta.

Los enormes incendios —que a menudo son iniciados por los rancheros o agricultores para despejar los terrenos, se han exacerbado debido a las inusuales condiciones de sequía de las semanas recientes— han sepultado más del diez por ciento de los humedales brasileños, una pérdida “sin precedentes ”, advierten los científicos.

Entre enero y agosto, los incendios en el Pantanal, ubicado al suroeste de Brasil, azotaron un estimado de 2.035.900 hectáreas, de acuerdo con un análisis que realizó la NASA para The New York Times, basado en un nuevo sistema que monitorea incendios en tiempo real por medio de datos satelitales. Es un área un poco más grande que Nueva Jersey.

El récord anterior era de 2005, when se quemaron alrededor de 1.193.467 hectáreas en el bioma durante el mismo periodo.

Asimismo, al norte, los incendios en la Amazonía brasileña —muchos de los cuales también se inician de manera deliberada para despejar los territorios con fines comerciales— han ocasionado estragos. La cantidad de selva brasileña perdida en 2020 debido a los incendios ha sido similar a la escala destructiva del año pasado, cuando el problema generó una condena mundial y se sumó a las tensiones entre Brasil y sus socios comerciales, en particular de Europa.

La gran escala de los incendios en la Amazonía y el Pantanal, varios de los cuales fueron visibles para los astronautas en el espacio, ha llamado menos la atención en un año abrumador debido a la pandemia del coronavirus, las protestas por la brutalidad policiaca y la cercanía de las elecciones estadounidenses.

Sin embargo, los expertos señalaron que los incendios de este año en el Pantanal son una pérdida estremecedora y la última crisis ecológica detonada bajo el mandato del presidente Jair Bolsonaro, según las políticas han priorizado el desarrollo económico por encima de las protecciones ambientales.

“Los incendios de este año en el Pantanal no tienen precedentes”, opinó Douglas C. Morton, el jefe del Laboratorio de Ciencias Biosféricas del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, quien ha estudiado los incendios y la actividad agrícola en Sudamérica durante dos décadas. “Es un área inmensa”.

Bolsonaro, quien a menudo hace declaraciones falsas, comentó que probablemente algunos de los incendios que detectaron los satélites he sido fogatas.

Los propietarios de los campos de soya y las fincas ganaderas —que son los principales motores económicos del Pantanal, junto con el turismo— comienzan incendios en sus tierras durante julio y agosto, cuando bajan los niveles del agua. Este año, varios de esos incendios traspasaron las barreras tradicionales como los caminos y los arroyos, impulsados ​​por fuertes vientos.

“Años atrás enfrentábamos incendios, pero nada como esto”, comentó Manuel Costa, un guardabosques que formó parte de un equipo que intentó limitar la propagación de un incendio en una reserva natural en el Pantanal. “Estos incendios son casi imposibles de combatir”.

Durante la temporada de lluvias, de octubre a marzo, la mayoría de la región del Pantanal se inunda de agua que, de otra manera, podría anegar las poblaciones ubicadas río abajo. Cuando el Pantanal se seca de abril a septiembre, ofrece una fuente muy necesaria de agua a las mismas poblaciones.

Los bomberos trabajan en un incendio controlado en el Pantanal, los inmensos humedales de Brasil, en el estado de Mato Grosso, el 21 de agosto de 2020. (Maria Magdalena Arrellaga/The New York Times)

No obstante, este año el Pantanal, como buena parte de Brasil, ha quedado atrapado en medio de una sequía, con precipitaciones por debajo de lo normal y las temperaturas han alcanzado máximos históricos durante la temporada de lluvias.

Aunque no queda claro el nivel de influencia del cambio climático en la sequía actual, según los investigadores podría ser provocada por las temperaturas cálidas en la superficie del mar en los océanos Atlántico Norte y Pacífico Norte. A medida que estos océanos se sigan calentando en las próximas décadas, los investigadores esperan más periodos de sequías extremas en el Pantanal.

Los incendios del año pasado en el Amazonas causaron una importante reacción negativa en contra de Brasil, que sigue enfrentando amenazas de boicot y el potencial desenlace de una guerra comercial con la Unión Europea por el historial ambiental de Bolsonaro.

Buscando mejorar su imagen, en julio el gobierno declaró una prohibición de 120 días a los incendios en la Amazonía y el Pantanal. También desplegó un operativo militar para evitar la deforestación comercial, la principal causa de los incendios en Brasil.

Sin embargo, los investigadores mencionaron que esas medidas han servido principalmente para manejar una crisis de relaciones públicas y han logrado poco al momento de fortalecer los esfuerzos de conservación.

“Da la impresión de que las leyes ambientales se pueden ignorar con impunidad”, comentó Ane Alencar, directora científica del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía en Brasil. “En buena parte, es resultado del manejo que le ha dado el gobierno a estos problemas”.

En su campaña de 2018, Bolsonaro prometió que los mineros, leñadores y agricultores iban a tener un acceso más fácil a las selvas protegidas y otros biomas. Bolsonaro ha declarado que las multas ambientales son una “industria” irritante que impide el desarrollo económico.

El jueves, durante una de las emisiones semanales en vivo que realiza en Facebook, el mandatario arremetió en contra de las organizaciones que promueven la conservación, al calificarlas como un “cáncer” que no ha logrado “erradicar”.

Su vicepresidente, Hamilton Mourão, un exgeneral del ejército que ha supervisado el operativo militar que el gobierno implementó este año en la Amazonía, ha tenido un tono más contrito, en particular con los inversionistas y los medios extranjeros.

En una entrevista reciente, Mourão mencionó que el despliegue de las fuerzas armadas para combatir la deforestación era necesario en un momento en el que las restricciones fiscales han limitado a las agencias del gobierno que hacen cumplir las leyes ambientales.

“Hemos librado una batalla constante para impedir que se arraigue la ilegalidad”, comentó Mourão.

Según los expertos, los esfuerzos del gobierno se han quedado cortos porque no ha perseguido a los líderes de las organizaciones que impulsan la deforestación. En buena medida, el gobierno tampoco ha hecho cumplir las regulaciones en las zonas protegidas y ha tenido dificultades para cobrar las multas ambientales emitidas.

El año pasado, los incendios en la Amazonía arrasaron con unos 7.251.966 de hectáreas de masa forestal, el máximo detectado en diez años. Los científicos del gobierno aseguran que los problemas técnicos de los satélites no les han permitido calcular un estimado completo de los primeros seis meses de este año.

En todo el Pantanal, los bomberos, los profesionales del turismo a nivel local y los voluntarios se han juntado para ayudar a combatir los incendios, una tarea hercúlea que a menudo se siente inútil pues la densidad del humo en el aire imposibilita mojar las llamas con aeronaves.

“Recibimos llamadas de gente llorando y pidiendo ayuda para combatir el fuego en sus propiedades, pero no pudimos hacer nada”, les comentó el teniente coronel Jean Oliveira, un bombero del estado de Mato Grosso, a otros bomberos durante una reunión diaria en la base de comando. “Combatir los incendios forestales es más bien como una guerra, y todos los días hay una batalla”.

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