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A Martha Stewart, feliz con el cannabidiol, le está yendo de maravilla

A Martha Stewart, feliz con el cannabidiol, le está yendo de maravilla
Martha Stewart, quien le ha dado su nombre a una nueva línea de productos de CBD, lleva un collar hecho en casa de gomitas de CDB, en Katonah, Nueva York, el 15 de septiembre de 2020. Foto: Celeste Sloman/The New York Times

“¿Ya la probaste?”, preguntó Martha Stewart. Estaba en su cocina en Bedford, Nueva York, hablando a través de Zoom sobre su nueva línea de “pâte de fruit”, o gomitas, de CBD, que pronunció como si estuviera hablando con una niña.

‘Pat’, como pato sin la ‘o’” dijo, “‘du frui’, que quiere decir ‘de fruta’”. Eran alrededor de las diez de la mañana, y no, yo no había probado ninguna.

Mirando el surtido delante de mí, cogí una gomita de color azafrán con el tamaño y la forma de un terrón de azúcar y lo mordí por la mitad.

“Cómetelo todo”, dijo. “No lo muerdas. Directo a la boca”.

Tenía un sabor dulce, blando y granulado, indistinguible de esos dulces cubiertos de azúcar que los restaurantes franceses de lujo reparten al final de la comida.

“¿Se supone que solo coma uno, o… ?”, pregunté.

“Depende de cómo seas”, dijo Stewart, encogiéndose de hombros. “Yo me como 20 y me siento bien, pero algunos de mis amigos toman dos y se sienten drogados, no sé por qué. No es como si hubieras fumado marihuana. Es CBD, así que te sientes relajado” (el cannabidiol, o CBD, es un compuesto derivado del cáñamo que no debería drogarte, pero si lo mezclas con algo más potente, buena suerte).

Martha tomó un cubito color índigo, una de las cuatro gomitas que consumiría en el curso de una entrevista de una hora. “No parece que estés comiendo otra cosa que no sea un ‘pâte de fruit’”, dijo. “En este instante me estoy comiendo una de frambuesa negra“, agregó.

En el mundo de la diosa de la domesticidad de 79 años de edad, el cannabis, en sus múltiples formas, es un bien para la sociedad. Su amigo Snoop Dogg le contó sobre sus efectos paliativos en el “Homenaje cómico a Justin Bieber” de Comedy Central en 2015.

“Nos tocó sentarnos uno al lado del otro durante siete horas”, recordó Stewart. “Snoop debe haberse fumado diez cigarros gigantescos y gordos, y yo inhalé todo ese humo. Me sentí muy bien”. Hizo una pausa, en busca de una descripción más elocuente de ese sentimiento, la cual provino de una voz masculina fuera de cámara que pertenecía a Ryan McCallister, su jardinero y, desde marzo, su “cinematógrafo emérito” (es decir, su iluminador de Zoom).

“Drogarse por contacto, así es como lo llaman”, dijo. “Tuve que tomar un vuelo esa noche, mi familia estaba pasando las vacaciones de Navidad en San Bartolomé. No recuerdo haberme subido al avión. No recuerdo haber hecho nada. No recordaba mi actuación en el homenaje cómico, pero tuvo mucho éxito”. (“Cinco mil millones de impresiones”, dijo en un pódcast el año pasado. “¿Dónde más puedes conseguir 5000 millones de impresiones?”).

Para Martha Stewart, fabricar productos de cannabis, que elaboró con la empresa canadiense Canopy Growth, y compartirlos se trata de estar al día con las tendencias.

“Me interesa mucho lo nuevo y lo que está pasando”, afirmó. “Por ejemplo, tengo un auto eléctrico. Tengo un Tesla. Adopté la computadora antes que la mayoría de mis amigos; en 1982, compré mi primera IBM. Soy una de las primeras en adoptar muchas cosas. Eso te mantiene muy alerta, te mantiene extremadamente a la vanguardia, te mantiene actualizada. Quiero estar al día”, aseveró.

La rutina de cuarentena de Martha

“No me puedo quejar para nada de la cuarentena”, comentó Stewart. En marzo, dejó de viajar de Bedford a Manhattan, donde estaba diseñando una nueva oficina para sus cerca de 150 empleados (La marca Martha Stewart fue adquirida por Marquee Brands por un valor de 215 millones de dólares en 2019).

Se refugió en su granja de 61 hectáreas al inicio solo con tres personas: McCallister, su ama de llaves y su chofer. Estableció un punto de control de temperatura y distribuyó cubrebocas.

Se despierta, como siempre lo ha hecho, alrededor de las 4 a. m., junto a su gato persa calicó, Emperatriz Tang (“Duermo con una emperatriz”, dijo.) En la cama, lee tres periódicos, hace el crucigrama de The New York Times, “y el minicrucigrama y a veces ese estúpido juego de Vertex”.

Luego se da un regaderazo, se viste y va al gimnasio, donde intenta repetir las rutinas aeróbicas y de resistencia que solía hacer con un entrenador. Para las 7 a. m., cuando llega su equipo (que ahora consta de alrededor de una docena de personas) ya escribió un memorando de tareas pendientes para el granjero, se tomó un capuchino y un jugo verde, y comenzó su día de trabajo.

Eso podría significar una lluvia de ideas para su nuevo programa de HGTV, promocionar su línea de ropa de QVC o escribir el prólogo para el libro de un amigo. “He estado trabajando casi todos los días. Realmente no he tenido vacaciones todavía. Ya tengo ganas de irme de vacaciones”, relató (sus próximas “vacaciones de verdad” a petición de su nieto de 8 años, Truman, serán a la Antártida, el único continente que aún no ha visitado).

También crea contenido para el Blog de Martha Stewart; sus entradas diarias “te muestran cómo hacer algo; cómo bañar a tu gato o cómo cuidar de tus canarios”, comentó.

“Todas las mañanas, les pongo un tutorial de canto en YouTube. Tienen su propia clase magistral sobre cómo cantar”, mencionó.

No hace más de tres llamadas de Zoom al día. “Para eso hay que sentarse una hora en el mismo lugar y eso no me gusta mucho. Me pongo ansiosa”, reveló. Entre las llamadas de Zoom, tal vez vaya a nadar o a montar su bicicleta eléctrica o a cabalgar en uno de sus caballos frisones o a cortar heno (la granja ha recolectado más de 1000 pacas de heno desde marzo) o a deambular y saludar a sus muchos otros animales de granja.

“Tenemos nuestros pollos y pavorreales, palomas mensajeras, gansos y burros y ¿qué más tenemos? Eso es lo que sabemos que hay”, dijo.

“Soy afortunada”, añadió. “Sé lo afortunada que soy. Todos los días, pienso en todos los que no tienen todas estas comodidades”.

Martha Stewart sostiene sus nuevas gotas de CBD, en Katonah, Nueva York, el 15 de septiembre de 2020. Foto: Celeste Sloman/The New York Times

Horas extra en casa

Cuando llega la hora de la cena, “o quieres suicidarte porque no hay nadie o, puede que, haya alguien”, comentó. Si tiene compañía, puede disfrutar de una “Martharita”, una margarita de fruta fresca cuyo nombre acuñó en mayo.

“Tengo la regla de no beber sola”, dijo Stewart. “Creo que nunca me he servido una bebida para mí sola en casa. No soy como mis amigos que pueden tomarse una copa de vino y sentirse bien estando solos”, agregó. Su dieta consiste en “muy poca carne, mucho pescado y muchas verduras. He perdido mucho peso durante este tiempo”, confesó.

Por lo general, usa mallas de gimnasio y su propia ropa de QVC en casa (“Me sorprende lo mucho que dura”, dijo). Hace poco, para una cena inusitada en un restaurante en la que se practicó el distanciamiento social, usó un vestido largo de Eres.

“En realidad es una salida de playa, pero parece un vestido: muy largo y suelto, muy bello”, contó Stewart. “Y un hombre dijo: ‘Dios mío, no tenía idea de que te veías tan bien’”, Martha dejó escapar una risa coqueta mientras relataba el cumplido. “Me sentí tan bien cuando eso sucedió”, reveló.

De vez en cuando, responde a las críticas, como cuando un seguidor le dijo que no tenía vergüenza por publicar una foto de una cena de langosta mientras visitaba su casa en Seal Harbor, Maine. “No desperdiciamos”, escribió, en parte. “Hacemos composta. Trabajamos. Somos generosos con muchas organizaciones. Nos preocupamos por la pandemia y tratamos de vivir sanamente y practicamos el distanciamiento social, etcétera, también usamos cubrebocas, somos buenas personas”, agregó.

“Está a 3 dólares el medio kilo en Maine”, dijo sobre las langostas. “¡Ayuden a los criadores de langostas! Los restaurantes están cerrados, ¿quién les compra? Más vale comprar langostas”, afirmó.

Sobre el tema del deber cívico, cuando se le preguntó si planeaba apoyar públicamente a un candidato en las elecciones presidenciales de 2020, Stewart recurrió a la ambigüedad.

“Sabes, tengo una revista. Mi dilema personal es que mis amigos saben quién soy y lo que defiendo, pero en términos de ser dueña de la revista [además de varias marcas de consumo y franquicias mediáticas] ¿cómo tomas partido cuando el 50 por ciento de tus lectores puede estar de un lado y el 50 por ciento del otro? Es difícil. Esa es mi respuesta a eso”, concluyó.

Stewart conoce bien su capacidad para influir en la opinión pública y movilizar mercancías. Describió a la audiencia demográfica de su línea de CBD como “casi todo el mundo. Todos mis amigos, de todas las edades, la quieren, incluida mi hija [Alexis, de 54 años] que ni siquiera come azúcar”, dijo. El hecho de que Stewart pueda hacer que casi cualquier cosa sea una aspiración es una de sus propuestas de valor más imperecederas.

“¿Podemos vender muchas cosas porque Martha les puso su nombre? Esa no es necesariamente la ganancia”, dijo David Klein, director ejecutivo de Canopy Growth. “La ganancia es construir esa auténtica conexión con la base de consumidores”. A pesar de ello, hay una alquimia en el toque de Stewart. Ella lo combina todo —su legado, su estilo de vida, nuestro deseo de alcanzar su nivel de éxito— y lo ofrece como una panacea que se puede sorber.

“Lo que realmente me ayuda son las gotas de aceite que tomo por la noche, antes de acostarme. Basta con verter un par de goteros de naranja sanguina o limón meyer bajo mi lengua. ¿Has probado el aceite de naranja sanguina? Prueba el aceite de naranja sanguina. No una gota, medio gotero, no es nada. ¿A poco no sabe bien?”, preguntó.

Martha Stewart, quien le ha dado su nombre a una nueva línea de productos de CBD, lleva un collar hecho en casa de gomitas de CDB, en Katonah, Nueva York, el 15 de septiembre de 2020. Foto: Celeste Sloman/The New York Times

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