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Los gigantes petroleros de Europa y EE.UU. toman caminos separados en relación con el cambio climático

Los gigantes petroleros de Europa y EE.UU. toman caminos separados en relación con el cambio climático
El proyecto Carbon Engineering en Squamish, Columbia Británica, Canadá, el 26 de marzo de 2019. Foto: Alana Paterson/The New York Times

HOUSTON — A medida que se desploman los precios del petróleo y crecen las preocupaciones sobre el cambio climático, BP, Royal Dutch Shell y otras empresas energéticas de Europa están vendiendo yacimientos petroleros, pues planean una reducción drástica de emisiones y una inversión de miles de millones de dólares en energía renovable.

Los gigantes petroleros de Estados Unidos, Chevron y Exxon Mobil, van en una dirección completamente opuesta. Están redoblando la producción de petróleo y gas natural e invirtiendo el equivalente a unas cuantas monedas en esfuerzos innovadores orientados al clima, como pequeñas plantas de energía nuclear y dispositivos que succionan el carbono del aire.

La disparidad refleja las enormes diferencias en la manera en que Europa y Estados Unidos se están enfrentando al cambio climático, una amenaza global que, según muchos científicos, está aumentando la frecuencia y la gravedad de desastres como los incendios forestales y los huracanes. Los líderes europeos se han enfocado en tratar el cambio climático como una de sus principales prioridades, mientras que el presidente Donald Trump lo ha llamado un “fraude” y ha desmantelado las regulaciones ambientales con el fin de fomentar la explotación de los combustibles fósiles.

Mientras los líderes del mundo luchan por adoptar políticas climáticas coordinadas y efectivas, podrían ser cruciales las decisiones que tomen las empresas petroleras, con sus enormes arcas, su destreza científica, su experiencia en la administración de grandes proyectos ingenieriles y su poder cabildero. Lo que hagan podría determinar si el mundo puede cumplir con las metas del Acuerdo de París para impedir que las temperaturas globales aumenten más de 2 grados Celsius sobre los niveles previos a la era industrial.

Las grandes empresas de petróleo y gas en Europa y Estados Unidos han aceptado públicamente que el cambio climático es una amenaza y que deben participar en el tipo de transición energética que el mundo vio por última vez durante la Revolución Industrial. Sin embargo, la urgencia con la que las empresas están planeando la transformación de sus negocios no podría ser más diferente.

“A pesar del aumento en las emisiones y la demanda social de acciones que mejoren el clima, las principales empresas petroleras de Estados Unidos le están apostando a un futuro a largo plazo para el petróleo y el gas, mientras que las de Europa le están apostando a un futuro como proveedores de electricidad”, comentó David Goldwyn, que fue alto funcionario especializado en el sector energético del Departamento de Estado durante el gobierno de Obama. “La manera en que el mercado reaccione a sus estrategias y los resultados de la elección de 2020 determinarán si alguna de las estrategias funciona”.

Para los ambientalistas e incluso algunos inversionistas de Wall Street, los gigantes estadounidenses del petróleo claramente están tomando una mala decisión. Por ejemplo, en agosto, Storebrand Asset Management, el administrador de dinero privado más grande de Noruega, desinvirtió en Chevron y Exxon Mobil. Y Larry Fink, quien encabeza la gestora de inversiones más grande del mundo, BlackRock, ha llamado al cambio climático “un factor determinante para las proyecciones de las empresas a largo plazo”.

Bombas de petróleo en Permian Basin en Loco Hills, Nuevo México, 14 de agosto de 2020. Foto: Joel Angel Juarez / The New York Times

En contraste, los ejecutivos europeos del petróleo han declarado que la era de los combustibles fósiles se está atenuando y que están planeando dejar muchas de las reservas bajo tierra para siempre. También arguyen que deben proteger a sus accionistas al prepararse para un futuro en el cual los gobiernos promulguen políticas ambientales más rigurosas.

BP es la abanderada de la estrategia que consiste en apresurarse y cambiar. La empresa ha anunciado que, durante la próxima década aumentará diez veces las inversiones en negocios de bajas emisiones, a 5000 millones de dólares al año, y disminuirá su producción de gas y petróleo un 40 por ciento. Royal Dutch Shell, Eni de Italia, Total de Francia, Repsol de España y Equinor de Noruega se han puesto objetivos similares. Varias de esas empresas han reducido sus dividendos para invertir en nueva energía.

Según los ejecutivos estadounidenses del petróleo, sería una estupidez cambiar a las energías renovables, pues es un negocio de pocas ganancias que las plantas eléctricas y las empresas de energía alternativa pueden buscar de una manera más efectiva. Aseguran que es cuestión de tiempo para que los precios del gas y el petróleo se recuperen cuando se esfume la pandemia.

Por ahora, Exxon y Chevron se están aferrando a lo que mejor conocen: la extracción de esquisto en la Cuenca Pérmica de Texas y Nuevo México, la producción en aguas profundas y la comercialización del gas natural. De hecho, Chevron está adquiriendo una empresa petrolera más pequeña, Noble Energy, para incrementar sus reservas.

“Nuestra estrategia es no seguir a los europeos”, comentó Daniel Droog, el vicepresidente de Chevron para la transición energética. “Nuestra estrategia es descarbonizar nuestros activos existentes de la manera más rentable e introducir nuevas tecnologías y nuevas formas de energía. Pero no les estamos pidiendo a nuestros inversionistas que sacrifiquen sus ganancias o que sigan adelante con tres décadas de incertidumbre en torno a los dividendos”.

Chevron afirma que está aumentando su propio uso de energías renovables para impulsar sus operaciones. La empresa también dice que está reduciendo las emisiones de metano, un poderoso gas de efecto invernadero. Además, la firma ha invertido más de 1100 millones de dólares en varios proyectos para capturar y aislar el carbono con el objetivo de que no se emita hacia la atmósfera.

Su división de capital de riesgo, Chevron Technology Ventures, está invirtiendo en empresas emergentes de energía nueva como Zap Energy, la cual está desarrollando reactores modulares de fusión nuclear que no liberan gases de efecto invernadero y limitan los desechos radioactivos. Otra, Carbon Engineering, elimina el dióxido de carbono de la atmósfera para convertirlo en combustible.

En total, Chevron Technology Ventures tiene dos fondos que suman 200 millones de dólares, alrededor de un uno por ciento del capital y el presupuesto de exploración de la empresa del año pasado. La empresa tiene otro fondo de 100 millones de dólares para respaldar un consorcio de inversión de 1000 millones de dólares que busca reducir las emisiones en toda la industria del petróleo y el gas.

“Necesitamos tecnología innovadora y mi trabajo es encontrarla”, comentó Barbara Burger, presidenta de Chevron Technology Ventures, división que tiene 60 de los 44.000 empleados de Chevron. “La transición no es un evento del martes al mediodía. Será gradual, evolutiva y continua durante décadas”.

En gran medida, Exxon también se ha alejado de las energías renovables y en cambio ha invertido en más o menos una tercera parte de la capacidad limitada para capturar el carbono del mundo, una práctica tan cara y demandante que pocas empresas han estado dispuestas a subvencionar proyectos a gran escala.

La empresa invierte alrededor de 1000 millones de dólares al año en investigación y desarrollo, y una gran parte se destina al desarrollo de tecnologías para producir energías nuevas y mejoras de eficiencia que reduzcan las emisiones.

Un proyecto implica dirigir el carbono que emiten las operaciones industriales a una celda de combustible que pueda generar energía. Esto debería reducir las emisiones y al mismo tiempo aumentar la producción de energía.

En otro experimento, hace poco, Exxon anunció un “gran avance” en una colaboración con científicos de la Universidad de California, campus Berkeley, y el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley para desarrollar materiales que ayudan a capturar el dióxido de carbono de las plantas de energía de gas natural con menos calefacción y enfriamiento que métodos previos.

La empresa también está trabajando en cepas de algas cuyos aceites pueden producir biocombustible para camiones y aviones. Las plantas también absorben carbono por medio de la fotosíntesis, un proceso que los científicos de Exxon están intentando acelerar mientras producen más petróleo.

“Paso uno, se debe hacer ciencia, y es imposible ponerle una fecha de entrega al descubrimiento”, opinó Vijay Swarup, vicepresidente de investigación y desarrollo de Exxon.

El proyecto Carbon Engineering en Squamish, Columbia Británica, Canadá, el 26 de marzo de 2019. Foto: Alana Paterson/The New York Times

Exxon Mobil trabaja en cepas de algas cuyos aceites podrían impulsar camiones y aviones, en La Jolla, California, el 14 de julio de 2010. Foto: Sandy Huffaker/The New York Times

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