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Los votantes les temen a las elecciones: ‘Será un infierno pase lo que pase’

Los votantes les temen a las elecciones: ‘Será un infierno pase lo que pase’
Mark Schumacher, un oficial retirado y árbitro de ligas menores, tiene un patio lleno de decoración de Trump en Erie, Pensilvania, el 30 de septiembre de 2020. Foto: Libby March/The New York Times

ERIE, Pensilvania — La brisa fresca llegó hace pocas semanas, tras un largo verano de protestas, enfermedades y devastación económica. Con ella vino un escalofriante recordatorio: el 3 de noviembre está a la vuelta de la esquina.

Brenton Davis se ha abastecido de armas y municiones. Kathy Fatica está considerando irse del país y está meditando las opciones para obtener una doble ciudadanía. La mañana en la que Estados Unidos se enteró que el presidente había dado positivo en la prueba de un virus peligroso, Eric Hawes tuvo el mismo sentimiento que ha tenido durante semanas sobre el futuro: “Será un infierno pase lo que pase”.

Desde 2016, cuando el condado de Erie le otorgó una ligera mayoría de sus votos a Donald Trump tras ser durante años un bastión demócrata, este pedazo del noroeste de Pensilvania ha sido visto como un indicador muy preciso del clima político nacional.

Estados Unidos está separado en dos bandos políticos mutuamente desconfiados, pero en Erie, ambos bandos se sientan lado a lado: son amigos, vecinos y familiares que viven y trabajan juntos, pero no pueden comprender por qué el otro piensa de esa manera. A últimas fechas, Erie está tapizada de pancartas y carteles de campaña, una cuadra por lo general enfrentada a la siguiente, en una postura de batalla confirmada por varias encuestas nacionales que revelan que la proporción más alta de estadounidenses en décadas —más de cuatro de cada cinco— cree que el resultado de estas elecciones “realmente importa”.

Pero a medida que los días se acercan más a noviembre, existe un sentimiento notablemente bipartidista: el temor.

“Ya que claven el cuchillo”, dijo Marlay Shollenberger, de 33 años, sobre la elección que se avecina y toda la aterradora discordia que podría acompañarla. “Esa es más o menos mi actitud actual”.

Los estadounidenses, que ya están enfrentando el resurgimiento del virus y el creciente costo de una economía en pandemia, ven los meses venideros con un presentimiento desalentador. No hay límites para la imaginación sombría de los escenarios: el resultado de la votación en sí mismo, las acusaciones de fraude electoral desenfrenado por parte de Trump durante el debate de la semana pasada, la amenaza de unas elecciones robadas, el miedo a los enfrentamientos violentos que podrían darse si el conteo de votos se prolonga.

El país se despertó el 2 de octubre con la noticia de que el presidente tenía coronavirus. Por la noche, fue hospitalizado. Las novedades desalentadoras no se han detenido, aunque exista un límite en la cantidad que el país puede digerir. Aproximadamente siete de cada diez estadounidenses creen que el país va en la dirección equivocada, según una encuesta realizada el mes pasado por The Associated Press-Centro NORC para la Investigación de Asuntos Públicos, un porcentaje comparable al de hace cuatro años. Sin embargo, ahora existe además una sensación de que el país se está derrumbando.

Hawes, de 47 años, lamenta el día en que vendió la mayoría de sus armas. Su inquietud con respecto a noviembre es una de las pocas cosas en las que él y su padrastro, Tom Ulrich, de 73 años, un demócrata acérrimo, están de acuerdo en el tema de las elecciones.

“Podría haber muchos problemas en las calles”, dijo Ulrich. “Olvídense de los tribunales, estoy hablando de las calles”.

Para Ulrich, un veterano condecorado de la guerra de Vietnam que trabajó durante más de tres décadas en la planta local de General Electric, los riesgos no podrían ser mayores. Ulrich opina que Trump se ve abiertamente hambriento por convertirse en “un maldito dictador”; Joe Biden parece ser una opción decente, dijo, pero Ulrich se quedaría “afuera en medio de una tormenta de nieve durante 10 horas” para votar en contra de este presidente, sin importar quién fuera la alternativa.

Ulrich no es el único que tiene este sentido de urgencia. La junta electoral del condado ha enviado más de 45.000 papeletas solicitadas de votación por correo, 10.000 más que en las primarias. Y las solicitudes siguen llegando por montones. Aún faltan más de tres semanas para la fecha límite de solicitud de boletas por correo.

Hawes concuerda con su padrastro sobre los riesgos. Al igual que la mayoría de otros simpatizantes de Trump, cree que su candidato triunfará. Sin embargo, sigue siendo pesimista.

“En este momento estamos en un punto crucial”, dijo. Actualmente suspendido por discapacidad, con una carrera militar coartada por lesiones sufridas en el entrenamiento de paracaidistas, Hawes se aferra firmemente a su identidad como veterano. Conversa con grupos de veteranos y mantiene contacto con miembros retirados del servicio por medio de Facebook. Muchos de ellos ven la posible victoria de Biden, dijo, como una aceleración de un lento golpe de Estado “marxista, socialista” que los manifestantes de izquierda han mantenido vivo. “Es aterrador”, afirmó, “realmente lo es”.

Sin embargo, aunque tanto padre como hijo temen una catástrofe si su candidato predilecto pierde, ninguno se siente particularmente optimista acerca del futuro, aún con el triunfo de su candidato.

“Voy a ser honesto contigo”, dijo Hawes. “No creo que las cosas vayan a mejorar si Trump resulta reelecto”.

La pregunta que mortifica a Hawes es si el país se ha fragmentado a un grado irreversible. Esta es la misma pregunta que suelen plantearse los votantes en Erie que creen que Trump es el culpable.

En Union City, una pequeña ciudad que se ha visto afectada a lo largo de los años por el cierre de fábricas y plantas, un comando de campaña de Biden abrió sus puertas en agosto. Fue la primera oficina de campaña presidencial que ha aparecido en la ciudad en mucho tiempo, si es que alguna vez hubo alguna. En cuestión de dos semanas, una oficina de campaña de Trump abrió a unos metros en la misma cuadra y aparecieron enormes carteles del mandatario por todo el galpón vacío de la calle de enfrente.

Kelly Chelton, de 58 años, voluntaria en la oficina de Biden, tiene una relación amistosa con la mayoría de las personas en la oficina de Trump; uno de sus yernos es voluntario allí. Sin embargo, afirmó que sus compañeros de campaña han recibido insultos y amenazas en las últimas semanas. Hay mucha más tensión en la ciudad de la que hubo alguna vez en torno a unas elecciones presidenciales.

“Me preocupa el momento en el que anuncien los resultados”, dijo Chelton. “Me preocupa que puedan ponerse un poco revoltosos”.

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