La región es de importancia estratégica en logística, banca y comercio. También es geográficamente muy cercana a Estados Unidos.
CIUDAD DE MÉXICO — China ofreció a Jamaica préstamos y asesoría para construir kilómetros de nuevas carreteras. En todo el Caribe ha donado equipo de seguridad a las fuerzas militares y policiales y ha tendido una red de centros culturales chinos. Y, debido a la pandemia, ha despachado grandes cargamentos de equipos de pruebas, mascarillas y ventiladores para que los gobiernos puedan responder mejor.
Las iniciativas son parte de un discreto pero asertivo impulso en los últimos años para extender la huella y la influencia de China en la región a través de préstamos y asistencia gubernamental, inversiones de empresas chinas así como esfuerzos diplomáticos, culturales y de seguridad.
Pero mientras que los gobiernos de la región han acogido el interés de Pekín, el gobierno de Donald Trump ha visto la creciente presencia China —y el desafío potencial que representa para la influencia de Washington en la región– con desconfianza y preocupación. Los mercados del Caribe son por lo general pequeños y la mayoría de los países carecen de las considerables reservas de minerales y otras materias primas que a menudo llaman la atención de China. Pero, según los analistas, la región tiene una importancia estratégica como centro de logística, banca y comercio y podría ser muy valiosa en términos de seguridad en un conflicto militar debido a su proximidad con Estados Unidos.
“Hay muchas razones de reafirmación que van más allá de los estados de resultados”, dijo R. Evan Ellis, profesor investigador de estudios latinoamericanos en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra de Estados Unidos. “China comprende intuitivamente la importancia estratégica de dicho espacio”.
Los esfuerzos de China en la región son parte de su estrategia global para forjar profundos lazos económicos y relaciones diplomáticas fuertes en todo el mundo, en parte a través de la construcción de megaproyectos de infraestructura bajo su ambiciosa Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda.
Una motivación clave para la estrategia caribeña de China también es atraer al resto de los países que oficialmente reconocen a Taiwán en lugar de a China, la mayoría de los cuales se encuentran en el Caribe y América Latina, dijo Richard L. Bernal, profesor de las Universidad de las Indias Occidentales en Jamaica y exembajador jamaicano en Estados Unidos.
China considera que Taiwán forma parte de su territorio y hace mucho busca reducir la cantidad de países que lo reconocen. Pero en los últimos tiempos, la presencia internacional de Taiwán ha aumentado en parte debido a su agresiva respuesta a la pandemia del coronavirus.
“El objetivo de China es eliminar gradualmente el reconocimiento de Taiwán”, dijo Bernal.
El creciente interés de China se ha traducido en una ayuda muy necesaria para las naciones caribeñas que tienen serias necesidades de infraestructura, pero cuyo acceso al financiamiento para el desarrollo está limitado por su estatus de países medianos.
Los préstamos de bajo interés del gobierno chino que suman más de 6000 millones de dólares en 15 años han financiado grandes proyectos de infraestructura y otras iniciativas en todo el Caribe, de acuerdo con el Diálogo Interamericano, una organización de investigación con sede en Washington. El total aumenta a 62.000 millones de dólares si se considera la asistencia otorgada a Venezuela, gran parte de la cual se asignó a cambio de suministros de petróleo a largo plazo.
Durante el mismo período, las empresas chinas han invertido en puertos y logística marítima, empresas mineras y petroleras, en las industrias azucarera y maderera, en centros turísticos y proyectos tecnológicos. Entre 2002 y 2019, el comercio entre China y el Caribe se multiplicó por ocho, dijo Ellis, el profesor de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos.
El impulso de China por hacerse de aliados y negocios ha generado críticas, sobre todo en Estados Unidos y Europa occidental, que han dicho que la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda es depredadora. En 2018, Sri Lanka no pudo pagar los préstamos chinos y tuvo que dejar su puerto principal en manos de China.
Pero para los analistas que siguen de cerca la actividad de China en el Caribe, no hay evidencia de que en la región haya una trampa de deuda como en el caso de Sri Lanka, aunque sí existe preocupación en torno a la sustentabilidad de parte de la deuda que los gobiernos caribeños han asumido.
“Los préstamos no son solo negocios económicos, también son un modo de construir buena voluntad”, dijo Bernal, el profesor en la Universidad de las Indias Occidentales.
Jamaica, que ha surgido como el ancla de las actividades chinas en el Caribe, ha recibido más préstamos gubernamentales que cualquier otro país insular del Caribe, según el Diálogo Interamericano, que monitorea de cerca el financiamiento público chino en la región.
En los últimos 15 años, Pekín le ha prestado a Jamaica unos 2100 millones de dólares para construir carreteras, puentes, un centro de convenciones y viviendas, según la organización. Los donativos han financiado un hospital infantil, escuelas y un edificio para el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otros proyectos, según el Instituto de Planeación de Jamaica.
Y la inversión directa de las empresas chinas en Jamaica ha vertido más de 3000 millones de dólares en proyectos como la minería de bauxita y la producción azucarera, según atribuyen las noticias locales a los líderes de negocios chinos.
En noviembre pasado, el gobierno de Jamaica anunció que dejaría de negociar nuevos préstamos con China como parte de un esfuerzo por reducir la deuda rápidamente, pero que seguiría cooperando con China en los megaproyectos de infraestructura a través de sociedades público-privadas, entre otros acuerdos.
No obstante, los funcionarios jamaicanos dicen que los préstamos chinos pendientes no suponen una carga extraordinaria para el país: representan solo alrededor del 4 por ciento de la cartera total de préstamos de Jamaica y según lo programado serían reembolsados dentro de una década.
La cooperación en materia de seguridad ha sido otra área en la que China ha ampliado su influencia en el Caribe, e incluye donativos de equipo a fuerzas policiales y militares así como programas de entendimiento cultural, como la expansión de su red de institutos Confucio. Dichos institutos ofrecen educación en el idioma así como programación cultural, pero han sido acusados de difundir propaganda del gobierno chino.
La pandemia ha permitido que China refuerce estas relaciones aún más al donar o vender equipo de protección personal en lo que se conoce ahora como “diplomacia de la mascarilla”. El ministro de Exteriores, Wang Yo, prometió en julio que China otorgaría mil millones de dólares en préstamos para acceso a las vacunas en países de América Latina y el Caribe.
Incluso al aumentar su presencia en la región, China ha evitado desafiar directamente a Estados Unidos a través de retórica o iniciativas militares o políticas, dijo Ellis.
Sin embargo, el ascenso de China en el Caribe llevó al gobierno de Trump a promover vigorosamente sus propios programas de desarrollo, entre ellos “Crecimiento en las Américas”, una iniciativa de inversión lanzada el año pasado que muchos analistas consideran es una respuesta directa a los esfuerzos diplomáticos y comerciales en el Caribe y América Latina.
Y en octubre, una delegación del gobierno de Trump visitó Surinam, Guyana, Jamaica, Haití y República Dominicana para pregonar la inversión privada estadounidense.
Estados Unidos también ha aumentado sus advertencias a los aliados en la región sobre los riesgos de hacer negocios con Pekín, al subrayar lo que dice son peligros potenciales de la relación, desde la construcción de mala calidad hasta los préstamos abusivos y el espionaje.
En semanas recientes, el embajador estadounidense en Jamaica, Donald Tapia, advirtió contra la instalación de las redes móviles de quinta generación hechas por Huawei y ZTE, dos empresas chinas, en una publicación de Twitter que decía que “Huawei tiene un historial de espionaje, robo y apoyo a regímenes autoritarios”.
En noviembre pasado, en una entrevista con el Jamaica Gleaner, Tapia llamó a China “un dragón con dos cabezas”, según el diario.
Durante una visita a Jamaica en enero, el secretario de Estado Mike Pompeo dijo que era “tentador aceptar dinero fácil de lugares como China”.
“¿Pero de qué sirve si alimenta la corrupción y socava el estado de derecho?”, preguntó. “¿De qué sirven esas inversiones si en realidad arruinan el medio ambiente y no crean empleos para tu pueblo?”.
El embajador de China en Kingston, respondió en un comunicado a los comentarios de Pompeo y dijo que había profundizado su relación con los estados del Caribe “con base en el respeto y la igualdad mutuos y el beneficio mutuo”. Y acusó a Estados Unidos de buscar peleas.
“Pareciera que algunos políticos de Estados Unidos no pueden ir a ninguna parte sin atacar a China y empañar la reputación de China, causando incendios y azuzando las llamas y sembrando discordias”, decía. “Pueden seguir hablando si así desean pero nosotros continuaremos dando el ejemplo. El mundo sabrá claramente quién causa líos y quién intenta hacer un cambio”.
La competencia cada vez mayor entre las dos superpotencias ha puesto a las naciones caribeñas en una posición incómoda y no quieren verse obligadas a tomar partido, dijo Pepe Zhang, director asociado del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Consejo Atlántico.
“Quieren ser capaces de trabajar tanto con Estados Unidos y China en áreas que tienen sentido”, dijo. “Y creo que eso es algo que será incluso más cierto ahora que la región atraviesa una recesión económica muy difícil”.
Kirk Semple es un corresponsal de The New York Times que cubre México, Centroamérica y el Caribe. Está basado en Ciudad de México. @KirkSemple