PHOENIX, Arizona — Los demócratas pensaron que con eso bastaría.
Después de cuatro años del enfoque draconiano de las políticas migratorias y mensajes divisorios de Trump, la campaña de Biden en esencia cortejó a los votantes latinos recordándoles que Joe Biden no era Donald Trump, que, si se sentían un blanco de los Estados Unidos de Trump, un voto por Biden iba a cambiar eso.
Ese argumento resonó en muchos latinos, quienes este año se convirtieron por primera vez en el segundo grupo con mayor cantidad de votantes.
“Ha atacado a las personas como yo”, opinó Taylor Valencia, una maestra de primer año de primaria de 23 años, quien se presentó a votar en persona el martes antes del amanecer en Guadalupe, Arizona, una ciudad con predominancia latina que está cerca de Phoenix. “Toda su presidencia es un ataque a mis valores morales y a quién soy”.
Sin embargo, para otros, Trump los hizo sentir parte de Estados Unidos, no su blanco.
“He estado en este país desde que tengo 9 años, he vivido muchas cosas y soy estadounidense”, comentó Teresita Miglio, una contadora sexagenaria que migró desde Cuba y asiste a una iglesia evangélica en Miami, donde Trump habló en enero. “El aborto es la prueba de fuego, Jesús es mi salvador y Trump es mi presidente”.
En este momento, Biden es el presidente electo y, aunque promete trabajar “tan duro para quienes no votaron por mí como para los que sí”, como dijo en su discurso de victoria del sábado, debe enfrentar el hecho de que Trump en realidad mejoró su proyección entre los latinos votantes, de una cifra menor a un 30 por ciento en 2016 a cerca de una tercera parte este año, de acuerdo con encuestas de salida y sondeos a votantes.
Los demócratas perdieron Florida, en parte por un deslucido apoyo de los votantes latinos. En esencia, no les fue mejor de lo que les suele ir en Texas, en parte porque los votantes hispanos de Valle del Río Grande se inclinaron de una forma contundente a favor del Partido Republicano. Sin embargo, en Arizona, el estado natal de Barry Goldwater y el que fuera un bastión conservador, donde Biden tiene una ligera ventaja, los demócratas tendrán ambas curules del estado al Senado por primera vez en décadas, impulsados por votantes jóvenes y progresistas de origen latino.
Durante años, muchos demócratas han supuesto que la demografía es un destino, pues creen que los latinos votarán por ellos con la misma constancia que los votantes negros. Esperaban que una población latina en crecimiento transformara el panorama político y le diera una ventaja al partido en el suroeste.
En estas elecciones, ese sueño chocó con la realidad, pues los resultados confirmaron algo evidente a partir de conversaciones con cientos de votantes latinos en decenas de escenarios, desde los primeros días de las elecciones primarias demócratas hasta las largas horas del conteo de votos en Arizona la semana pasada: el voto latino está muy dividido y siempre iba a ser insuficiente postularse como alguien distinto de Trump.
En un mitin de Trump celebrado el otoño pasado en Río Rancho, Nuevo México, Martha García fue parte de una multitud en su mayoría hispana que esperó horas bajo el sol abrasador para escuchar al presidente (muchos de los presentes llevaban gorras con la leyenda “Hagamos a Estados Unidos grandioso de nuevo”). García comentó que estaba de acuerdo con su duro lenguaje sobre el tema de la inmigración: “Necesitamos cuidar a la gente que ya está aquí”.
Al este de Las Vegas y en Los Ángeles, los jóvenes progresistas desconcertados con las derrotas de los supermartes del “Tío Bernie” —el senador Bernie Sanders— permanecieron activos políticamente por primera vez. A inicios de este año, en una megaiglesia evangélica de habla hispana en Miami, el pastor le ofreció su bendición al presidente para la campaña de reelección. Y en el sur de Phoenix, en la víspera de las elecciones, el fin de semana pasado, se reunieron unos abuelos para apoyar al candidato demócrata y presumir sus Impalas personalizados y achaparrados en un evento llamado “Low Ridin’ With Biden”.
Para los latinos, por sobre todo lo demás, fue una elección que encendió los sentimientos relacionados con Trump.
Esto no fue lo que los demócratas, y en específico la campaña de Biden, supusieron que era.
“Fuimos en la dirección contraria y queremos asegurarnos de que eso no vuelva a suceder”, señaló Julián Castro, el único candidato latino en las primarias presidenciales de 2020 del Partido Demócrata.
Según Castro, durante meses, advirtió en público sobre los riesgos que tendría para los demócratas no invertir lo suficiente en los votantes latinos, en particular en Texas. Castro mencionó que, incluso con la victoria de Biden, le preocupaba que el partido se encontrara “ganando la batalla pero perdiendo la guerra”.
El sábado, la representante Alexandria Ocasio-Cortez, una demócrata de Nueva York y una de los miembros latinos más prominentes del Congreso, fue crítica con los esfuerzos de su partido por conectar con los votantes latinos. “No creo que nuestro partido alguna vez en la historia haya hecho un trabajo en serio”, opinó, para describir una preocupación que considera que solo se presenta el año de las elecciones. “Eso no es aceptable para ninguna comunidad. No sé por qué es aceptable para tantas comunidades de color”.
En 2020, ambos candidatos sabían que los votantes latinos tendrían el poder de ser decisivos y ambas campañas se enfocaron en ellos, a veces con poca sofisticación. Después de que varios candidatos comenzaron las primarias demócratas hablando en español en los escenarios de los debates, la estrategia dio un giro musical para las elecciones generales, o como algunos críticos la llamaron “Hispandering” (darles el gusto a los hispanos). Biden tocó la exitosa canción “Despacito” en el altavoz de su celular y la campaña de Trump mandó a hacer un video de salsa donde aparecían bailarines folclóricos mexicanos.
Durante meses, otros demócratas se quejaron sobre la lenta aproximación de la campaña de Biden hacia los latinos, aunque a la postre la campaña gastó una cifra récord de 20 millones de dólares en publicidad en radio y televisión de habla hispana, más del doble de los 9 millones de dólares de la campaña de Trump, de acuerdo con Advertising Analytics, una firma que monitorea los anuncios publicitarios. Y ambas campañas intentaron focalizar a los votantes con base en su origen regional y nacional: había anuncios con acentos cubano, puertorriqueño y mexicano.
Este año, Texas ni siquiera estuvo cerca de volverse demócrata. Durante décadas, más o menos entre el 25 y el 30 por ciento de los votantes latinos han elegido a los candidatos republicanos a nivel nacional, pero a muchos demócratas les alarmó en particular la pérdida de apoyo en el Valle del Río Grande, donde Biden ganó algunos condados fronterizos por márgenes significativamente menores que Hillary Clinton en 2016.
“Mucha gente está despertando”, comentó Kelly González, quien asistió a una fiesta del Partido Republicano con motivo de las elecciones en Harlingen, al sur de Texas, con su esposo, su hija de 1 año y su hijo de 7 años, cada uno ataviado de pies a cabeza con prendas en favor de Trump. En una región que alguna vez tuvo una confiable tendencia izquierdista, González opinó que los liberales —en particular los jóvenes— habían cambiado en los últimos cuatro años. “Dicen: ‘Dame esto, dame aquello’. No quieren trabajar por nada”, mencionó.
Minerva Simpson, lideresa de distrito de la Federación de Mujeres Republicanas de Texas y una de las anfitrionas de la fiesta, comentó que el presidente era crucial para la energía que percibía.
“Hemos visto una muy fuerte presencia latina”, comentó Simpson. “Nunca había visto un movimiento así en mi cultura, y todo se debe a Trump”.
Tampoco pareció que los demócratas consideraran la efectividad de los esfuerzos de Trump por vincular a su partido con el socialismo, en especial entre los votantes estadounidenses de origen venezolano y cubano en Florida.
La campaña de Biden sí reconoció su potencial debilidad con los cubanos y los venezolanos, pero esperaba que el apoyo de los jóvenes latinos, en particular de los puertorriqueños, pudiera marcar la diferencia. Para defender su postura en Florida y otras partes, la campaña enfatizó la realidad de las tasas desproporcionadamente altas de contagios y muertes por el coronavirus y del sufrimiento económico en la población latina, así como el mal manejo que hizo el presidente de la pandemia. Uno de los últimos anuncios que presentó la campaña en estados pendulares, entre ellos Florida, Arizona y Nevada, se enfocó en la política para separar familias del gobierno de Trump.
No obstante, el hecho de que Biden esté en camino hacia la Casa Blanca no es motivo de celebración en cuanto al involucramiento de los votantes latinos, de acuerdo con quienes trabajan en ese tema.
“No estamos eligiendo a nuestro salvador, estamos eligiendo a nuestro oponente”, opinó Marisa Franco, directora ejecutiva de Mijente, una organización que defiende los derechos humanos de los latinos y en un inicio respaldó a Sanders, para referirse al trabajo de su agrupación en 2020. “La campaña de Biden tal vez haya elegido no invertir tiempo en los vecindarios de clase trabajadora, migrante y de gente de color, pero ahí es exactamente de donde viene su victoria y por donde deben empezar las soluciones por las que debe abogar”.