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Los liberales imaginaban una coalición multirracial. Los votantes tenían otras ideas.

Los liberales imaginaban una coalición multirracial. Los votantes tenían otras ideas.
Foto: Doug Mills/The New York Times

La propuesta parecía hecha a la medida para uno de los estados más diversos y liberales de la nación. Los funcionarios de California les pidieron a los votantes que anularan una prohibición de 24 años a la discriminación positiva en la educación, el empleo y la contratación.

La clase política y cultural del estado trabajaron en conjunto para que esta propuesta apareciera en la boleta electoral. El gobernador, un senador, miembros del Congreso, directores universitarios y líderes por los derechos civiles describieron esto como una rectificación de errores pasados.

“Las mujeres y las personas de color siguen estando en gran desventaja en casi todos los parámetros”, escribió The Los Angeles Times en un artículo de fondo para respaldar la propuesta.

Sin embargo, el día de las elecciones, la propuesta perdió por un amplio margen, del 57 al 43 por ciento, y los votantes latinos y asiático-estadounidenses fueron cruciales para su derrota. El resultado reflejó la brecha que hay entre la visión que expone la esfera liberal en California, que desde hace mucho ha imaginado la creación de una coalición multirracial y multiétnica que defendiera causas progresistas, y los sentimientos de muchos votantes negros, latinos, asiáticos y árabes.

Se vieron otras versiones de este rompecabezas en rincones sorprendentes de la nación el día de las elecciones, cuando sectores de electorados de una raza u origen étnico específicos se separaron de la corriente y derribaron las expectativas de los demócratas.

“No deberíamos pensar en la demografía como un destino”, dijo el profesor Omar Wasow, quien estudia temas de política y patrones de votación en la Universidad de Princeton. “Estos grupos son mucho más heterogéneos que un monolito y, por lo general, las campañas terminan construyendo su propia coalición idiosincrática”.

Muchos californianos asiático-estadounidenses se pronunciaron en contra de la medida de discriminación positiva. Una asombrosa cifra de estudiantes de Asia oriental y meridional han sido aceptados en universidades selectas del estado, y sus familias comentaron a reporteros que temían que sus hijos sufrieran si se le daba menos peso al mérito en el proceso de admisión universitaria. Esa batalla hizo eco de otra que se libró en los últimos años en la ciudad de Nueva York, donde los esfuerzos de un alcalde blanco y liberal para aumentar el número de estudiantes negros y latinos en bachilleratos selectivos enfureció a las familias de clase media y trabajadora del sur y este asiático cuyos hijos habían logrado entrar a esas escuelas de manera masiva.

“La política demócrata de California tiene más capas de lo que creen”, afirmó Lanhee Chen, miembro de la Institución Hoover de la Universidad Stanford, de tendencia conservadora, y director de políticas para la candidatura presidencial de Mitt Romney en 2012. “La política identitaria tiene sus límites. En cuanto a la discriminación positiva, se percibe que a las personas les molesta que los progresistas las categoricen”.

Los latinos también parecen estar profundamente divididos. Algunas organizaciones latinas destacadas sin fines de lucro y defensoras de los derechos civiles respaldaron la propuesta de discriminación positiva a pesar de que los 14 condados de mayoría latina en California votaron en su contra.

Los latinos conforman más de la mitad de la población del condado de San Bernardino, aunque una cifra considerablemente menor acude a votar. Más de sus residentes votaron en relación con la propuesta de discriminación positiva que para elegir al presidente, y la rechazaron por un margen de 28 puntos porcentuales. En el condado rural de Imperial, en el extremo sureste del estado, el 85 por ciento de la población es latina. Los electores del lugar, que le dieron a Joe Biden una victoria de casi 27 puntos porcentuales, votaron en contra de la medida de discriminación positiva por 16 puntos porcentuales.

Estos resultados sugieren que los demócratas quizá deban ajustar su estrategia a medida que se esclarecen las complejidades en cuanto a clases, generaciones y vivencias, así como los deseos contrapuestos de estos grupos demográficos. Desde los inicios del siglo XXI, se ha vuelto ordinario que los dirigentes del partido hablen de una creciente marea demográfica destinada a impulsar el ascenso al poder de los demócratas. Se entiende que esa coalición liberal se apoya en una base de votantes blancos de clase media alta, junto con votantes negros, latinos y asiáticos de clase media y trabajadora.

A grandes rasgos, esa narrativa se mantuvo. El voto de los ciudadanos negros, junto con un vuelco en el voto de la población blanca de los suburbios, tuvo un papel crucial para la victoria demócrata en Georgia (aunque el margen fue tan estrecho que ahora se está realizando una auditoría en todo el estado). De la misma manera, los electores negros en Pittsburgh y Filadelfia votaron en cantidades abrumadoras por los demócratas —al igual que los residentes de los suburbios adinerados de mayoría blanca— con lo que ganaron Pensilvania y la elección nacional para el presidente electo Biden.

En Arizona, los votantes latinos acumularon amplios márgenes para Biden y le dieron vuelta al estado a favor de los demócratas por primera vez desde 1996. El representante demócrata de Phoenix en el Congreso, Ruben Gallego, ex infante de marina y egresado de la Universidad de Harvard, señaló que varias décadas de tácticas agresivas por parte de gobernadores republicanos y comisarios blancos habían detonado el activismo entre los jóvenes latinos que dominan la política en ese territorio.

“Los republicanos tuvieron suerte con el electorado latino en Florida y el sur de Texas, pero no aquí”, afirmó Gallego. “Nos politizan mucho. Solo es importante que los liberales blancos no nos impongan sus ideas y políticas”.

Sin embargo, además de esos éxitos, la elección planteó complicaciones entrelazadas para los demócratas. En Texas y Florida, en California y en Colorado (donde los sondeos a boca de urna de The New York Times mostraron que alrededor del 40 por ciento de los votantes blancos y el 38 por ciento de los electores latinos votaron por el presidente Donald Trump), la suposición de que la gente de color votaría como un bloque demócrata liberal demostró ser ilusoria.

John Judis es un escritor y académico liberal que en 2002 coescribió “The Emerging Democratic Majority”, que se convirtió en un texto influyente para aquellos que veían al Partido Demócrata como una creciente marea política. Desde entonces, se ha alejado un poco de esa idea.

“‘Gente de color’ es un término que ha sido adoptado por la izquierda cultural como una manera de argumentar que, si estos grupos votaron por los demócratas de manera proporcional en el pasado, lo harán de nuevo en el futuro”, comentó Judis. “No entiendo cómo se puede plantear ese argumento”.

Por supuesto que considerar al voto latino como monolítico excluye las políticas y las identidades étnicas sumamente distintas de personas que provienen de casi dos docenas de países en dos continentes. Lo mismo sucede cuando se examina el comportamiento de los votantes asiático-estadounidenses.

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