Las decisiones de cerrar negocios para frenar la pandemia de coronavirus asestaron un daño a la economía de Estados Unidos, pero el costo exacto de estas medidas no es tan claro como el hecho de que permitieron salvar vidas.
Investigadores de la escuela de negocios HEC Paris y de la Universidad de Bocconi en Milán hicieron sin embargo un sobrio cálculo: los cierres ordenados entre el comienzo de la pandemia en Estados Unidos en marzo y hasta mayo, salvaron 29.000 vidas -a un costo de 169.000 millones de dólares, alrededor de seis millones de dólares por persona.
“Por un lado los gobernadores salvaron vidas, pero por el otro redujeron la actividad económica”, dijo a la AFP Jean-Noel Barrot, profesor de HEC Paris.
Cómo enfrentar la pandemia se ha convertido en una pregunta irritante y políticamente cargada en Estados Unidos, donde el virus ha dejado más de 12,2 millones de contagios y casi 257.000 muertes.
Y los casos están resurgiendo por todo el país, llevando a varios estados a volver a implementar restricciones a los negocios.
Aunque Barrot advirtió que cambios en el comportamiento de los estadounidenses podrían hacer esas nuevas restricciones a la actividad económica menos efectivas.
“A medida que la gente se haga, quizás, más responsable, y usen más mascarillas y tomen otras medidas, el efecto que estamos viendo en las infecciones probablemente vaya a bajar”, dijo.
Cierres sin precedentes
Las restricciones ordenadas en marzo fueron aplicadas a distintos niveles por gobiernos regionales y locales, pero causaron efectos sin precedentes a la principal economía mundial, generando un debate sobre el rol de los gobiernos a forzar a los ciudadanos a cambiar su modo de vida en nombre de la salud pública.
Los críticos dicen que las restricciones, que fueron relajadas a distintos niveles en la primavera y el verano boreal, constituyen un costoso asalto a la libertad personal, mientras que sus promotores aseguran que son una de las formas de contener a este incontrolable virus.
Un estudio de junio publicado por Nature estableció que sin el distanciamiento social y las restricciones a los negocios, Estados Unidos habría alcanzado los 5,2 millones de casos tan pronto como a principios de abril, en lugar de los 365.000 que acumulaba para ese momento.
Investigadores en la Universidad de Columbia concluyeron en tanto que más de 35.000 vidas podrían haber sido salvadas si tales medidas hubieran sido ordenadas solo una semana antes de mediados de marzo.
Y aunque no fueron tan estrictas como en otros países donde el confinamiento fue obligatorio y en algunos casos penalizado su incumplimiento, los efectos de las restricciones en la economía estadounidense se vieron prácticamente de inmediato.
Las solicitudes semanales de ayudas por desempleo se dispararon y casi 6,9 millones de personas aplicaron a este beneficio en la semana que terminó el 28 de marzo, mientras que la tasa de desempleo llegó al 14,7% en abril en comparación con el mínimo histórico de 3,5% que había marcado en febrero.
Usando información de la Universidad Johns Hopkins y de la oficina del censo de Estados Unidos, Barrot determinó que los distintos cierres ordenados costaron un 0,8% del total del Producto Interno Bruto del país, pero redujeron la tasa de muertes en el periodo estudiado en cerca de un cuarto.
Las decisiones de lo estados para reducir las restricciones y los paquetes de estímulo ayudaron a la economía a mejorar, llevando la tasa de desempleo a 6,9% en octubre y los pedidos semanales de ayudas por desempleo a unas 750.000 -aún superiores a los de la peor semana de la crisis financiera global de 2008-2010.
Y mientras Barrot aseguró que en esta segunda ola nuevas restricciones pueden ser menos efectivas a la hora de prevenir muertes, también estimó que seguirán siendo muy costosas.
“En lo que necesitamos pensar es en planes de contingencia para evitar tener que, por así decirlo, quemar mucho de nuestro bienestar colectivo para mantenernos con vida”, dijo Barrot.