Los rivales de Karabaj se adaptan a las nuevas fronteras

Los rivales de Karabaj se adaptan a las nuevas fronteras
Nagorno Karabaj. Foto: AFP.

“No hay miedo. Los soldados [armenios] están posicionados en la línea de alto el fuego, las tropas rusas están presentes”, dice Grigoryan a la AFP. “Pero estamos preocupados por el futuro”.

 

La cosecha de granadas está en pleno apogeo en un campo que Zhorik Grigoryan casi perdió en los recientes enfrentamientos entre Azerbaiyán y Armenia por la disputada región de Nagorno Karabaj, donde los habitantes se adaptan ahora a las nuevas fronteras tras el conflicto.

Las fuerzas azerbaiyanas estaban a solo 50 metros de las tierras de este agricultor, en el distrito oriental de Martuni, cuando un acuerdo de paz negociado por Moscú puso fin a semanas de enfrentamientos en la región y dio paso al despliegue de fuerzas de paz rusas.

“No hay miedo. Los soldados [armenios] están posicionados en la línea de alto el fuego, las tropas rusas están presentes”, dice Grigoryan a la AFP. “Pero estamos preocupados por el futuro”.

El agricultor de 73 años vigila de cerca a una docena de jóvenes de la aldea de Berdashen mientras llenan grandes sacos con estas frutas de color rojo oscuro, que se enviarán a la capital armenia, Ereván, para elaborar jugo y vino.

A poca distancia del campo de granadas, soldados azerbaiyanos y armenios hacen guardia cerca de una carretera que va de Martuni a Aghdam, un distrito en el norte que los separatistas armenios cedieron a Azerbaiyán.

A finales de septiembre estallaron nuevos enfrentamientos entre los exrivales soviéticos por Nagorno Karabaj, un enclave de población armenia que se libró del control de Azerbaiyán en una guerra en la década de 1990.

Según la tregua firmada el 9 de noviembre, Azerbaiyán recuperó partes de territorio que durante tres décadas estuvieron controladas por separatistas armenios.

No muy lejos de la carretera que lleva a Aghdam, una bandera de Azerbaiyán ondea en un poste sobre un puesto de guardia improvisado con solo una tienda y neumáticos apilados para proteger a un puñado de soldados de servicio.

En el lado opuesto, 15 soldados armenios también han establecido un campamento igualmente simple.

Los soldados se miran sin permitir que haya tensiones entre ellos.

“No hay problema”, dice el oficial Mishik Grigoryan, de 45 años, a cargo del puesto. “Estamos listos para defender nuestra tierra”.

– “No hay medios para luchar” –

A unos 200 metros de distancia, en una zona con cemento, las fuerzas de paz rusas tienen un puesto de control flanqueado por vehículos blindados.

La nueva frontera está marcada por estacas de madera de un metro de altura, con las puntas pintadas de rojo y blanco.

Como muchos armenios, a Grigoryan no le gustó el acuerdo de alto el fuego, con el que los separatistas perdieron el control de varios distritos que rodean Karabaj y la histórica ciudad de Shusha.

“No estoy satisfecho con el resultado de la guerra porque hemos perdido mucha gente y territorios”, dice Grigoryan con amargura.

Sus tres nietos estaban sirviendo en el ejército cuando estalló la guerra. Uno de murió y otro está herido en un hospital de Ereván. El tercero todavía está de servicio.

Otro pequeño campamento cerca de la carretera está a cargo de una docena de soldados armenios de entre 18 y 20 años, que vigilan a los azerbaiyanos desde detrás de un montículo de tierra de más de dos metros de altura.

Minas, un soldado, explica que nació en Ereván pero emigró a Crimea, una península en el Mar Negro anexada por Rusia en 2014. Una vez que estalló la guerra, decidió regresar y unirse a la lucha.

Aunque “lamenta” la forma en que terminaron los combates asegura que fue una batalla desigual.

“Fue difícil, no teníamos medios para luchar”, afirma, y habla de drones militares que atacaban sus posiciones en la línea de frente.

Muchos de sus compañeros murieron en las seis semanas de combates que se cobraron más de 4.000 vidas.

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