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Una carrera contrarreloj para rescatar un arrecife del cambio climático

Una carrera contrarreloj para rescatar un arrecife del cambio climático
Lo ideal sería que los arrecifes no necesitaran este tipo de intervenciones. Después de todo, han sobrevivido a huracanes desde hace milenios.

Cuando el huracán Delta tocó tierra en Puerto Morelos, México, en octubre, un equipo conocido como la Brigada esperó lleno de ansiedad a que el mar se calmara. El grupo, una selección de guías de turistas, instructores de buceo, guardaparques, pescadores e investigadores, tenía que sumergirse en el agua lo antes posible. El arrecife de coral que protege su ciudad —un bosque submarino de ramas vivas de caliza que amortiguó el poder destructivo de la tormenta— había sido afectado.

Ahora era su turno de ayudar al arrecife y no tenían mucho tiempo.

“Somos como paramédicos”, dijo María del Carmen García Rivas, directora del parque nacional que supervisa el arrecife y líder de la Brigada. Cuando los corales rotos llegan arrastrados por las olas y se entierran en la arena, mueren al poco tiempo. Pero algunas piezas se pueden salvar si se vuelven a fijar al arrecife.

“Entre más días pasan, menos probabilidades tienen de sobrevivir”, afirmó.

La carrera para reparar el arrecife es más que una lucha ecológica, también es un experimento radical de finanzas. Al arrecife podría ser la primera estructura natural en el mundo con su propia póliza de seguro, de acuerdo con grupos ambientalistas y aseguradoras. Además, la fuerza del huracán Delta detonó el primer pago: de unos 850.000 dólares destinados a la reparación del arrecife.

El éxito o el fracaso de este experimento podría influir en que otras comunidades de todo el mundo usen una nueva herramienta que conjunte la naturaleza con las finanzas a fin de crear una protección contra los efectos del cambio climático. La respuesta al Delta fue una primera prueba.

Cuando la Brigada vio su arrecife, que se extiende 27 kilómetros al sur de Cancún y alberga coral cuerno de alce en peligro crítico de extinción, estaba devastado. Estructuras del tamaño de bañeras estaban volteadas hacia abajo. Los tallos de coral estaban caídos como árboles talados. Incontables fragmentos más pequeños de corales rotos cubrían el lecho marino.

A bordo de la embarcación, hormigoneras preparaban una pasta especial que los nadadores con esnórquel transportaban hasta los buzos que pasaron horas bajo el agua fijando los trozos de coral de nuevo al arrecife. Usaron bolsas inflables para darles la vuelta a grandes formaciones que fueron volcadas por la tormenta y recolectaron fragmentos para sembrar nuevas colonias.

Los miembros de la Brigada, la mayoría voluntarios, se regocijaron cuando varios peces Damisela brillantes nadaron a toda velocidad al interior de las grietas reparadas incluso antes de que la pasta se endureciera. Pero había mucho que hacer y muy poco tiempo.

Al final de un día extenuante, Tamara Adame, instructora de buceo y guía, se preguntó si el pequeño equipo podría hacer una diferencia. “¿En realidad es relevante que yo esté aquí todo el día recolectando trozos de coral?”, se cuestionó.

‘Como tener agua en el desierto’

Así como una casa está asegurada en caso de incendio o un auto en caso de choque, el año pasado, un tramo de 165 kilómetros de la costa, que incluye el arrecife, fue asegurado contra huracanes con una velocidad de viento de 185 kilómetros por hora o más, lo cual equivale a una tormenta de categoría 3.

La póliza no tardó en demostrar su utilidad: el huracán Delta arrasó con el arrecife en octubre. El gobernador del estado de Quintana Roo anunció el pago en una transmisión en vivo por Facebook: 17 millones de pesos.

Lo ideal sería que los arrecifes no necesitaran este tipo de intervenciones. Después de todo, han sobrevivido a huracanes desde hace milenios.

Sin embargo, en Quintana Roo, así como en muchas partes del mundo, los humanos han debilitado el coral, animales diminutos con tentáculos que secretan capas de caliza a fin de construir esqueletos externos para sí mismos. El aumento de la temperatura del mar, la acidificación del océano, la contaminación de aguas residuales y la pesca excesiva dejan al coral más vulnerable al impacto de los huracanes.

Además, los huracanes mismos se están volviendo más fuertes debido al cambio climático. Este año, se vio la mayor cantidad en la historia documentada de tormentas con nombre en el Atlántico.

Los defensores del medioambiente y las aseguradoras detrás de esta iniciativa esperan que se convierta en un modelo para la protección de otros litorales extensos, ya sea en Florida o Indonesia, a fin de asegurar no solo a los arrecifes de coral sino a los manglares, las marismas de agua salobre y otras barreras naturales ante tormentas. Estas defensas de origen natural protegen las propiedades y la biodiversidad de la costa al mismo tiempo.

“Tener esta póliza de seguro de verdad es como tener agua en el desierto”, dijo Efraín Villanueva Arcos, secretario de Ecología y Medioambiente de Quintana Roo, que está al frente de un fideicomiso que determina cómo se invierte el dinero. Sin ella, afirmó, el gobierno habría batallado mucho para financiar las labores de reparación.

Algunos científicos y ambientalistas señalan inquietudes filosóficas y prácticas. Se quejan de que la póliza reduce el arrecife a un producto. Desvía a empresas privadas fondos que podrían usarse directamente para proteger a las poblaciones locales y al medioambiente. No puede hacer frente a las amenazas de más largo plazo que supone el cambio climático y que están acabando con el arrecife de cualquier modo.

Pero “si queremos cambiar nuestro impacto en la naturaleza tenemos que empezar a pensar en términos económicos”, declaró Fernando Secaira, especialista en reducción de riesgos y resistencia al clima en The Nature Conservancy, que ayudó a presentar la póliza de seguro.

Cada fragmento es ‘una posible colonia’

“Brigada, trataremos de salvar todo lo que podamos”, escribió García Rivas en la cadena de mensajes de WhatsApp del grupo, intentando animar a su equipo agotado para la siguiente jornada de trabajo. “Cada fragmento es una posible colonia. ¡¡No se rindan!!”.

Los residentes ofrecieron botes, alimentos y su asistencia, pero ella necesitaba más de todo. Y se dio cuenta de que solo tenían un mes para completar la primera fase (reparar, estabilizar y recolectar corales rotos) antes de que esas piezas estuvieran demasiado dañadas para salvarlas. Además, aunque escuchaba que el dinero de la póliza de seguro estaba en camino, se preguntaba qué tan pronto llegaría.

Para cubrir los costos inmediatos de combustible y alimentos, Secaira de The Nature Conservancy aprobó 1000 dólares de otro fondo y García Rivas aportó dinero de su propio bolsillo. “Afortunadamente, no tengo hijos que alimentar, así que tengo algo ahorrado”, dijo.

La Brigada fue creada en 2018. Sus miembros se unieron como voluntarios, pero la idea era que si un huracán impactaba, el dinero de un pago los ayudaría a salir adelante mientras los turistas se mantenían alejados.

No obstante, la pandemia de COVID-19 complicó todo. El turismo había estado muerto durante meses antes de que el huracán Delta impactara, pero justo cuando la restauración del arrecife comenzó, los visitantes comenzaron a regresar poco a poco. Eso significó que algunos miembros de la Brigada, como Adame, la instructora de buceo, de pronto tenían clientes de nuevo. “No podía rechazar el trabajo”, dijo. “Realmente necesitaba los ingresos”.

Solo podía pasar dos días con la Brigada. De hecho, de los 36 miembros de la Brigada, menos de la mitad participaban en un día cualquiera.

Los voluntarios agotados completaron once días de trabajo de restauración antes de que un nuevo obstáculo los detuviera: otro huracán, Zeta, comenzó a avanzar hacia el golfo de México. Tocó tierra como una tormenta de categoría 1 (no suficiente para recibir un pago, aunque los residentes dijeron que impactó la costa con mayor fuerza).

Entonces, después de Zeta, continuó el mal tiempo, lo que les impidió entrar al agua durante trece agónicos días. Los miembros de la Brigada temían que su trabajo se perdiera.

Tan pronto como el puerto reabrió, se apresuraron a las áreas del arrecife que habían tardado más en reparar. Las partes estaban tan golpeadas que García Rivas tuvo dificultad para reconocer dónde estaba.

“Me sentí impotente”, dijo, “confundida con tanto desastre”. Sin embargo, una inspección más detallada mostró que aunque la periferia del arrecife era un caos, algo del trabajo que habían realizado en el centro había resistido el segundo huracán. “Cuando vi los fragmentos que habíamos pegado todavía fijos, tuve una sensación de esperanza”, mencionó.

Se pusieron a trabajar de nuevo.

Contratiempos y éxitos

A principios de diciembre, incluso los corales rotos tras el paso de Zeta apenas tenían la salud suficiente para ser rescatados. Aun así, la Brigada continuó con los esfuerzos. Hasta el momento, los miembros han fijado o adherido con cemento casi 12.500 fragmentos y renovado o estabilizado más de 2000 formaciones de coral más grandes.

“¡¡¡¡¡Brigada campeona!!!!!”, comentó con ánimo García Rivas en WhatsApp.

No obstante, sus esfuerzos revelaron la magnitud del desafío de restaurar los arrecifes después de los huracanes. Quedaron exhaustos al parchar secciones vitales pero limitadas. Otro equipo en Cancún realizó una intervención mucho más pequeña en aquella zona.

Además, el dinero de la póliza de seguro sufrió demoras que entorpecieron el trabajo. Pasaron dos o tres semanas antes de que el gobierno recibiera el pago y después casi otro mes para que el fideicomiso, compuesto por funcionarios gubernamentales junto con un representante de la industria turística, decidiera cómo distribuirlo.

“Si el dinero de la póliza de seguro hubiera estado disponible de una manera oportuna”, dijo Claudia Padilla, una investigadora del Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura en México, quien desarrolló los protocolos de respuesta ante el huracán de la Brigada y capacitó a sus miembros, “los resultados del esfuerzo de rescate podrían haber sido multiplicados en gran medida”.

Aun así, el dinero será destinado a su propósito planeado de restaurar, financiar proyectos a largo plazo como sembrar nuevas colonias y reabastecer la biodiversidad del arrecife. Además, Secaira de The Nature Conservancy cree que el resto del mundo verá a Quintana Roo como prueba de concepto.

En efecto, a medida que la Brigada laboraba en Puerto Morelos, una propuesta de ley en la legislatura de Guam buscaba evaluar la posibilidad de asegurar un arrecife allá. La capacitación está en proceso en otras ubicaciones en México, Belice y Honduras.

Pero no será fácil. La capacitación en Honduras tuvo que posponerse cuando el país fue impactado por dos huracanes, Eta e Iota, en un periodo de tan solo dos semanas. Fueron las tormentas con nombre número 28 y 30 del año en el océano Atlántico.

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