No hace mucho tiempo, Stephen Loy tenía muchos hábitos saludables. Tres o cuatro veces a la semana asistía a sesiones de entrenamiento, preparaba cenas nutritivas para su familia y sus refrigerios eran alimentos saludables como humus y pimientos.
No obstante, todo eso cambió cuando llegó la pandemia. Durante los cierres, cuando estaba atrapado en casa, sus niveles de ansiedad aumentaron. Dejó de ejercitarse y empezó a comer a causa del estrés. Se acabaron el humus y las verduras; en lugar de eso, sus refrigerios eran galletas, dulces y papas fritas. Comía más alimentos fritos y ordenaba comida para llevar en los restaurantes locales.
“Estábamos alimentando el alma más que el estómago”, afirmó Loy, de 49 años, quien vive en Baton Rouge, Luisiana, y es director ejecutivo de una incubadora de tecnología. “Nos asegurábamos de comer cosas que nos hicieran sentir mejor, no solo alimentos nutritivos”.
Una encuesta mundial realizada este año confirma lo que Loy y muchas otras personas experimentaron de primera mano: la pandemia del coronavirus y los cierres provocaron grandes cambios en los comportamientos saludables, incitando a la gente a reducir la actividad física y comer más comida chatarra. Esto elevó los niveles de ansiedad y afectó los hábitos de sueño. Según los hallazgos de los investigadores, las personas obesas, que de por sí enfrentan mayores riesgos de salud, podrían haber sufrido lo peor. Aunque solían presentar mejoras en algunos aspectos de sus dietas, como cocinar en casa con más frecuencia y comer fuera menos frecuentemente, también fueron los más propensos a informar que tenían problemas con su peso y su salud mental.
Los hallazgos, publicados en la revista Obesity, presentan una advertencia para muchos de nosotros, a medida que los casos de coronavirus siguen aumentando y se repiten los llamados para implementar cierres y otras restricciones. Ahora que faltan meses para que una vacuna esté disponible de forma generalizada y podamos reanudar nuestras rutinas prepandémicas de forma segura, podría ser un buen momento para evaluar los hábitos saludables que pudimos haber abandonado y encontrar nuevas maneras de ser proactivos con respecto a nuestra salud física y mental.
El estudio, realizado por investigadores del Centro de Investigación Biomédica Pennington en Luisiana, encuestó a casi 8000 adultos de todo el mundo, reuniendo a personas de 50 países y de todos los estados de Estados Unidos. Los investigadores descubrieron que el declive en los comportamientos saludables durante la pandemia y los cierres generalizados fue bastante común independientemente del punto geográfico en el que se encontraran.
“Las personas con obesidad fueron las más afectadas… y eso es lo que temíamos”, señaló Emily Flanagan, autora del estudio y becaria posdoctoral del Centro de Investigación Biomédica Pennington. “No solo comenzaron con niveles de ansiedad más elevados antes de la pandemia, sino que también presentaron el mayor aumento en los niveles de ansiedad durante la pandemia”.
Los hallazgos aclaran la manera exacta en que la gente alteró sus rutinas y comportamientos en respuesta a los cierres que se ordenaron en países de todo el mundo este año para frenar la propagación del virus. La pandemia interrumpió la vida cotidiana, aisló a las personas de sus amigos y familiares y generó una crisis económica, con decenas de millones de personas que perdieron sus trabajos o les redujeron sus ingresos de forma drástica.
De abril a principios de mayo, aproximadamente 7750 personas respondieron la encuesta, la mayoría de ellas de Estados Unidos, pero también de países como Canadá, Australia y Reino Unido. La edad promedio de los encuestados fue de 51 años y la mayoría fueron mujeres. Con base en sus índices de masa corporal, alrededor de una tercera parte de las personas tenían sobrepeso, otra tercera parte eran personas obesas y una última tercera parte se consideró de peso normal.
Los investigadores descubrieron que la mayoría de las personas se volvieron más sedentarias, lo cual probablemente estaba relacionado con una reducción en los viajes diarios al trabajo y con pasar más tiempo en el interior, según dijeron, pero incluso cuando las personas cumplían con rutinas de ejercicio, solían hacerlo con menor intensidad en comparación con la época anterior a la pandemia. Muchas personas también afirmaron que habían cedido a sus antojos: por ejemplo, aumentó el consumo de bebidas endulzadas y otros refrigerios azucarados.
Eso podría explicar otro hallazgo: alrededor del 27 por ciento de las personas aseguraron que habían aumentado de peso después de que los cierres iniciales entraron en vigor. La cifra fue aún mayor entre las personas clasificadas como obesas: alrededor del 33 por ciento dijo que había subido de peso, en comparación con el 24,7 por ciento de las personas consideradas de peso normal. Las personas que aumentaron de peso también presentaron los mayores descensos en la actividad física.
Hubo algunos aspectos positivos en los hallazgos. Aproximadamente el 17 por ciento de la población del estudio bajó de peso durante la pandemia; tal vez no sea sorprendente que hayan tendido a ser personas que aumentaron sus niveles de actividad física y mejoraron su alimentación. A pesar de comer más comida chatarra, muchas personas mostraron un aumento en sus “puntuaciones de alimentación saludable”, una medida de la calidad de su dieta general, que incluye aspectos como comer más frutas y menos alimentos fritos. Los investigadores señalaron que las mejoras generales en la dieta parecían estar impulsadas por el hecho de que los cierres incitaban a la gente a cocinar, hornear y preparar más alimentos en casa. Otras encuestas recientes también han mostrado un pronunciado aumento en la cocina y la repostería caseras este año, y muchas personas afirman que están descubriendo nuevos ingredientes y buscando formas de preparar alimentos más saludables.
No obstante, el aislamiento social puede afectar al bienestar mental, lo cual fue evidente en los descubrimientos. En promedio, las personas reportaron niveles de ansiedad significativamente más elevados. Alrededor del 20 por ciento dijo que los síntomas, como experimentar temor y no poder controlar o contener su preocupación, fueron suficientemente graves para interferir con sus actividades diarias. Cerca del 44 por ciento de las personas afirmó que sus patrones de sueño también habían empeorado durante la pandemia. En promedio, las personas informaron que se acostaban una hora más tarde de lo habitual y despertaban aproximadamente una hora más tarde de lo acostumbrado. Solo el 10 por ciento de las personas dijo que su descanso había mejorado desde que comenzó la pandemia.
Los mayores picos de ansiedad se produjeron entre las personas obesas. La razón no fue clara, pero un motivo pudo haber sido la preocupación por el virus. La encuesta se realizó en un momento en que los estudios empezaban a mostrar que el sobrepeso pone a las personas en un riesgo mucho mayor de ser hospitalizadas con COVID-19. “No tenemos información para respaldar esta afirmación, pero nuestra hipótesis es que presentaron mucha más ansiedad respecto a su propia salud”, dijo Flanagan. “Un temor mayor al virus seguramente aumentó sus niveles de ansiedad”.