Opinión: Esta es la prueba de nuestra vida

Opinión: Esta es la prueba de nuestra vida
ARCHIVO - Médicos tratan a un paciente de COVID-19 en Long Island Jewish Medical Center en Queens, 16 de mayo, 2020. (Victor J. Blue/The New York Times)

Esta debería ser una época de esperanza: pronto tendremos una vacuna muy eficaz contra el coronavirus y la pandemia debería perder fuerza en los próximos meses.

No obstante, es la peor temporada navideña de mi vida. Veamos:

— En nueve meses han fallecido por COVID-19 más estadounidenses que durante cuatro años en combate en la Segunda Guerra Mundial. El número de decesos supera los 292.000, en comparación con 291.557 defunciones de soldados en batalla en la Segunda Guerra Mundial.

— En ocasiones, estamos perdiendo a más estadounidenses por causa del virus en un solo día que los que murieron en los ataques de Pearl Harbor o del 11 de septiembre. Pero contrario a lo que dicen los memes sobre el virus que aparecen en internet, este virus no está generando los “días más letales” en la historia de Estados Unidos: en octubre de 1918, en una población mucho más pequeña, en promedio, más de 6000 estadounidenses murieron de gripe española todos los días durante todo el mes.

— Si se consideraran los estados de Estados Unidos como países, los lugares con las tasas de fallecimientos más elevadas per cápita serían: Eslovenia, Dakota del Sur, Dakota del Norte, Bulgaria, Iowa, Bosnia, Hungría, Croacia, Illinois, República de Macedonia, Rhode Island, Nebraska, Kansas, Arkansas, San Marino.

Una pandemia es una prueba de la gestión de un país, y es una prueba que Estados Unidos ha reprobado. Gran parte de esto se debe a la falta colosal de liderazgo del presidente Donald Trump, pero también refleja un profundo escepticismo hacia la ciencia y la proclividad a ser irresponsables , como rehusarse a usar cubrebocas.

El desmoronamiento de Estados Unidos fue captado hace unos cuantos días en el video de la reunión de un consejo de salud distrital en Idaho en la que se debatía sobre la orden de usar cubrebocas. Uno de los miembros, Diana Lachiondo, recibió una llamada de emergencia y, muy alterada, interrumpió el debate.

“Mi hijo de 12 años está en casa solo en este momento y hay unos manifestantes golpeando la puerta”, dijo tan angustiada, que es difícil distinguir sus palabras exactas. “Me voy a casa”.

El aterrado chico y su hermano de 8 años estaban solos en la casa (su abuela había llevado a pasear al perro) cuando llegaron manifestantes armados, gritando, tocando cornetas y llamando tirana a su mamá… por intentar salvar vidas con cubrebocas.

“Estoy triste”, Lachiondo publicó más tarde en Facebook. “Estoy cansada… existe una fealdad y una crueldad en nuestra retórica nacional que está convirtiéndose en un discurso febril aquí en casa, y eso debería preocuparnos a todos. Pero, sobre todo, estoy aterrada por la tendencia actual del virus”.

Luego añadió: “Hago un llamado a los dirigentes republicanos que han politizado la salud pública, que han intensificado la retórica, se han beneficiado de ella, y tácitamente la han respaldado mientras van de la mano con las facciones más extremas de su partido. Fíjense bien en lo que se han convertido. Hace mucho que ya era hora de hacer mejor las cosas”.

Históricamente, las crisis a nivel nacional siempre han alterado el tejido social. La peste negra dio origen a los ataques a los judíos y las malas cosechas provocaron los juicios por brujería. También en la actualidad, demasiados políticos y gente común y corriente menosprecian la ciencia o cualquier pizca de responsabilidad personal, polarizan el país y confunden a sus conciudadanos.

“Que se reactive Estados Unidos”, tuiteó recientemente el representante republicano de Florida, Matt Gaetz. “Los cubrebocas no sirven”, afirmó Ron Paul, excandidato republicano a la presidencia. Estas dos aseveraciones desafían la ciencia y las recomendaciones de los expertos en salud pública; no solo confunden, sino que son potencialmente letales.

Todo esto podría empeorar la pandemia.

“Creo que vamos a ir en ascenso durante semanas”, advierte Tom Frieden, exdirector de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. “Los casos están alcanzando el pico en la parte alta del Medio Oeste, pero eso es solo a partir de las tasas descomunalmente altas, y apenas se está empezando a manifestar el aumento posterior al Día de Gracias”.

Temo que justo cuando disminuya el aumento del Día de Gracias, llegue el de Navidad.

No es que no se pueda controlar el coronavirus: Europa tuvo una oleada terrible en el otoño, pero controló el virus… pese a que mantuvo abiertas las escuelas. Sin embargo, Estados Unidos en su conjunto todavía no puede igualarse a Europa en un manejo racional del virus. Eso nos remite a la mala gestión del gobierno; Trump debería combatir un virus real del modo tan agresivo como combate un fraude electoral inexistente.

“La mayoría de los países europeos están poniendo todo su esfuerzo en los mensajes gubernamentales, las restricciones a la hotelería y visitas en el interior de las casas, las pruebas, el rastreo de contactos, las restricciones fronterizas sencillas y los cubrebocas, mientras que Estados Unidos parece la ley de la selva”, señaló Devi Sridhar, profesora estadounidense de Salud Global en la Universidad de Edimburgo. Sridhar observó que los países europeos también han puesto en marcha algunas estructuras —atención médica universal, pago por incapacidad, pruebas gratuitas— que facilitan la gestión de una crisis como esta.

Aunque los republicanos han sido especialmente irresponsables al rechazar el uso de cubrebocas, son, en su mayoría, los funcionarios demócratas locales quienes, de manera irresponsable, han mantenido cerradas las escuelas más de lo necesario. Como he sostenido desde mayo, eso ensancha las brechas de desigualdad y aprendizaje… y no detiene de manera significativa el virus.

“Si se sigue con el orden establecido, para finales del año escolar, los estudiantes de color perderán de once a doce meses de aprendizaje”, advierte McKinsey & Co. en un nuevo informe. Los estudiantes blancos se retrasarían menos, de cuatro a ocho meses, observa.

Estados Unidos también está fallando en la respuesta económica. La organización sin fines de lucro Feeding America advierte que la pandemia podría provocar una inseguridad alimentaria que afectaría a uno de cada cuatro niños estadounidenses, pero el Congreso no ha podido aprobar un paquete de emergencia para apoyar a quienes no tienen empleo. El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, imprudentemente está tratando de inhabilitar las herramientas usadas por la Reserva Federal para afrontar la crisis económica, al parecer, con el fin de causar más daños a los estadounidenses en el gobierno de Biden.

Amigos, ahora deberíamos estar celebrando. ¡Contamos con una nueva vacuna de Pfizer que tiene un 95 por ciento de eficacia! ¡Justo después en el proceso de aprobación viene una vacuna de Moderna! Para el próximo verano, deberíamos poder salir de nuestro encierro y volver a abrazarnos.

Solo que, para entonces, cientos de miles de personas ya no estarán con nosotros.

El Instituto de Medición y Evaluación de la Salud pronostica que, para finales de marzo, más de 500.000 estadounidenses habrán muerto por el coronavirus. Espera que, para ese entonces, las vacunas habrán salvado 25.000 vidas, pero afirma que un uso más generalizado del cubrebocas podría salvar incluso más vidas en este periodo: 56.000.

“Las vacunas son muy prometedoras, mucho más de lo que yo pensaba que fuera posible”, me dijo Frieden. “Pero no estarán disponibles por un tiempo, así que tenemos que apostar por los protocolos de protección”.

Hoy en día, no usar cubrebocas es el equivalente a manejar alcoholizados. Son pocas las probabilidades de matar a alguien, pero a nivel de la colectividad este año, la renuencia a usar cubrebocas matará a muchos más estadounidenses que manejar bajo el influjo del alcohol.

Esta es la prueba de nuestra vida. Ya basta de fallar.

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