En la pandemia, los tradicionales mercados de Navidad cesan actividades

En la pandemia, los tradicionales mercados de Navidad cesan actividades
El Gendarmenmarkt casi vacío, que normalmente alberga un mercado navideño lleno, en Berlín, el 4 de diciembre de 2020. (Lena Mucha/The New York Times)

BERLÍN — Este diciembre, Alemania no se siente bien.

No hay grupos de amigos con tazas de un vino tinto humeante, condimentado con canela y clavos, reunidos en la plaza del mercado medieval de Rotemburgo o cerca de la imponente catedral de Colonia. No hay bandas de música interpretando villancicos ante el palacio de Charlottenburg en Berlín. No hay estrellas brillando desde los aleros de las cabañas de madera de Seiffen.

La mágica figura conocida como el Christkind (cuyo equivalente sería el Niño Jesús que le lleva regalos a los niños), no extendió sus alas doradas para darle la bienvenida a todos al mercado navideño de Núremberg que se pone cada año. La oscurecida plaza de la ciudad no se iluminó con luces, revelando el verso que en esta se recita siempre, “un pequeño pueblo dentro de la ciudad, hecho de madera y tela; fugaz en su breve esplendor pero eterno a través de los siglos”.

El coronavirus está silenciando las celebraciones navideñas en todo el mundo. Pero la ausencia de la alegría decembrina y del entusiasmo del público es particularmente palpable y dolorosa en los mercados y plazas de Alemania que, debido a la pandemia, lucen desprovistos, en gran parte, de sus queridos mercados navideños.

“Estos días, caminas por las calles de Múnich o Núremberg, sin las luces brillantes y un buen ánimo, sin el olor del vino caliente, yo extraño todo eso”, aseguró Oliver Pötzsch, un autor de 50 años cuyas novelas se basan en las historias de su familia en Bavaria.

Los alemanes se han reunido en mercados al aire libre, semanas antes de Navidad, desde el siglo XIV, cuando los vendedores construyeron sus puestos por primera vez en el centro de las ciudades para vender sus mercancías a las personas que salían de misa. Estos ofrecen una variedad de comidas, regalos artesanales y otras provisiones para las celebraciones venideras y los largos meses de invierno.

Turistas de todo el mundo abarrotan la media docena de mercados, a menudo diseñados con diferentes temáticas, como la escandinava o la de una navidad sustentable, en ciudades grandes como Berlín, Colonia y Múnich.

Los locales, sin embargo, se sienten atraídos por los festivales más íntimos realizados en pueblos y ciudades pequeñas, usualmente en las regiones donde ellos mismos crecieron.

“Siempre fueron lugares de encuentro”, relató Margot Kässmann, de 63 años, y una exobispa de la Iglesia Luterana en Alemania, acerca de los mercados navideños, también llamados a veces, mercados de Adviento.

“Hoy, los mercados navideños siguen siendo lugares muy sociales donde los amigos y las familias se reúnen”, explicó. “Pero incluso las personas que están solas suelen ir a los mercados por su cuenta a disfrutar de los aromas, las luces y la música, los cuales tienen algo reconfortante en sí mismos”.

En Alemania, los mercados navideños, aproximadamente 3000 de estos, son también una bendición económica para muchas comunidades, ya que el año pasado tuvieron ingresos de cerca de 3,5 mil millones de dólares, según reveló la German Association of Fairground Employees. Los restaurantes locales, las cervecerías, panaderías y artesanos también dependen de las ferias navideñas para obtener una sustancial parte de sus ingresos.

Por años, Nina Engel ha estado vendiendo adornos de cristal en el mercado navideño de la plaza Gendarmenmarkt, en Berlín. Pero a medida que se acercaba diciembre y el número de nuevos contagios por coronavirus en el país seguía siendo peligrosamente alto, la capital alemana se unió a ciudades de todo el país que cancelaron sus mercados, a pesar de las promesas hechas a principios de año de que se haría todo lo posible para mantenerlos abiertos.

La Gendarmenmarkt, una plaza elegante, permanece abierta al frío este año. No hay amantes de la música que llegan desde las escalinatas de la sala de conciertos de Berlín a una aldea temporal de carpas blancas, que brillan por las estrellas doradas colocadas en sus puntas y cálidas por las sonrisas, salchichas chisporroteantes y una brillante variedad de artesanías y regalos.

Este año, la ciudad permitió a una pequeña fracción de los vendedores colocar puestos en esquinas o plazas vacías, en un esfuerzo por recuperar algo de sus costos y propagar el espíritu navideño.

“Tenemos que pagar todo por adelantado”, explicó Engel, al mostrarnos con sus manos las filas de colibríes hechos de brillante cristal, encurtidos, rebanadas de pizza, Papás Noel y hombres de nieve, que cuelgan todos entre bombillas plateadas, doradas y rojas de su puesto en la zona peatonal de la calle comercial de Friedrichstraße en Berlín. “Esto es mercancía estacional. Estamos aquí para vender algunos productos, al menos. Es mejor que nada”.

Otras ciudades han permitido que se abran algunos puestos, para ayudar a los vendedores y mantener un mínimo de alegría navideña, pero con la distancia requerida por las regulaciones que exigen a los desconocidos mantener 1,8 metros de separación entre sí. Los dueños de restaurantes locales están ofreciendo vino caliente, o glühwein, desde los escalones de sus entradas cerradas a clientes que estén buscando un sorbo de la omnipresente bebida de la temporada, que además funciona como un calienta manos, si tu taza está llena.

Y en un año que ha observado cómo conciertos, obras de teatro y clases de la escuela se han trasladado a un entorno en línea, los organizadores de algunos mercados navideños han tratado de recrear el espíritu de manera virtual.

Seiffen, el hogar de los talladores de los adornos de madera de Alemania, velas en forma de pirámide y juguetes, creó un mercado navideño en línea, completo con música tintineante, imágenes de un cielo salpicado de nieve con una perspectiva de 360 grados, todo para promover a los vendedores locales cuyas artesanías serían normalmente ofertadas en mercados de todo el país.

En Núremberg, Benigna Munsi, de 18 años, está cumpliendo su segundo año como el Christkind quien, según la usanza local, toma la forma de una joven mujer con largos rizos rubios, una imponente corona y mangas doradas como alas. Ella es la embajadora de la Navidad en la ciudad y patrona de su mercado navideño.

Para Munsi, las primeras semanas de diciembre suelen estar repletas de visitas a hospitales locales, refugios para personas sin hogar y hogares de ancianos, y de horas dedicadas a saludar a los visitantes en el mercado o leer cuentos a los niños que llegan allí.

“Adonde sea que vaya como el Christkind, la gente está esperándome”, relató Munsi durante una entrevista telefónica. “No importa si son jóvenes o ancianos, siempre están felices cuando llego a la habitación. Me entristece no poder estar en persona con la gente este año”.

En cambio, ella se presenta diariamente en un calendario de Adviento, en línea y pregrabado, dos veces a la semana, recibe llamadas telefónicas de quien quiera hablar con el Christkind. La mayoría de los que llaman son niños con sus listas de deseos navideños, pero los adultos también la llaman, muchos con recuerdos que compartir.

“Ya que no nos veremos en persona, creo que quizás los recuerdos están tomando un nuevo significado, se están volviendo más valiosos”, dijo Munsi.

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