Actualmente existen más de 100.000 variedades de cubrebocas a la venta. Son de seda, algodón y telas sintéticas; con filtros y sin ellos; con sujeción sobre la cabeza o sobre las orejas. Tienen destellos y girasoles; saludos amistosos e insultos; personajes de dibujos animados y pequeños renos.
Lo que no tienen es una etiqueta que muestre cuán eficaces son para bloquear las partículas infecciosas, una omisión que ha frustrado a los funcionarios de salud pública durante la pandemia de coronavirus. Esos expertos señalan que hay un rango muy amplio en la efectividad de varios diseños, y algunos apenas filtran las partículas en absoluto.
“La pregunta más fundamental y básica es: ¿Cuál es el cubrebocas más seguro y cómo me aseguro de tenerlo, y de que mi familia y mis hijos lo tengan?”, afirmó Fran Phillips, quien en agosto dejó su cargo de subsecretaria de salud de Maryland. “Es increíble que estemos aquí en este momento y no tengamos esa información.”
Lo anterior podría cambiar pronto. Una división de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés) está desarrollando estándares mínimos de eficiencia de filtros y etiquetas que muestren qué productos cumplen con ellos, para el vasto y desconcertante mercado de los cubrebocas y otros protectores faciales.
El Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional, una división de los CDC conocida como NIOSH, ha estado redactando discretamente pautas con una organización que establece las normas de la industria, ASTM International (anteriormente la Sociedad Estadounidense para Ensayos y Materiales), que se espera que se hagan públicas el mes próximo.
“Al tener un estándar vigente, podrás saber qué nivel de protección se está logrando y tendrás una forma estable de evaluar estos productos”, comentó Maryann D’Alessandro, directora del Laboratorio Nacional de Tecnología de Protección Personal del NIOSH.
Desde que comenzó la pandemia, ha habido poca supervisión federal de los cubrebocas y otros protectores faciales. Tanto la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) como los CDC tienen cierta autoridad sobre la industria. La FDA, que regula los dispositivos médicos, comparte la autoridad con el NIOSH en la supervisión de las mascarillas N95, que son los instrumentos disponibles que ofrecen mayor protección, pero la mayoría de los cubrebocas que usa el público en general son solo trozos de tela y no están bajo ninguna supervisión reguladora.
La venta de cubrebocas se disparó después de que la FDA emitió una medida de emergencia en abril que en parte decía que la agencia no emprendería acciones contra las empresas que los vendieran al público en general; sin embargo, al mismo tiempo la FDA también señaló que estos productos “tal vez no cumplan con los niveles de eficiencia para filtrar o actuar como una barrera de fluidos”. Esa advertencia no perjudicó al mercado y algunos críticos ahora culpan a la FDA de la mala calidad de muchos de los productos que se venden.
“Había muchas cosas que la FDA hubiera podido hacer para mejorar la situación, sobre todo después de que empezaron a salir investigaciones sobre qué cubrebocas funcionaban y cuáles no”, dijo Diana Zuckerman, presidenta del Centro Nacional de Investigación de la Salud, un grupo de políticas de salud sin fines de lucro. “La FDA podría haber emitido una guía de que los cubrebocas deben ser ajustados, tener al menos dos capas de tela y no estar hechos de materiales elásticos, entre otras cosas. En lugar de eso, era la ley de la selva”.
La efectividad de los cubrebocas puede variar “de 0 a 80 por ciento, dependiendo de la composición del material, la cantidad de capas y la adherencia de estas”, aseveró Dale Pfriem, presidente de Protective Equipment Consulting Services y miembro del grupo de trabajo de desarrollo de estándares que se ocupa de las directrices de los cubrebocas.
El criterio de referencia para los cubrebocas es la mascarilla N95, que se ajusta a la perfección y puede filtrar al menos el 95 por ciento de las partículas muy pequeñas, pero las mascarillas N95 están reservadas por lo general para los profesionales de la salud y han escaseado desde que comenzó el brote. Los hospitales, desesperados por conseguir más N95, han tenido que recurrir a un mercado negro en auge para garantizar su abastecimiento.
Para compensar la escasez, la primavera pasada la FDA autorizó la venta de la mascarilla KN95, el equivalente chino de la N95 estadounidense, pero la agencia pronto detectó productos fraudulentos y falsificados y redujo el campo de las importaciones permitidas de KN95. A pesar de eso, la agencia reconoce que sigue habiendo un fraude desenfrenado, con innumerables compañías que colocan el sello de “KN95” en mascarillas que no cumplen con los estándares de la FDA.
Los cubrebocas quirúrgicos aprobados por la FDA están un paso por debajo de las mascarillas N95 en términos de protección y deben cumplir con ciertos estándares de la agencia. Con frecuencia, el estilo del cubrebocas quirúrgico es copiado por las empresas que venden imitaciones que no ofrecen el mismo nivel de protección.
Después está el Salvaje Oeste: millones de cubrebocas confeccionados con todas las telas posibles, de una sola capa en adelante, así como pañuelos y bandanas, que son trozos circulares de tela que se llevan alrededor del cuello y pueden extenderse hacia arriba para cubrir la parte inferior del rostro.
Los expertos en salud pública aseguran que casi cualquier mascarilla es mejor que nada. Los CDC han actualizado sus lineamientos sobre los cubrebocas en numerosas ocasiones, señalando que una tela de tejido cerrado y de múltiples capas ofrece una mejor protección, tanto para el portador como para las personas con las que entra en contacto, que un cubrebocas hecho de una sola capa de tela o de un tejido abierto. No obstante, el sitio de internet de la agencia no ofrece ninguna claridad sobre si los cubrebocas con filtros ofrecen una mejor protección que los que no los tienen, ni sobre cómo los tejidos sintéticos se comparan con el algodón u otros materiales.
Jeffrey Stull, un miembro que está colaborando con la redacción de las normas, dijo que el grupo también calificaría la cualidad de “respirabilidad” de los cubrebocas y los protectores faciales. El proyecto de establecimiento de normas, dijo, ha sido un camino largo.
Los fabricantes que quieran señalar que cumplen con la norma ASTM primero deben hacer que un laboratorio acreditado ponga a prueba sus productos. También deben demostrar que sus cubrebocas proporcionan un tamaño razonable para la mayoría de la población. Entonces los que sí cumplen con las normas pueden afirmar que cumplen con la norma ASTM en el producto o en el embalaje; sin embargo, no hay ningún mecanismo de aplicación.
Daniel Carpenter, un profesor de gobierno en Harvard, llamó al trabajo del NIOSH en el desarrollo de la norma una “iniciativa empresarial reguladora”.
“Está diciendo, ‘Usemos las herramientas que tenemos, incluso si no tenemos herramientas regulatorias formales’’, afirmó Carpenter. “Es un modo alternativo de regulación. Puede tener un efecto regulador bastante importante porque si no se cumplen las normas, no se obtiene el sello de aprobación.”
Pfriem espera que los estándares se pongan de moda. “Lo que tenemos aquí es un estándar realmente bueno”, dijo. “Los fabricantes tendrán una base para diseñar sus productos y una frase para poner en sus materiales publicitarios y envases, y los consumidores tendrán una sensación de confianza.”
Añadió: “Puedo decirte que gran parte de lo que se comercializa en eBay y otros sitios, que por ejemplo se fabrican en el garaje de tu vecino, no podrá cumplir con este estándar.”