Fallece el virtuoso violinista Ivry Gitlis a los 98 años

Fallece el virtuoso violinista Ivry Gitlis a los 98 años
En esta fotografía de archivo tomada el 9 de agosto de 2011, el violinista israelí Ivry Gitlis posa mientras actúa durante un ensayo con el conjunto musical Una Stella Baroque en Marsella, sur de Francia. Foto. AFP

Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, este israelí residente en Francia tenía un lugar especial en el mundo de la música.

El virtuoso y mundialmente famoso violinista Ivry Gitlis falleció el jueves a los 98 años en París, anunció su familia a la AFP.

La muerte de este músico que tocó en los lugares más prestigiosos, para públicos variados y con las más grandes orquestas se produjo en la mañana de este jueves, dijo David Gitlis, uno de sus cuatro hijos.

Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, este israelí residente en Francia tenía un lugar especial en el mundo de la música clásica: conocido por sus interpretaciones, algunas veces atípicas, de repertorio, también se sentía cómodo con el jazz o la música gitana.

El violonchelista Gautier Capuçon expresó en las redes sociales su “inmensa tristeza” tras la muerte de esta “leyenda del violín”, mientras que su hermano, Renaud Capuçon saludó: “una estrella para todos los violinistas”, “el último de los zares del violín que atravesó el siglo XX”.

Nació el 25 de agosto de 1922 en Haifa, actual Israel y entonces bajo mandato británico, a donde sus padres habían emigrado desde Ucrania.

“Cuando tenía 5 años, reunieron los fondos para comprarme un violín. Desde entonces, el violín es parte de mí”, escribió en su autobiografía “El alma y la cuerda”.

Fue el primer artista israelí que actuó en la URSS (en 1955), fundador de numerosos festivales fue también un ferviente defensor del proceso de paz israelo-palestino.

De pelo blanco tupido y penetrantes ojos azules, una personalidad carismática, caprichosa, feroz y narcisista, Ivry Gitlis tocaba generalmente inmóvil y con los ojos cerrados. Su violín: un Stradivarius de 1713 adquirido en 1964.

Aseguró que la “emoción” fue el motor de su arte, pero que “más allá de la emoción, era importante transmitir al público tal herencia de belleza, en estos tiempos de manipulación ideológica”.

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