Los hospitales de Gallup están casi llenos. La mayoría de las tiendas están vacías. La tasa de desempleo en el condado donde se ubica esa ciudad es una vez y media el promedio nacional. A principios de este mes, tuvo más casos per cápita que cualquier otra área metropolitana de Estados Unidos, según una base de datos de The New York Times.
A medida que la pandemia se ha expandido por el país en meses recientes, lugares como Gallup han sido de los más afectados.
Establecidos entre la Nación Navajo al norte y la Reserva India Zuñi al sur, casi la mitad de los residentes de Gallup son nativos estadounidenses, según los datos del censo más reciente.
Las comunidades indígenas estadounidenses han sido especialmente vulnerables al virus, de hecho, en un momento dado, llegaron a constituir casi el 40 por ciento de todos los casos en Nuevo México, a pesar de que esas comunidades conforman menos de una décima parte de la población del estado. Y algunos de los que hasta ahora han salido ilesos del virus de todas maneras se han visto perjudicados por las consecuencias de la desaceleración económica.
Eric-Paul Riege, un artista de 26 años, es hijo de un veterano de guerra y gerente de hotel y una madre navajo que le enseñó el arte del tejido. Su obra se ha expuesto en galerías y colecciones en todo el país. Pero este año, los proyectos pagados prácticamente desaparecieron.
Cuando conocí a Riege, estaba trabajando en un restaurante llamado Grandpa’s Grill, preparando pedidos para llevar.
La Ruta 66 pasa por Gallup. El pueblo se ha valido del turismo para ayudar a impulsar su economía, y cuenta con que los visitantes compren en las galerías locales y los establecimientos comerciales que venden artesanías de los pueblos nativos estadounidenses. Sin embargo, las restricciones impuestas en la zona han dificultado esas actividades.
Cuando la región experimentó una intensa ola de casos de virus en mayo, la ciudad entró en confinamiento, y los oficiales de la policía estatal y la Guardia Nacional bloquearon con barricadas las salidas de la autopista para impedir que la gente que no vivía en Gallup entrara al pueblo, a menos que fuera una emergencia.
El mes pasado, mucho después de que se retiraran las barricadas, los establecimientos comerciales se abrieron, pero no se permitían las compras en interiores, lo cual limitaba las probabilidades de que alguien pasara y se detuviera a curiosear.
El icónico hotel El Rancho, donde alguna vez se hospedaron estrellas de Hollywood como John Wayne y Katharine Hepburn, entre otras, operaba a aproximadamente una cuarta parte de su capacidad.
En muchos aspectos, Gallup es una reliquia de las tierras indígenas conquistadas y la expansión estadounidense. Muchos de los establecimientos comerciales, por ejemplo, son propiedad de personas blancas, quienes también los administran. Esas pequeñas tiendas están a la sombra de McDonald’s, Walmart y otras grandes franquicias estadounidenses, donde autos y personas ahora suelen abarrotar los estacionamientos.
Bill Lee, el director de la Cámara de Comercio de Gallup, dijo que ha habido una división económica creciente debido a las restricciones impuestas por los funcionarios locales y estatales. Por lo general, los negocios más pequeños tienen que operar bajo normas más estrictas, como las reglas que prohíben las compras en interiores, mientras que los grandes almacenes, sobre todo aquellos considerados esenciales, pueden operar con menos limitaciones. “El gobernador ha elegido a los ganadores y a los perdedores”, afirmó Lee.
Cuando se bloqueó la autopista este año, Walmart se inundó de compradores que querían abastecerse de provisiones para semanas de cuarentena, sobre todo porque las tiendas de comestibles en tierras indígenas son escasas. Sin embargo, las barricadas también impidieron que los miembros de los pueblos nativos estadounidenses pudieran entrar al pueblo a comprar.
Los grupos indígenas en el área han sufrido desde hace mucho debido a una falta de información y recursos.
Incluso antes de la pandemia, el Servicio de Salud Indígena (IHS, por su sigla en inglés), el programa del gobierno que ofrece atención médica a los 2,2 millones de miembros de las comunidades tribales de la nación, ya padecía de una grave escasez de financiamiento y suministros, además de una falta de médicos e instalaciones avejentadas.
El virus hizo más evidentes esas deficiencias.
En medio de la devastación de la pandemia, algunas personas han sido afortunadas. Una de ellas es Dan Bonaguidi, el hijo del alcalde del pueblo que es dueño de la fábrica de concreto premezclado y reciclado Michele’s Ready Mix Rock and Recycle, junto con su esposa, Michele. Su negocio ha prosperado gracias a que las subvenciones gubernamentales han generado una mayor demanda de material de construcción para renovaciones domésticas y proyectos como centros de salud nuevos o expandidos.
Sin embargo, aunque hay algunas historias de éxito, son muchas más las de negocios, grandes y pequeños, que se quedaron vacíos o tuvieron que cerrar.
Luego de un auge de petróleo y gas natural en Nuevo México y Texas en años recientes, la pandemia ha disminuido la demanda y los precios del petróleo. En agosto, Marathon Petroleum Corporation anunció planes de cerrar sus operaciones en el área y despedir a más de 200 trabajadores, alrededor del uno por ciento de la población de la ciudad.
Las operaciones de empresas como Marathon son vitales para la economía de Gallup, y las pérdidas de empleos contribuyeron a una tasa de desempleo del 10,6 por ciento en el área en octubre. Raul Sanchez es uno de los trabajadores que perdió su empleo.
Cuando pasé en mi auto por su casa en una colina con vista a la zona occidental del pueblo, una tarde reciente, dos días antes del Día de Acción de Gracias, Sanchez estaba reparando una camioneta roja. Había trabajado en Marathon durante 10 años. “Ningún otro trabajo paga tan bien en este pueblo”, afirmó Sanchez, de 39 años.
“Nos va a afectar a todos”, declaró el alcalde de la ciudad, Louis Bonaguidi, a principios de este año sobre el cierre de la planta de Marathon. “Sin duda afectará el mercado inmobiliario. Pero también va a afectar a todos los negocios”.
Cuando manejé por Gallup, el día anterior al Día de Acción de Gracias, los últimos minutos de sol iluminaban las vías de ferrocarril. A pesar de las dificultades del pueblo, aún podía percibir una sensación de orgullo en la comunidad mientras conducía por ahí.
No obstante, la sensación de vulnerabilidad era igual de aparente. Incluso antes de que se desatara la pandemia, más de una cuarta parte de los residentes de la ciudad vivían en la pobreza, y esas cifras se han disparado este año.
Poco después de mi visita al centro médico de Rehoboth, vi a un grupo de hombres navajos bajando un ataúd color bronce a una tumba en un cementerio 80 kilómetros al norte de Gallup. No era el único funeral relacionado con el virus programado para esa semana.