Cuanto más tiempo se propague el virus entre las personas que no están vacunadas, puede acumular más mutaciones que quizás disminuyan la efectividad de las vacunas.
DURBAN, Sudáfrica — A fines de octubre, los médicos y enfermeros de un grupo hospitalario de Sudáfrica observaron un extraño repunte en la cantidad de pacientes de COVID-19 que llegaban a sus pabellones. El gobierno había flexibilizado las medidas de confinamiento y, con la llegada de la primavera, se hicieron más fiestas. Pero las cifras aumentaban demasiado rápido como para poder explicarlas, cosa que generaba una inquietante pregunta.
“¿Se trata de una nueva cepa?”, preguntó, a principios de noviembre, el funcionario de un hospital en un correo electrónico en el que planteó la posibilidad de que el virus hubiera desarrollado una peligrosa mutación.
Esa pregunta desencadenó una investigación genética de gran trascendencia que comenzó en Durban, en el océano Índico, y que luego llamó la atención de los investigadores del Reino Unido y ahora se está realizando en todo el mundo. Los científicos han descubierto nuevas y alarmantes variedades del virus, lo que ha desencadenado cierres de fronteras, cuarentenas, confinamientos y ha disipado parte del entusiasmo que habían generado las vacunas.
El Reino Unido se ha visto especialmente afectado. Los contagios y las hospitalizaciones han aumentado vertiginosamente en las últimas semanas desde que el país detectó su propia variante del virus, la cual es más contagiosa que la anterior. Se calcula que el virus mutado ya es responsable de más del 60 por ciento de las nuevas infecciones en Londres y sus zonas cercanas.
Como es natural en todos los virus, el coronavirus ha evolucionado a medida que ha recorrido el mundo. Pero los especialistas se han sorprendido por la velocidad con la que han surgido nuevas variantes significativas, lo que hace más importante la competencia entre lo mejor que tiene el mundo para defenderse —vacunación, confinamientos y distanciamiento social— y un enemigo sumamente agresivo que está en constante cambio.
La nueva variante que está afectando al Reino Unido ya ha sido encontrada en cerca de 45 países, desde Singapur hasta Jamaica, pasando por Omán, pero muchos países están actuando a ciegas y no tienen idea de cuán grave puede ser el problema.
Mucho antes de que llegara la pandemia, las autoridades de salud pública habían hecho llamados para que se practicaran controles genéticos de rutina de los brotes. Pero, pese a las advertencias de tantos años, muchos países —incluyendo Estados Unidos— solo están realizando una parte pequeña de los estudios genómicos necesarios para determinar cuán frecuentes son las mutaciones de los virus.
Dinamarca, país que ha invertido en controles genéticos, descubrió la misma variante que está afectando al Reino Unido en varias regiones danesas y, en fechas recientes, incrementó las restricciones. El ministro de Salud la comparó con un tifón y pronosticó que, para mediados de febrero, se impondrá sobre otras variantes.
Además, a medida que los demás países también investigan, se están descubriendo otras variantes.
Como el mundo avanza lentamente en sus procesos de vacunación y el número de casos está aumentando de manera tan rápida que está llegando a máximos que superan los de la primavera pasada, los científicos ven la necesidad apremiante de inmunizar a tantas personas como sea posible antes de que el virus evolucione lo suficiente como para hacer que las vacunas pierdan su eficacia.
“Es una carrera contra el tiempo”, señaló Marion Koopmans, una viróloga neerlandesa integrante del equipo de trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para las adaptaciones del coronavirus.
Solo la vacuna no será suficiente para vencer al virus. Llevará años inocular a la cantidad de personas suficientes para limitar su evolución. Mientras tanto, el distanciamiento social, el uso de cubrebocas y la higiene de manos —junto con muchas pruebas, rastreos y seguimientos de contactos— podrían darnos tiempo para prevenir los devastadores repuntes de hospitalizaciones y decesos sobre la marcha. Los especialistas afirman que es probable que estas estrategias todavía puedan revertir la propagación del virus.
“Sabemos cómo aminorar la transmisión del virus con nuestro comportamiento”, señaló Carl Bergstrom, biólogo evolutivo en la Universidad de Washington, campus Seattle. “En eso tenemos grandes ventajas”.
No obstante, en el transcurso de la pandemia, los gobiernos han demostrado una renuencia o incapacidad de impulsar más esas medidas básicas para defendernos. Muchos países han dejado de realizar rastreos o seguimientos. El uso de cubrebocas sigue teniendo un significado político en Estados Unidos, pese a las evidencias contundentes de su eficacia. Ciudades como Los Ángeles han sufrido un repunte de casos vinculado a las fiestas navideñas, y las autoridades de salud a nivel nacional se están preparando para repuntes en otros lugares, mismos que serán provocados por las personas que no hicieron caso de las recomendaciones y viajaron durante las festividades.
Todavía hay muchas cosas que no se saben sobre las nuevas variantes ni cuántas están apareciendo a nivel mundial. Los científicos están trabajando duro para tener la secuencia de una parte suficiente del virus como para saberlo, pero solo unos cuantos países cuentan con los recursos para hacerlo o están comprometidos con esa tarea.
Una mezcolanza de restricciones
La variante que se descubrió en el Reino Unido, conocida como B.1.1.7, tiene 23 mutaciones que la diferencian de la primera versión del virus detectada en Wuhan, China, incluyendo una o más que la hacen más contagiosa y al menos otra que disminuye un poco la potencia de las vacunas. Algunos experimentos indican que esta variante se propaga con mayor facilidad porque las mutaciones le permiten sujetarse mejor a las vías respiratorias de las personas.
Como el coronavirus ya tenía una gran capacidad para infectar a la gente, Bergstrom y otros científicos se sorprendieron con la aparición de esta variante más contagiosa. Pero otros especialistas ya habían advertido que sería cuestión de tiempo para que el virus se volviera un adversario todavía más temible.
“En todas las situaciones que hemos estudiado a profundidad en las que un virus ha pasado a otras especies, suele volverse más contagioso con el tiempo”, señaló Andrew Read, microbiólogo evolutivo en la Universidad Estatal de Pensilvania. “Se trata de una evolución para mejorar dada por la selección natural, y eso es lo que está ocurriendo”.
Gran parte de la respuesta mundial se ha concentrado en dejar fuera al Reino Unido, con una mezcolanza de restricciones a nivel nacional que nos recuerdan las primeras reacciones a la epidemia.
Los especialistas afirman que es mejor que los países se concentren en acelerar la vacunación, sobre todo entre los trabajadores esenciales que enfrentan un alto riesgo y que tienen pocos recursos que los protejan. Cuanto más tiempo se propague el virus entre las personas que no están vacunadas, puede acumular más mutaciones que quizás disminuyan la efectividad de las vacunas.
Por eso, todos prestaron atención cuando, el 4 de diciembre, el equipo de trabajo de la OMS vio los primeros datos de la variante que estaba circulando en Sudáfrica.
“La siguiente pregunta es si las vacunas seguirán protegiéndonos en caso de contraer los virus con estas mutaciones”, comentó Koopmans, quien asistió a la reunión.
Por el momento, parece que la respuesta es afirmativa, señaló Jesse Bloom, biólogo evolutivo del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson de Seattle.
Las variantes que han aparecido en Sudáfrica y Brasil son una amenaza especial para los trabajos de inmunización porque ambas tienen una mutación vinculada con una disminución de la eficacia de las vacunas. En un experimento diseñado para identificar el peor escenario, el equipo de Bloom analizó 4000 mutaciones para saber cuáles deshabilitarían las vacunas. Las mutaciones de las variantes de Brasil y Sudáfrica tuvieron el mayor impacto.
Sin embargo, independientemente de la mutación, todas las muestras de suero del estudio neutralizaron el virus, señaló Bloom, y añadió que pasarían algunos años antes de tener que adaptar las vacunas. “Habrá mucho tiempo para anticiparnos, identificar estas mutaciones y tal vez actualizar las vacunas de manera oportuna”, afirmó.