Casi un año después de la pandemia de coronavirus, los padres de todo el país y del mundo ven cómo sus hijos se dedican cada vez más a una vida digital que lo consume todo.
Un día después de Año Nuevo, John Reichert, de Boulder, Colorado, tuvo una acalorada discusión con James, su hijo de 14 años. “Te he fallado como padre”, le dijo al chico en tono desesperado.
Durante los largos meses de confinamiento y de escuelas cerradas, Reichert, como muchos padres, pasó por alto el tiempo cada vez mayor que su hijo pasaba en los videojuegos y las redes sociales. Ahora, James, que solía dedicar su tiempo libre a practicar bicicleta de montaña y a jugar al baloncesto, dedica casi todas sus horas de ocio —casi 40 a la semana— a jugar Xbox y usar su celular. Durante su discusión, le suplicó a su padre que no le restringiera el acceso, pues dijo que su celular era “toda su vida”.
“Ese fue el punto de inflexión. ¿Toda entera?”, dijo Reichert, administrador técnico de la oficina local del alguacil. “No voy a perder a mi hijo por esto”.
Casi un año después de la pandemia de coronavirus, los padres de todo el país y del mundo ven cómo sus hijos se dedican cada vez más a una vida digital que lo consume todo. Cuando se produjo el brote, muchos padres relajaron las restricciones de las pantallas como una forma provisional de mantener entretenidos y ocupados a los niños que estaban frustrados e inquietos.
Sin embargo, a menudo, los límites se han desvanecido a medida que las computadoras, las tabletas y los celulares se convirtieron en la pieza central de la escuela y la vida social, y las semanas de reglas para quedarse en casa se extendieron a casi un año.
La situación es alarmante para los padres y también para los científicos.
“Habrá un periodo de abstinencia épico”, dijo Keith Humphreys, profesor de Psicología de la Universidad de Stanford, experto en adicciones y exasesor principal del presidente Barack Obama en materia de política de drogas. Según dijo, se requerirá que los jóvenes “mantengan la atención en las interacciones normales sin recibir una recompensa con el paso de unos cuantos segundos”.
Los científicos dicen que los cerebros de los niños, hasta bien entrada la adolescencia, se consideran “plásticos”, lo que significa que pueden adaptarse y cambiar ante circunstancias distintas. Eso podría ayudar a los jóvenes para que vuelvan a encontrar satisfacciones en un mundo sin conexión, pero se hace más difícil cuanto más tiempo se sumergen en la estimulación digital rápida.
Jenny Radesky, una pediatra que estudia el uso de la tecnología móvil por parte de los niños en la Universidad de Míchigan, dijo que realizó innumerables entrevistas en los medios de comunicación al principio de la pandemia, diciendo a los padres que no se sintieran culpables por permitir más tiempo frente a las pantallas, dados los complicados desafíos del confinamiento. Ahora, dijo, habría dado un consejo diferente si hubiera sabido por cuánto tiempo los niños tendrían que estar confinados en casa.
“Probablemente habría animado a las familias a apagar el wifi excepto durante el horario escolar para que los niños no se sientan tentados a cada momento, día y noche”, dijo. “Cuanto más tiempo hayan practicado un comportamiento habitual, más difícil será romper el hábito”, añadió.
La preocupación no es solo por los hábitos de los adolescentes y preadolescentes. Legiones de niños menores de 10 años dedican incontables horas a juegos como Fortnite, y aplicaciones como TikTok y Snapchat. Una aplicación llamada Roblox, particularmente popular entre niños de 9 a 12 años en Estados Unidos, tuvo un promedio de 31,1 millones de usuarios al día durante los primeros nueve meses de 2020, un aumento del 82 por ciento con respecto al año anterior.
“Esto ha sido un regalo para ellos. Les hemos dado una audiencia cautiva: nuestros niños”, dijo Dimitri Christakis, director del Centro de Salud Infantil, Conducta y Desarrollo del Instituto de Investigación Infantil de Seattle. El costo será asumido por las familias, dijo Christakis, porque el aumento del uso de internet está asociado con la ansiedad, la depresión, la obesidad, la agresión “y la adicción al medio en sí mismo”.
Crucialmente, la investigación muestra solo asociaciones, lo que significa que el uso intensivo del internet no necesariamente causa estos problemas. Lo que preocupa a los investigadores, como mínimo, es que el uso de dispositivos sea un pobre sustituto de las actividades que se consideran fundamentales para la salud y el desarrollo social y físico, incluyendo el juego físico y otras interacciones que ayudan a los niños a aprender a enfrentarse a situaciones sociales difíciles.
Sin embargo, los padres expresan una especie de desesperanza con sus opciones. El cumplimiento de las normas prepandémicas no solo parece poco práctico, sino que puede parecer totalmente mezquino impedir que los niños se conviertan en una fuente importante de socialización.
“Si yo se lo quito, ¿ellos hacen qué hacen? ¿Un rompecabezas? ¿Aprenden a coser? ¿Tejer? No sé cuáles son las expectativas”, dijo Paraskevi Briasouli, una escritora corporativa que está criando cuatro hijos de —de 8, 6, 3 y 1 año— con su marido en un departamento de dos habitaciones en Manhattan. El tiempo de uso de dispositivos ha reemplazado a los deportes en las tardes entre semana y se ha disparado en un 70 por ciento los fines de semana, comentó.
Antes de la pandemia, Jesse, el niño de 8 años de Briasouli, a veces usaba el viejo iPad Pro de su padre. Durante la pandemia, le dieron un iPad mini, al igual que su hermana de 6 años.
“Y compramos un Nintendo Switch porque todo el mundo tiene un Switch”, dijo Briasouli. Algunos días, dijo, ve a su hijo sentado con tres aparatos, alternando el juego entre ellos.
El padre del chico, Jesse Tayler, dijo que su propia preocupación por el uso intensivo de la tecnología estaba siendo compensada por cierto optimismo de que sus hijos se estaban convirtiendo en nativos digitales capaces.
“Estas son las herramientas de sus vidas”, dijo. “Todo lo que harán, lo harán a través de uno de estos dispositivos electrónicos, incluyendo la socialización”.
Recientes investigaciones de neuroimagen sugieren que el uso intensivo de ciertos videojuegos puede causar cambios en el cerebro relacionados con comportamientos adictivos. Uno de los autores del estudio, Christian Montag, profesor de fisiología molecular en la Universidad de Ulm, también es coautor de una reciente visión general del uso de dispositivos digitales durante la pandemia de COVID-19, publicada el mes pasado en Addictive Behavior Reports. En él se informaba que los adolescentes alemanes juegan videojuegos con mucha más frecuencia que antes del confinamiento y concluía “que el uso excesivo de las tecnologías digitales representa un fenómeno y un resultado probable de la pandemia de COVID-19”.
Humphreys, de Stanford, dijo que creía que tanto los adultos como los niños podían, con un tiempo disciplinado lejos de los dispositivos, aprender a desconectarse. Pero hacerlo se ha complicado por el hecho de que los dispositivos ahora se usan para la escuela, la vida social, los juegos y otras actividades fundamentales para la vida.
Durante una entrevista con la familia Reichert, se pudo ver una dinámica que se desarrolla en muchas familias. James, de 14 años, es hijo único y comenzó el noveno grado este otoño. Dijo que debido a la COVID-19 y a la educación a distancia, no tenía muchas oportunidades de conocer gente nueva. En lugar de eso, se conecta a internet con sus viejos amigos.
“La única manera de hablar con ellos, además de ir a su casa, es a través de mi Xbox”, dijo. “Jugamos allí todas las noches”.
Dijo que los juegos resultaban fascinantes, sobre todo cuando ofrecían incentivos por los logros. “Si juegas mucho y lo haces bien, puedes intentar maximizar tu rango, lo cual lleva bastante tiempo”, dijo. “Pero a veces solo jugamos por diversión”.
El perro de la familia murió en la víspera de Año Nuevo y James dijo que jugar con sus amigos le ayudó a no pensar en la pérdida. Esto preocupaba a su madre, Kathleen Reichert, que sentía que su hijo escapaba de las emociones de la vida real.
“¿Qué vas a hacer cuando estés casado y estresado? ¿Decirle a tu esposa que necesitas jugar Xbox?”, le dijo a su hijo durante la entrevista.
Al comenzar un nuevo semestre, los padres pusieron en vigor nuevas reglas: nada de Xbox ni de celular entre semana durante al menos unas semanas, y su uso deberá ganarse para los fines de semana, a través de tareas. Kathleen Reichert se siente agobiada por todo esto.
Antes de la pandemia, James tenía muchas opciones, dijo. Ahora, “me hace sentir mal cuando trato de restringirlo. Es su única socialización”, añadió.