Biden asume como presidente en medio de la crisis

Biden asume como presidente en medio de la crisis
Ayer, Joseph Robinette Biden Jr. juramentó como 46.º presidente de Estados Unidos. Foto, The New York Times.

Joseph Robinette Biden Jr. y Kamala Devi Harris, tomaron juramento en un Capitolio que aún se tambaleaba tras el ataque de una turba violenta en un momento en que la pandemia sigue asolando a Estados Unidos.

Joseph Robinette Biden Jr. juramentó como 46.º presidente de Estados Unidos el miércoles, asumiendo el cargo en un momento de profunda crisis política, económica y de salud con la promesa de buscar la unidad tras cuatro turbulentos años que rasgaron el tejido de la sociedad estadounidense.

Con la mano en una Biblia de cinco pulgadas de grosor que ha estado en su familia durante 128 años, Biden recitó las 35 palabras del juramento y prometió “preservar, proteger y defender la Constitución”, en una ceremonia presidida por el presidente de la Corte Suprema, el magistrado John G. Roberts Jr., completando así el proceso a las 11:49 a. m., once minutos antes de que la autoridad de la presidencia cambie formalmente de manos.

El ritual de la transferencia del poder se llevó a cabo poco después de que Kamala Devi Harris fue juramentada como vicepresidenta por la jueza Sonia Sotomayor, con la mano en una Biblia que alguna vez perteneció a Thurgood Marshall, ícono de los derechos civiles y magistrado de la Corte Suprema de Estados Unidos. La toma de posesión de Harris la convirtió en la mujer con el más alto cargo político en la historia de Estados Unidos y la primera estadounidense negra y la primera persona de ascendencia asiática en ocupar el segundo cargo más alto del país.

En su discurso inaugural, Biden dijo que “la democracia ha prevalecido” después de que un presidente derrotado, Donald J. Trump, puso a prueba el sistema político. Trump intentó anular los resultados de la elección y luego, hace dos semanas, alentó a una turba que irrumpió en el Capitolio para detener el conteo final. No obstante, el presidente entrante pidió a los estadounidenses dejar a un lado sus profundas y oscuras divisiones para unirse y enfrentar la pandemia del coronavirus, los problemas económicos y el flagelo del racismo.

“Debemos ponerle fin a esta guerra incivil: rojo contra azul, rural contra urbano, conservador contra liberal”, dijo Biden durante el discurso de 21 minutos en el que mezcló temas urgentes con gestos informales. “Podemos hacer esto si abrimos nuestras almas en lugar de endurecer nuestros corazones, si mostramos un poco de tolerancia y humildad, y si estamos dispuestos a ponernos en los zapatos de los demás —como diría mi mamá—, solo por un momento”.

Biden repitió la palabra “unidad” en distintas ocasiones, y dijo que sabía que “puede sonar como una fantasía tonta para algunos”, pero insistió en que los estadounidenses habían superado otros momentos de polarización y pueden hacerlo de nuevo.

“Porque sin unidad no habrá paz, solo amargura e ira. No habrá progreso, solo indignación extenuante. No habrá nación, solo un estado de caos. Este es nuestro momento histórico de crisis y desafío, y la unidad es el camino que debemos seguir”

La ceremonia, en un día frío y ventoso salpicado de copos de nieve, puso fin a la presidencia tormentosa y divisiva de Donald J. Trump. En su característico estilo, Trump volvió a desafiar la tradición al marcharse de Washington horas antes de la juramentación de su sucesor en lugar de encarar la realidad de su derrota electoral. Su vicepresidente, Mike Pence, sí asistió a la ceremonia.

Trump viajó a Florida, donde planea vivir en la propiedad de Mar-a-Lago. Pero en unos días el Senado abrirá un juicio de destitución para el expresidente, acusado de haber incitado una insurrección al alentar a la turba que atacó el Capitolio el 6 de enero en un intento por detener el conteo final de los votos del Colegio Electoral que ratificaron su derrota.

Fue un día surreal, subrayado por la imagen del presidente recién investido y la vicepresidenta en el frontis oeste del Capitolio, que hace apenas dos semanas lucía ocupado por una multitud acechante de partidarios de Trump. A diferencia de la mayoría de tomas de posesión, inundadas por la alegría y la sensación de un nuevo comienzo, las festividades del Día de Inauguración 59 ilustraron las penurias de Estados Unidos.

Debido al temor de más violencia, la capital, Washington, ha sido transformada en un campo armado custodiado por unos 25.000 elementos de la Guardia Nacional que se unieron a miles de agentes de policías. Gran parte del centro de la ciudad quedó bloqueado al tráfico. Debido a que la pandemia del coronavirus sigue arrasando el país, a los estadounidenses se les pidió que no acudieran, creando un fantasmal espectáculo: el nuevo presidente se dirigió a la Explanada Nacional, repleta no de personas sino de banderas que simbolizaban a una multitud ausente.

Muchas de las tradiciones habituales del día de toma de posesión se obviaron debido al virus, entre ellas un almuerzo con los líderes del Congreso en el Statuary Hall, la algarabía del desfile por la Avenida Pensilvania y los bailes de gala donde se espera que el presidente entrante y su esposa abran la pista.

En lugar de ello, Biden pasará revista a las unidades militares en el frontis este del Capitolio y más tarde procederá a la Casa Blanca escoltado por bandas de música de todas las ramas del ejército así como por los tambores de la Universidad de Delaware y de la Universidad Howard, las alma mater del presidente y la vicepresidenta, respectivamente. Luego de eso, un “Desfile por Estados Unidos” virtual presentará actuaciones en vivo desde 56 estados y territorios.

Para simbolizar el tema de unidad nacional que Biden ha buscado proyectar, lo acompañarán tres expresidentes —Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton— a dejar una corona en la tumba al soldado desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington antes del desfile. En lugar de los bailes formales, la primera y la segunda pareja participarán en un programa nocturno televisado conducido por el actor Tom Hanks.

Si la pompa y circunstancia del evento estuvieron limitadas por los desafíos actuales, ese no fue el caso de la determinación de Biden para empezar a desarmar rápidamente la presidencia de Trump. Planeaba firmar 17 órdenes ejecutivas, memorándums y proclamas por la tarde para revertir muchos de los principales elementos del gobierno anterior, en un repudio dramático a su predecesor. Las medidas son las más ambiciosas que se han llevado a cabo en la historia moderna en un primer día en la presidencia.

Entre otras acciones, planeaba emitir un mandato nacional para llevar cubrebocas dirigido a los trabajadores del gobierno federal y a todos los edificios federales, procurar una extensión a la moratoria de desalojos y el alivio a los préstamos estudiantiles, volver a unirse al Acuerdo Climático de París, suspender la construcción del muro fronterizo de Trump, retirar la prohibición de viajar a ciertos países de mayoría musulmana, impulsar el programa que permite que los jóvenes inmigrantes que llegaron al país de forma no autorizada permanezcan en Estados Unidos, prohibir la discriminación por parte del gobierno federal por orientación sexual o identidad de género así como imponer una moratoria a las concesiones petroleras y de gas natural en el Refugio de Vida Silvestre del Ártico.

Rara vez un presidente ha tomado tantas medidas para revertir el trabajo de su antecesor en el primer día del cargo, pero Biden tenía la intención de mostrar un rompimiento claro con el legado de Trump. Algunos de los decretos eran más simbólicos que sustanciales y será necesario legislar para que los cambios sean duraderos. Con ese fin, Biden planeaba dar a conocer el miércoles una propuesta de reforma migratoria con un plan de ciudadanía para 11 millones de personas que viven en el país sin documentos que tendrá que ser aprobada por el Congreso en lo que será sin duda un debate acalorado.

Conseguir la atención del Congreso será un desafío, ya que casi con certeza el Senado estará ocupado con el juicio a Trump los siguientes días o semanas. Hasta el momento, el Senado parecía poco dispuesto a ratificar a los candidatos de Biden al gabinete el Día de Inauguración, otro rompimiento con las tradiciones presidenciales. Dos de los secretarios de Trump fueron ratificados el día que asumió el cargo, mientras que a Obama y a Bush se les aprobaron siete candidatos a cada uno.

Con la toma de posesión de Harris como vicepresidenta, el Senado dividido exactamente con 50 demócratas y 50 republicanos, ahora se vuelve demócrata, gracias a su voto de desempate como presidenta de la cámara alta. El senador Chuck Schumer de Nueva York se convierte en el líder de la mayoría demócrata y buscará crear vías paralelas para considerar tanto las nominaciones como la legislación incluso mientras se lleva a cabo el juicio contra Trump.

Biden buscó utilizar su discurso inaugural para establecer un tono radicalmente distinto al de su predecesor, quien prefería la provocación en lugar de la conciliación. Biden empezó a trabajar en su mensaje antes del Día de Acción de Gracias en un proceso dirigido por Mike Donilon, su asesor desde hace mucho tiempo. Recibió ayuda de Jon Meacham, el historiador que funge informalmente como asesor externo, así como de Vinay Reddy, el encargado de sus discursos, y también consultó a su hermana, Valerie Biden Owens, quien ha sido una guía importante para él.

Sin embargo, a pesar de los llamados de unidad del nuevo presidente, quiso utilizar el discurso para llamar la atención a los supremacistas blancos tras el asesinato de Geeorge Floyd y el asedio al Capitolio por parte de extremistas. Y aunque no quiso nombrar al presidente Trump, se propuso hablar sobre la necesidad de la verdad y las consecuencias para las mentiras tras cuatro años en los que el presidente hizo decenas de miles de declaraciones falsas o engañosas.

Más allá de la edad, el género o la raza, Biden no podría ser más distinto al presidente que reemplaza. Senador de larga data, exvicepresidente, presencia sólida en Washington, Biden se ufana de su experiencia colaborando con los republicanos y busca forjar una alianza con el senador Mitch McConnell de Kentucky, el líder de la minoría, y otros representantes del Partido Republicano.

Parlanchín y ocurrente, conocido por su sonrisa deslumbrante, un toque a veces confianzudo en el hombro y una propensión a las meteduras de pata, Biden practica la política de la empatía que perfeccionó Bill Clinton, así como la política de cercanía de llámame-cuando-necesites que prefería el primer presidente George Bush.

A los 78 años, Biden es el presidente de más edad en la historia de Estados Unidos —en su primer día en el cargo es mayor que Ronald Reagan en su último día como presidente— e incluso sus aliados reconocen discretamente que ya no está en sus mejores años, lo que quiere decir que tanto amigos como adversarios estarán atentos a cualquier signo de declive. Pero se sobrepuso a las dudas y a los obstáculos y reclamó el galardón de su vida casi 34 años después de haber lanzado la primera de tres candidaturas presidenciales.

Aunque profesa sólidos principios de centroizquierda, no suele guiarse por la ideología y se ha mostrado incluso dispuesto a inclinarse hacia el centro de gravedad de la política. El ala progresista de su partido aún lo ve con escepticismo y puede que tenga dificultades para mantener unida a su coalición electoral, cuyo principal punto de acuerdo fue una antipatía compartida hacia Trump.

Biden alcanza el pináculo del poder con un viento favorable de apoyo popular. El 57 por ciento de los estadounidenses tienen una percepción favorable de él, según Gallup, una calificación mayor que la que Trump tuvo en sus cuatro años de mandato; un 68 por ciento de la población aprueba el modo en que Biden ha manejado la transición. Pero una gran parte del país considera que Estados Unidos está en una trayectoria errada y, como prueba del impacto de las falsas acusaciones de fraude electoral promovidas por Trump, el 32 por ciento respondió a los sondeos de CNN que no creía que Biden había ganado la elección de manera legítima.

Biden y Harris aportan una nueva diversidad a los cargos más altos del gobierno de Estados Unidos. Biden apenas es el segundo presidente católico, después de John F. Kennedy, y Harris rompió varias barreras raciales y de género al alcanzar la vicepresidencia. El gabinete que Biden ha propuesto también rompe récords en cuanto al número de mujeres y personas de color e incluye a la primera persona homosexual en liderar una de las secretarías reglamentarias del gabinete.

Biden, quien pasó la noche del martes en Blair House, el edificio para invitados presidenciales frente a la Casa Blanca en la avenida Pensilvania, empezó sus actividades públicas a las 8:50 a. m. al salir de la misa en la catedral de San Mateo Apóstol con su esposa, Jill Biden, Harris y el esposo de ella, Doug Emhoff. Se les unieron líderes congresionales de ambos partidos, entre ellos McConnell.

Eso también fue una ruptura con la tradición, ya que, antes de juramentar, la mayoría de los presidentes entrantes acuden a la iglesia episcopal de San Juan, ubicada frente a la Plaza Lafayette, al otro lado de la Casa Blanca. Pero San Mateo tiene su propia historia presidencial, ya que es el lugar donde se llevó a cabo el funeral de Kennedy.

Entre los asistentes a la ceremonia del Capitolio se encontraban tres expresidentes con sus cónyuges, Hillary Clinton, Laura Bush y Michelle Obama, así como el exvicepresidente Dan Quayle. Además del magistrado Roberts y la jueza Sotomayor, otros cuatro integrantes de la Corte Suprema estuvieron presentes: la jueza Elena Kagan y los tres magistrados nombrados por Trump, los jueces Neil M. Gorusch, Brett Kavaanaugh y Amy Coney Barrett.

Pence y su esposa, Karen Pence, fueron recibidos con aplausos bipartidistas a su llegada al Capitolio, en una muestra de aprecio por haber demostrado respeto a la transición de poder a pesar del desdén de Trump. Era la primera vez que Pence acudía a la cámara del Senado después de que la turba pro-Trump la invadió hace dos semanas, a veces al llamado de “Cuelguen a Mike Pence”, debido a que el vicepresidente se rehusó a bloquear el conteo de los votos del Colegio Electoral, tal como Trump había exigido.

Actuaron durante la ceremonia Lady Gaga, Jennifer Lopez y Garth Brooks. Está previsto que a las 8:30 p. m. estrellas como Kerry Washington, Bruce Springsteen, Eva Longoria, Lin-Manuel Miranda y Demi Lovato se unan a la actuación nocturna de “Celebrando Estados Unidos”.

Las festividades con celebridades enmarcan las exhibiciones de diligencia. Biden firmará decretos y memorándums en el Despacho Oval a las 5:15 p. m. y media hora más tarde llevará a cabo una toma de cargo virtual para su equipo de trabajo. A las 7:00 p. m., Jen Psaki, la nueva secretaria de prensa de la Casa Blanca, llevará a cabo su primer rueda de prensa diaria y restablecerá así la oportunidad de que los reporteros interroguen con regularidad a la Casa Blanca, una costumbre que prácticamente desapareció bajo el mandato de Trump.

Los Biden pasarán su primera noche en la Casa Blanca, completando así un recorrido que oficialmente comenzó en 1987 y extraoficialmente mucho antes. Tal vez estas no hayan sido las circunstancias que el nuevo presidente imaginó que enfrentaría al llegar al número 1600 de la avenida Pensilvania cuando comenzó su trayecto hasta aquí, pero la historia siempre sorprende.

Peter Baker es el corresponsal principal de la Casa Blanca y ha cubierto las gestiones de los últimos cuatro presidentes para el Times y The Washington Post. También es autor de seis libros, el más reciente de ellos se titula The Man Who Ran Washington: The Life and Times of James A. Baker III. @peterbakernyt • Facebook

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