Se espera la aparición de efectos secundarios posteriores a la vacuna. Estos muestran que el sistema inmunitario está organizando una respuesta y estará mejor preparado para combatir una infección si el cuerpo entra en contacto con el virus.
A finales de marzo pasado, Shannon Romano, una bióloga molecular, cayó en cama con COVID, más o menos una semana después de que sus colegas y ella cerraran su laboratorio en el Hospital Monte Sinaí. Primero padeció un dolor de cabeza debilitante, enseguida una fiebre que fue en aumento y luego insoportables dolores corporales. “No podía dormir. No me podía mover”, mencionó Romano. “Me dolían todas las articulaciones por dentro”.
No quería volver a pasar por lo mismo… nunca. Así que, hace poco, cuando se volvió elegible para la vacuna de la COVID-19, se inyectó.
Dos días después de vacunarse, aparecieron síntomas que le parecieron muy familiares. “La manera en que me dolía la cabeza y el cuerpo fue la misma que cuando tuve COVID”, comentó Romano. Se recuperó en poco tiempo, pero la respuesta intensa de su cuerpo al pinchazo la tomó por sorpresa.
Un nuevo estudio podría explicar por qué Romano y muchas otras personas que han tenido COVID manifiestan estas reacciones de una intensidad inesperada frente a la primera dosis de una vacuna. En un estudio publicado en línea el lunes, unos investigadores revelaron que la gente que ya había estado infectada con el virus reportó con mayor frecuencia fatiga, dolor de cabeza, escalofríos, fiebre, así como dolor de músculos y articulaciones después de la primera inyección que quienes nunca habían estado infectados. Los sobrevivientes de la COVID también tuvieron niveles mucho más altos de anticuerpos después de haberse puesto la primera y la segunda dosis de la vacuna.
Con base en estos resultados, la gente que ha tenido COVID-19 tal vez necesite una sola dosis, según los investigadores.
“Creo que una vacunación sería suficiente”, opinó Florian Krammer, virólogo de la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Monte Sinaí y uno de los autores del estudio. “Esto también evitaría el dolor innecesario al momento de ponerse la segunda dosis y dejaría disponibles más dosis de la vacuna”.
Aunque algunos científicos están de acuerdo con esta lógica, otros son más precavidos. E. John Wherry, director del Instituto de Inmunología de la Universidad de Pensilvania, mencionó que, antes de proponer un cambio en la política, le gustaría ver más datos sobre la capacidad de esos anticuerpos para detener la replicación del virus. “Solo porque un anticuerpo se adhiera a una parte del virus no significa que vaya a protegerte de infectarte”, opinó.
También podría ser difícil identificar a las personas que ya han estado infectadas, señaló Wherry. “Documentar eso se vuelve un problema muy complicado de salud pública”, comentó.
Se espera la aparición de efectos secundarios posteriores a la vacuna. Estos muestran que el sistema inmunitario está organizando una respuesta y estará mejor preparado para combatir una infección si el cuerpo entra en contacto con el virus.
Las vacunas de Pfizer y Moderna son particularmente buenas para provocar una respuesta sólida. La mayoría de los participantes en los ensayos clínicos de las empresas reportaron dolor en el lugar de la inyección y más de la mitad reveló fatiga y dolores de cabeza.
Tampoco es una sorpresa que los individuos que estuvieron infectados hayan podido experimentar reacciones más intensas. Ambas dosis contienen partes de material genético que incitan al cuerpo a producir proteínas de espiga, las protuberancias en la superficie del coronavirus. La gente que ya ha estado infectada con el virus tiene células inmunitarias que son excelentes para reconocer estas proteínas. Por lo tanto, cuando las proteínas aparecen después de la vacunación, algunas de esas células inmunitarias atacan y esto provoca que la gente se sienta mal.
Susan Malinowski, oftalmóloga radicada en Míchigan que tuvo COVID-19 en marzo, sin duda sintió que su cuerpo estaba bajo ataque después de recibir la vacuna de Moderna. Se inyectó la primera dosis antes del almuerzo en la víspera del Año Nuevo. Para la cena, se empezó a sentir mal. Pasó los siguientes dos días en cama sintiéndose pésimo.
“Me dio fiebre. Tuve escalofríos. Sufrí sudoraciones nocturnas. Me dolía todo el cuerpo”, recordó. “De hecho, me sentí peor después de la vacuna que cuando tuve COVID”.
El 27 de enero, en una reunión de un comité de expertos que asesora a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) surgieron preguntas sobre las reacciones más graves a causa de la vacuna en gente que ya ha tenido COVID.
Pablo J. Sánchez, un miembro del comité y del Instituto de Investigación en el Hospital Nacional Infantil en Columbus, Ohio, destacó que había sabido de gente que tuvo una peor respuesta frente a la vacuna que en su experiencia previa con la COVID-19. Sánchez sugirió que se le agregara una pregunta sobre el padecimiento previo de la infección a la información que los CDC les solicitan a quienes reciben las vacunas. “No se hace esa pregunta”, afirmó Sánchez. “Creo que es muy importante”.
Tom Shimabukuro de los CDC, quien presentó datos de seguridad al comité, señaló que la agencia estaba investigando el asunto. “En este momento, hay datos limitados sobre el tema, pero estamos viendo la manera de obtener mejor información”, aclaró.
Las personas que han tenido COVID parecen “reaccionar a la primera dosis como si fuera una segunda dosis”, comentó Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale. Por lo tanto, una dosis tal vez sea “más que suficiente”, opinó.
Un estudio publicado hace poco reveló que sobrevivir a una infección natural brindaba una protección del 83 por ciento en contra de una nueva infección en el curso de cinco meses. “Si además de eso damos dos dosis, podría ser exagerado”, agregó Iwasaki.