Dos semanas antes de la fecha programada para iniciar el juicio en el Senado, Trump anunció que había contratado un equipo con Butch Bowers a la cabeza, un abogado de Carolina del Sur.
La tarde del 10 de febrero, cuando el equipo legal del expresidente estadounidense Donald Trump se reunió en la sala de conferencias en una suite especial del hotel de Trump en Washington, uno de sus asesores más antiguos, Justin Clark, hizo un anuncio.
Clark le dijo a uno de los abogados, Bruce Castor, que, después de su criticada actuación del día anterior, Trump no quería que volviera a aparecer en televisión durante el juicio político.
Castor se levantó de su silla y comenzó a gritarle con furia a Clark, arguyendo que Trump se equivocaba al degradarlo. Los dimes y diretes se acaloraron tanto que Castor salió indignado de la sala de conferencias.
Castor posteriormente se disculpó con Clark. Sin embargo, el tenso intercambio es un ejemplo de cómo, tras su atropellada formación, el equipo legal de Trump —un revoltijo de asistentes políticos, un abogado especializado en lesiones personales, un exfiscal y un abogado defensor, la mayoría de los cuales no se caía bien ni confiaba en el otro— chocó, se tropezó y reagrupó a lo largo del proceso del juicio político bajo la mirada vigilante y, en ocasiones, iracunda de su cliente.
El resultado fue un avión unido con cinta de aislar que intentaba aterrizar.
Este artículo está basado en las entrevistas con media docena de miembros del equipo legal y otras personas involucradas en el proceso que, a la postre, produjo la exoneración de Trump.
“Deben recordar que literalmente tuvimos una semana y un día para preparar la defensa y ninguno de nosotros se conocía de antes”, mencionó en un comunicado David Schoen, uno de los abogados, después de que hubo un acercamiento para que comentara para este artículo.
En los días posteriores a que la Cámara de Representantes pusiera en marcha el juicio político contra Trump por haber participado en la incitación de los disturbios del 6 de enero, el exmandatario y sus asesores intentaron armar un equipo legal. Varios abogados que lo habían representado en el juicio político pasado dejaron claro que no querían involucrarse esta vez. Otros extraordinarios abogados defensores de cuello blanco temían trabajar para él por la respuesta política negativa y el miedo a que Trump se negara a pagar sus honorarios.
Dos semanas antes de la fecha programada para iniciar el juicio en el Senado, Trump anunció que había contratado un equipo con Butch Bowers a la cabeza, un abogado de Carolina del Sur que ha defendido a muchos políticos prominentes del estado. Poco después, Schoen, quien radica en Atlanta, fue llamado para ser, en palabras del mismo Schoen, “comariscal de campo” junto con Bowers.
No obstante, Bowers y otros cuatro abogados que trabajaban para Trump se desvincularon de él diez días antes del juicio. Bowers y Trump no tenían química y algunas personas familiarizadas con los sucesos comentaron que el expresidente habría querido que el equipo mencionara sus falsas acusaciones sobre una elección robada, algo que Bowers no quería hacer. Schoen negó ese supuesto, pues, según él, Trump nunca lo presionó en ese sentido.
Sin embargo, de pronto el equipo necesitó más abogados. Stephen Castor, el principal abogado republicano del Congreso que se enfrentó a los demócratas durante el primer juicio político de Trump, recomendó a su primo, Bruce Castor, un exfiscal de Pensilvania.
Schoen creía que iba a seguir a cargo del equipo político. No obstante, según Schoen, cuando aparecieron Bruce Castor y varios otros abogados que habían trabajado con él en Filadelfia —entre ellos un abogado de lesiones personales de nombre Michael van der Veen—, ellos se encargaron de la defensa.
“De nuevo, el presidente dejó claro que yo debía estar a la cabeza y hacer la mayoría de la presentación”, comentó Schoen. “Sin embargo, cuando Bruce llegó, trajo a su socio Mike y a varios abogados para ayudarle. Bruce de inmediato comenzó a programar una agenda y a asignar roles. El mío quedó marginado”.
Schoen aseguró que fue un error no oponerse al plan de Castor.
“Tengo una personalidad que simplemente no me permite sentirme cómodo reafirmándome y nada más acepté la agenda y pensé que solo haría lo mejor posible en lo que fuera asignado”, comentó Schoen. “Ese fue mi error y mi falla”.
Schoen, quien aseguró haber estado en contacto con Trump de manera regular, agregó que cometió otro error: no le dijo a Trump que Castor iba a tener un papel tan prominente en los alegatos en público.
Schoen todavía tenía programado hacer un alegato de apertura el primer día del juicio. Los responsables de la Cámara de Representantes comenzaron el proceso con una presentación convincente que incluía una compilación escalofriante de videos del ataque al Capitolio ocurrido el 6 de enero.
Entonces, Castor le dijo a Schoen que quería dirigirse a los jurados.
“Admiré su valor por lanzarse de frente”, admitió Schoen. “Por desgracia, recibió críticas bastante generalizadas de los medios y varias personas creyeron que tal vez se debía reconsiderar la agenda”.
En una entrevista, Van der Veen comentó que Castor había tomado la decisión de hablar porque creía que iba a servir para calmar las emociones en el lugar.
No obstante, Trump enfureció ante la actuación dispersa y débil de Castor. Esa tarde, el expresidente llamó a Clark, entre otros, para descargar su furia.
“Bruce no vuelve a salir en televisión”, mencionó Trump, para referirse a las presentaciones televisadas desde el piso del Senado. Trump también quiso que Clark se uniera al equipo legal y presentara argumentos en la cámara. Otros asesores le dijeron al expresidente que reorganizar la defensa en medio del juicio era una mala idea.
Castor no respondió un correo electrónico en el que se le solicitaban sus comentarios. Sin embargo, tanto Van der Veen como Schoen creyeron que Castor fue ridiculizado injustamente.
Lo que ocurrió después está sujeto a debate.
Dos personas involucradas en el esfuerzo mencionaron que Clark, así como Alex Cannon, otro abogado que había trabajado en la campaña de Trump y para Trump Organization, se encargó de escribir los guiones que los abogados iban a usar para presentar y les ordenaron apegarse a ellos. Jason Miller, un asesor político de Trump, revisó los guiones terminados, según estas personas. Y Ory Rinat, un exasesor de la Casa Blanca, ayudó a desarrollar las presentaciones visuales.
Tanto Schoen como Van der Veen negaron que los asesores de Trump hubieran redactado las presentaciones.
“No me estoy llevando el crédito por el trabajo de alguien más ni tampoco deberían llevarse el mío”, opinó Van der Veen.
Schoen, quien había sufrido la pérdida de su madre por COVID-19 unas semanas antes y lanzó un beso al cielo después de su última presentación, señaló que Trump estaba lejos de ser un controlador excesivo.
“Literalmente me llamaba unas pocas veces al día, algunos días, tan solo para decirme todo lo que me apreciaba, toda la confianza que me tenía y que debía tener más confianza en mí mismo”, comentó Schoen, quien no participó en los procesos del sábado en el Senado por el Sabbath judío.
No obstante, Schoen agregó que debió tener mejor informado a Trump sobre la persona que iba a hablar en el juicio.
“Creo que lo decepcioné”, admitió.