Ha pasado más de una década, desde que la industria de la tecnología emergió de la crisis financiera como una influencia dominante en las economías y en cómo vivir y percibir el mundo
Las grandes compañías tecnológicas todavía no determinan por qué tienen tantos enemigos.
Mark Zuckerberg dijo esta semana a entrevistadores que las personas y las instituciones que están perdiendo el control en el mundo culpan a Facebook por los cambios que observan. Jeff Bezos respondió la semana pasada a los detractores de Amazon con operaciones aritméticas para calcular el valor de su compañía para compradores, empleados y negocios.
El sentimiento detrás de esos mensajes ejecutivos básicamente fue: si las personas no valoran las contribuciones que estas compañías hacen al mundo, están equivocadas.
Zuckerberg y Bezos en parte tenían razón, pero no lograron ver lo importante. No reconocieron la causa fundamental de las investigaciones que ha emprendido el gobierno sobre las compañías tecnológicas, ni las críticas de algunos competidores y socios de negocios: donde hay poder, hay sospecha. Y las compañías tecnológicas son de las fuerzas más poderosas del mundo.
Ha pasado más de una década desde que la industria de la tecnología emergió de la crisis financiera como una influencia dominante en las economías y en cómo vivir y percibir el mundo. Además, me sorprende que los jefes de las empresas tecnológicas aún puedan aparentar que no comprenden por qué se cuestiona su industria. Repitan después de mí: es por su poder.
La sospecha quizá no siempre sea justa o productiva. Sin embargo, ejecutivos como Bezos y Zuckerberg poseen grandes megáfonos e importa cuando ellos no entienden (o malinterpretan de manera deliberada), por qué algunas personas en el mundo, incluyendo a consumidores como nosotros, pueden sentirse ansiosos sobre su poder.
Para dar algunos ejemplos: Facebook, Twitter y YouTube expulsaron al expresidente estadounidense Donald Trump después de que en repetidas ocasiones publicara mensajes que denunciaban falsamente un fraude electoral e incitaron a una multitud que asaltó el Capitolio de Estados Unidos. Pronto, un órgano cuasijudicial creado por Facebook decidirá si Trump debe tener acceso o no de nuevo a su cuenta.
Apple está a punto de reprogramar el software de los iPhones de manera que podrían limitar significativamente la cantidad de datos que todas las compañías recolectan acerca de nosotros.
Estas compañías pueden decidir por sí solas si los líderes mundiales tienen una plataforma extensa para hablar de manera directa con los ciudadanos y cambiar por completo las industrias de vigilancia y rastreo de datos de Estados Unidos. Más allá de las decisiones de estas compañías, es inquietante que un puñado de ejecutivos tecnológicos no electos tengan tanto poder.
El jefe de una empresa que vende chimeneas circulares para patios le preguntó a The Wall Street Journal: “¿Por qué Apple ahora es la que decide?”. Esa es exactamente la pregunta correcta y no solo acerca de Apple. Una de las grandes preguntas de nuestros tiempos es: ¿qué se debe hacer, si acaso algo debe hacerse, sobre unas cuantas compañías tecnológicas que tienen tanto poder?
¿Acaso Amazon y las empresas de la economía colaborativa están replanteando la naturaleza del trabajo y la economía estadounidenses? ¿Y eso está bien? ¿Es justo que Google, Facebook y Twitter sean Departamentos de Estado de facto, con la autoridad de decidir si las leyes que reprimen la expresión deben acatarse o combatirse?
Cuando unos cuantos gigantes de la tecnología tienen un poder equiparable al de los gobiernos, eso merece atención y evaluación. A veces pienso que los ejecutivos tecnológicos lo entienden. Bezos con frecuencia dice que las instituciones de gran tamaño e importancia, incluida Amazon, merecen escrutinio (quién sabe si lo dice en serio).
Las compañías tecnológicas tienen razón en que a menudo son el blanco de mucha ira mal encauzada por afectaciones sociales más amplias incluyendo la polarización y la desigualdad de ingresos. Tienen razón en decir que cuando algunos funcionarios gubernamentales las atacan, generalmente es por intereses propios.
No obstante, las empresas tecnológicas querían estar en una posición en la que pudieran tener mucha influencia. Querían cambiar al mundo… y lo hicieron. No pueden y no deben sorprenderse de que ahora muchas personas y autoridades cuestionen por qué estas compañías tienen tanto poder y si lo están usando de la manera adecuada.