La enfermedad de Crohn fue descrita por primera vez en 1932 por Burrill B. Crohn y sus colegas, y es una de las dos enfermedades inflamatorias crónicas del intestino (la otra es la colitis ulcerosa) que no tienen una causa específica.
Shelley Martin, contadora de Manhattan, tenía unos sesenta y tantos años cuando, tras una colonoscopia de rutina, se enteró de que padecía la enfermedad de Crohn, un trastorno inflamatorio crónico caracterizado por dolor abdominal y diarrea. Martin aseguró que cuando sus amigos se enteraron de su diagnóstico, varios dijeron: “¿Cómo es posible? La enfermedad de Crohn empieza en la infancia”.
En realidad, esta enfermedad a menudo debilitante, que suele afectar la zona donde el intestino delgado se une con el colon, puede presentarse a cualquier edad. “Si naces con la genética adecuada, puede aparecer por primera vez en niños pequeños hasta en personas de 80 o 90 años”, afirmó Joseph D. Feuerstein, gastroenterólogo del Centro Médico Beth Israel Deaconess, de Boston. “Su incidencia y prevalencia está aumentando en todo el mundo”, señaló, y los gastroenterólogos siguen tratando de averiguar por qué aparece en determinado momento en diferentes personas.
La enfermedad de Crohn fue descrita por primera vez en 1932 por Burrill B. Crohn y sus colegas, y es una de las dos enfermedades inflamatorias crónicas del intestino (la otra es la colitis ulcerosa) que no tienen una causa específica. En conjunto, afectan a unos tres millones de personas en Estados Unidos. En los adultos, la enfermedad de Crohn comienza por lo general a los 30 años, con una incidencia máxima entre los 20 y los 30 y un segundo pico alrededor de los 50 años. La enfermedad suele ser hereditaria, pero el riesgo genético no es grande. Entre uno de cada diez y uno de cada cuatro pacientes tiene un familiar cercano con la enfermedad, y solo la mitad de las parejas de gemelos idénticos la padecen.
En décadas pasadas, se pensaba que la enfermedad de Crohn afectaba principalmente a personas de ascendencia judía askenazí, pero “ahora la vemos en todas partes: en Asia, en América Latina, en todo el mundo”, comentó Feuerstein.
Los expertos suponen que el aumento de casos está relacionado de alguna manera con la industrialización y una dieta de estilo occidental abundante en carnes y alimentos procesados. Algunos sugieren que hay una relación con el hecho de vivir en un entorno excesivamente higiénico, lo cual puede inducir al sistema inmunitario a atacar los tejidos sanos del cuerpo en lugar de a los organismos infecciosos.
Aunque el intestino es el objetivo más destacado de la enfermedad, “también puede afectar los ojos, las articulaciones, el hígado y la piel”, aseveró Gary R. Lichtenstein, gastroenterólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania. “No se trata de un trastorno claro: se han identificado más de 200 genes asociados a la enfermedad de Crohn. Es el resultado de una interacción compleja entre el entorno y la genética” y puede iniciarse por la respuesta de un individuo a su exposición a distintos elementos, desde agentes infecciosos hasta medicamentos.
Hay dos promotores bien determinados: el uso frecuente de antinflamatorios no esteroideos (AINEs), como el ibuprofeno y el naproxeno, y el tabaquismo. Ambos pueden desencadenar la aparición de la enfermedad o provocar rebrotes en quienes ya la padecen, dijo Lichtenstein. De hecho, agregó, el tabaquismo no solo aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad de Crohn, sino que también puede dar lugar a un curso más agresivo del padecimiento.
A diferencia de Martin, quien no tuvo ningún indicio de que algo anduviera mal hasta su examen rutinario de colon, la mayoría de las personas con Crohn tienen síntomas inexplicables durante muchos meses o incluso años antes de que se determine la causa correcta. Tras el diagnóstico, Martin dijo que desarrolló una “diarrea leve pero molesta”, aunque se considera relativamente afortunada dado el complejo potencial de síntomas asociados con la enfermedad.
Además del dolor abdominal y la diarrea que puede ser sanguinolenta, los posibles signos y síntomas incluyen pérdida de peso inexplicable, anemia, fiebre, fatiga, náuseas y vómitos, pérdida de apetito, dolor en los ojos y las articulaciones, y protuberancias rojas y sensibles en la piel. En los niños, la enfermedad puede provocar un retraso en el crecimiento.
Feuerstein comentó que es muy importante contar con un diagnóstico rápido y una terapia adecuada para eliminar la inflamación del tracto digestivo, ya que un retraso puede dar lugar a tejido cicatricial y estenosis que no se revierten con medicamentos. Otra posible complicación grave es el desarrollo de una fístula, una conexión anormal entre diferentes órganos, como el colon y la vejiga, la cual requiere una reparación quirúrgica que, a su vez, puede causar más daños intestinales.
Como es lógico, la enfermedad puede ir acompañada de un estrés, ansiedad y depresión considerables, e incluso pueden provocar que los síntomas empeoren. El verano pasado, cuando la enfermedad de Martin se descontroló de manera repentina después de haber sido tratada con un fármaco para mantener a raya el cáncer de mama, la diarrea severa la mantuvo atada al baño de su apartamento de Manhattan.
Lichtenstein señaló que el tipo de medicamentos que tomó Martin, llamados inhibidores del punto de control, es particularmente desafiante para los pacientes de la enfermedad de Crohn que, tal vez, deban elegir entre tratar de prevenir una recurrencia del cáncer y eliminar su enfermedad intestinal porque los medicamentos contra el cáncer en ocasiones pueden causar inflamación del colon.
Si cuando se diagnostica la enfermedad de Crohn existe una inflamación grave y síntomas debilitantes, los pacientes suelen ser tratados con esteroides para controlar la enfermedad antes de que se les administre la medicación específica para la misma. “Los esteroides”, dijo Feuerstein, “son una curita para detener el proceso inflamatorio, pero luego tenemos que hacer algo para suprimir la enfermedad y permitir que el cuerpo se cure”.
A veces, antes de iniciar la medicación, se somete a los pacientes a una dieta líquida restringida y temporal para que el intestino descanse y tenga la oportunidad de sanar, aseveró Lichtenstein, autor principal de las últimas directrices de gestión de la enfermedad de Crohn elaboradas por el Colegio Estadounidense de Gastroenterología.
En la actualidad existen múltiples opciones de medicamentos para tratar la enfermedad de Crohn, aunque mantener los síntomas bajo control suele implicar un proceso de prueba y error. Por ejemplo, tras el diagnóstico de Martin hace cinco años, el especialista al que consultó le dijo que había cuatro medicamentos orales posibles que podía probar de manera sucesiva. Cada uno de ellos funcionó durante varios meses, pero después de que el cuarto fármaco dejó de aliviar sus síntomas, se le administró una dosis de un remedio llamado Entyvio, que según ella “funcionó de inmediato como un milagro.”
Entyvio, el nombre comercial del vedolizumab, es lo que se conoce como un biológico, un fármaco fabricado a partir de células vivas que suele administrarse por infusión o inyección, uno de los varios medicamentos de este tipo disponibles en la actualidad para la enfermedad de Crohn. Este actúa específicamente en el intestino para contrarrestar la inflamación y, como su colon sigue inflamado, Martin necesita ser tratada con el medicamento cada cuatro semanas. Si este deja de funcionar, puede probar uno de los otros.
No obstante, Martin sabe que la enfermedad de Crohn no es curable y que la mayoría de los pacientes tienen que seguir medicándose de manera indefinida. Esto puede suponer otro obstáculo. Los biológicos son muy caros, pues tienen un costo promedio de más de 100.000 dólares al año y, aunque suelen estar cubiertos por el seguro, hay que pagar un deducible elevado. Para pagar la terapia, muchos pacientes dependen de los programas de ayuda para el deducible administrados por las compañías farmacéuticas, dijo Feuerstein.
Sin embargo, Martin se enteró hace poco de que Medicare cubre el gasto si se administra en un hospital o si su médico puede organizar que una enfermera vaya a su casa para administrar el medicamento.