La semana pasada, YouTube reveló que les pagó a las empresas musicales, los músicos y los compositores más de 4000 millones de dólares el año anterior. Esta cantidad procede de la publicidad y de membresías de YouTube.
YouTube ha sido durante mucho tiempo el servicio de música más popular del mundo. Lo que ha cambiado es que YouTube ya no es el Darth Vader de la industria musical.
Durante años, a algunos artistas y ejecutivos de empresas discográficas les encantaban los chorrocientos clics que recibían los videos musicales en YouTube, pero se quejaban de que el sitio, propiedad de Google, no les generaba ingresos suficientes o no hacía lo necesario para evitar las estafas.
Esas quejas no han desaparecido del todo, pero se han silenciado en su mayoría. ¿Por qué? Una de las razones principales es que YouTube ha encontrado maneras de generar ingresos suficientes para que mucha gente del mundo de la música esté contenta, o al menos lo suficiente por ahora.
La pregunta es si YouTube ha conseguido una paz duradera o temporal. Si persiste, YouTube podría haber conseguido algo que pocas empresas de internet tienen: una relación relativamente sana con una industria establecida a la que ayuda y perturba de manera simultánea.
Permítanme retroceder a los años en que YouTube estaba castigado dentro de la industria musical. Los poderes de la industria solían utilizar una expresión de relaciones públicas, la “brecha de valor”, para referirse a lo que afirmaban que era la mísera contribución financiera de YouTube a la industria musical en relación con la popularidad de la música en el sitio. Les gustaba señalar las cifras que demostraban que los discos de vinilo generaban más ingresos para el negocio de la música que YouTube.
Sobre todo, YouTube hacía que los músicos, compositores y sellos discográficos ganaran dinero al estilo de Google: vendía anuncios dentro o alrededor de los videos relacionados con la música y se repartía los ingresos con las personas y empresas que estaban detrás de las canciones. Los poderosos de la industria decían que era una miseria.
La semana pasada, YouTube reveló que les pagó a las empresas musicales, los músicos y los compositores más de 4000 millones de dólares el año anterior. Esta cantidad procede de la publicidad y de algo que la industria siempre ha querido y que ahora está consiguiendo: una parte del sorprendentemente exitoso negocio de membresías de YouTube. (Las membresías de YouTube incluyen una versión del sitio sin publicidad y un servicio similar a Spotify para ver videos musicales sin anuncios).
La importancia de la cifra en dólares de YouTube es que no está muy lejos de los 5000 millones de dólares que el rey de la emisión en continuo, Spotify, les paga a los participantes de la industria musical con una parte de sus membresías. (Un recordatorio: a la mayor parte de la industria le encanta el dinero de Spotify, pero algunos músicos dicen que los pagos deberían ser mucho mayores).
Las membresías siempre serán un pasatiempo para YouTube, pero las cifras demuestran que, incluso un trabajo secundario puede ser enorme para la empresa y ha comprado la paz al destinar algunas de esas riquezas para quienes están detrás de la música. Los sellos discográficos y otros poderes de la industria “siguen sin amar a YouTube”, escribió la semana pasada Lucas Shaw, periodista de Bloomberg News. “Pero ya no lo odian”.
El cambio de opinión de YouTube también puede demostrar que quejarse funciona. La industria musical tiene un historial bastante exitoso de elegir un enemigo público número uno (fue Pandora durante un tiempo, luego Spotify, YouTube y más recientemente aplicaciones como TikTok y Twitch) y amedrentarlo de manera pública o enfrentar a una empresa rica contra otra para conseguir más dinero o algo más que quería.
Ya no es el turno de YouTube de estar en el banquillo, pero no sé si eso dure para siempre. Mark Mulligan, analista y consultor de la industria musical, y mi colega Ben Sisario me dijeron que están empezando a fraguarse algunas de las mismas quejas de siempre. Los grandes de la música siguen creyendo que YouTube paga demasiado poco por clic en comparación con otros servicios de música digital y temen que YouTube devalúe las canciones en todas partes porque no hace lo suficiente para detener las versiones piratas.
No obstante, tal vez YouTube haya demostrado que es posible que las empresas digitales pongan de cabeza a una industria y, a la vez, la hagan más fuerte. Eso es muy poco común. Miren el resentimiento que muchas organizaciones de noticias y sitios web les tienen a Facebook y Google, la incómoda dependencia que tienen los restaurantes de las aplicaciones de entrega de comida y los incómodos acuerdos de Netflix con empresas de entretenimiento. Tal vez el tiempo y el dinero puedan lograr un poco de paz.