Muchos consideran que el hidrógeno es el combustible, del futuro, pero nuevas investigaciones lo ponen en duda

Muchos consideran que el hidrógeno es el combustible, del futuro, pero nuevas investigaciones lo ponen en duda
Una automovilista llena su Toyota Mirai, un vehículo que funciona con hidrógeno, en Fountain Valley, California, el 14 de octubre de 2020. Foto, Philip Cheung/The New York Times.

Un nuevo estudio arbitrado sobre los efectos climáticos del hidrógeno, la sustancia más abundante del universo, pone en duda su papel en la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el catastrófico calentamiento global.

Muchos piensan que el hidrógeno es la energía limpia del futuro. El proyecto de ley de infraestructura bipartidista, destina miles de millones de dólares para su financiamiento.

Sin embargo, un nuevo estudio arbitrado sobre los efectos climáticos del hidrógeno, la sustancia más abundante del universo, pone en duda su papel en la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el catastrófico calentamiento global.

El principal escollo: la mayor parte del hidrógeno que se utiliza hoy en día se extrae del gas natural en un proceso que requiere mucha energía y emite grandes cantidades de dióxido de carbono. La producción de gas natural también libera metano, un gas de efecto invernadero bastante potente.

Y aunque la industria del gas natural ha propuesto capturar ese dióxido de carbono y crear lo que promueve como hidrógeno “azul” libre de emisiones, incluso ese combustible sigue emitiendo más en toda su cadena de suministro que la simple quema de gas natural, según el artículo, publicado el jueves en la revista Energy Science & Engineering por investigadores de las universidades de Cornell y Stanford.

“Calificarlo de combustible con cero emisiones es algo totalmente equivocado”, afirma Robert Howarth, biogeoquímico y científico de ecosistemas de Cornell y autor principal del estudio. “Lo que hemos descubierto es que tampoco es un combustible de bajas emisiones”.

Para llegar a su conclusión, Howarth y Mark Jacobson, profesor de Ingeniería Civil y Medioambiental de Stanford y director de su programa Atmósfera/Energía, analizaron las emisiones de gases de efecto invernadero del hidrógeno azul durante su ciclo de vida. Consideraron tanto las emisiones de dióxido de carbono como el metano que se escapa de los pozos y otros equipos durante la producción de gas natural.

Los investigadores supusieron que el 3,5 por ciento del gas que se extrae del suelo se filtra a la atmósfera, una suposición que se basa en las crecientes investigaciones que han descubierto que la perforación de gas natural emite mucho más metano del que se sabía anteriormente.

También consideraron el gas natural necesario para hacer funcionar la tecnología de captura de carbono. En total, descubrieron que la huella de gases de efecto invernadero del hidrógeno azul era más de un 20 por ciento superior que la de la combustión de gas natural o carbón para obtener calor (si se realiza el análisis con un índice de fuga de gas mucho más bajo, del 1,54 por ciento, las emisiones se reducen muy poco y las del hidrógeno azul siguen siendo mayores que las de la simple combustión de gas natural).

Estos resultados podrían alterar el cálculo del hidrógeno. En los últimos años, la industria del gas natural comenzó a promocionar con fuerza el hidrógeno como un combustible confiable de próxima generación que se utilizará para propulsar automóviles, calentar hogares y producir electricidad.

En Estados Unidos, Europa y otros países, la industria también se ha valido del hidrógeno como justificación para seguir construyendo infraestructura de gas como los gasoductos, con el argumento de que las tuberías que transportan gas natural en el futuro podrían llevar una mezcla más limpia de gas natural e hidrógeno.

Aunque muchos expertos están de acuerdo en que con el tiempo el hidrógeno podría cobrar importancia en el almacenamiento de energía o en hacer funcionar ciertos tipos de transporte —como los aviones o los camiones de transporte de larga distancia, en los que el cambio a la energía eléctrica de las baterías puede ser un reto—, está surgiendo un consenso de que una economía del hidrógeno más amplia que dependa del gas natural podría ser perjudicial para el clima (con los costos actuales, también sería muy cara).

El Consejo del Hidrógeno, un grupo industrial fundado en 2017 que incluye a BP, Shell y otras grandes compañías de petróleo y gas, no proporcionó comentarios inmediatos. Un informe de McKinsey & Co. en coautoría con grupos de la industria estimó que la economía del hidrógeno podría generar 140.000 millones de dólares en ingresos anuales para 2030 y mantener 700.000 empleos. El estudio también proyectaba que el hidrógeno podría satisfacer el 14 por ciento de la demanda total de energía de Estados Unidos para 2050. BP declinó hacer comentarios.

En Washington, el último paquete de infraestructura bipartidista destina 8000 millones de dólares a la creación de centros regionales de hidrógeno, una disposición que se introdujo originalmente como parte de un proyecto de ley independiente del senador Joe Manchin, demócrata de Virginia Occidental, una importante región productora de gas natural. Entre las empresas que presionaron para que se invirtiera en hidrógeno se encontraba NextEra Energy, que ha propuesto una planta piloto de hidrógeno alimentada por energía solar en Florida.

Otros demócratas, como el representante de Maryland Jamie Raskin, se han opuesto a la idea, calificándola de “promesa vacía”. Los grupos ecologistas también han criticado el gasto. “No es una acción climática”, señaló Jim Walsh, analista principal de política energética de Food & Water Watch, un grupo sin fines de lucro con sede en Washington. “Se trata de una subvención a los combustibles fósiles que en el Congreso se hace pasar por una medida climática, mientras apuntalan el siguiente capítulo de la industria de los combustibles fósiles”.

Jack Brouwer, director del Centro Nacional de Investigación de Pilas de Combustible de la Universidad de California, en Irvine, dijo que, en última instancia, el hidrógeno tendría que fabricarse con energía renovable para producir lo que la industria llama hidrógeno verde, que utiliza energía renovable para dividir el agua en sus partes constituyentes, hidrógeno y oxígeno. Con ello, dijo, se eliminarían las fugas de combustibles fósiles y de metano.

El hidrógeno fabricado a partir de combustibles fósiles podría seguir actuando como combustible de transición, pero en última instancia sería “un pequeño contribuyente a la economía general del hidrógeno sustentable. Primero usamos el azul, luego lo hacemos completamente verde”, señaló.

En la actualidad, muy poco hidrógeno es verde, porque el proceso que conlleva —la electrólisis del agua para separar los átomos de hidrógeno del oxígeno— requiere un gran consumo de energía. En la mayoría de los lugares, simplemente no hay suficiente energía renovable para producir grandes cantidades de hidrógeno verde (aunque si el mundo empieza a producir un exceso de energía renovable, convertirla en hidrógeno sería una forma de almacenarla).

Amy Townsend-Small, profesora asociada de Ciencias Ambientales de la Universidad de Cincinnati y experta en emisiones de metano, afirmó que un mayor número de científicos está empezando a examinar algunas de las afirmaciones de la industria en torno al hidrógeno, del mismo modo que han analizado los efectos climáticos de la producción de gas natural. “Creo que esta investigación va a impulsar el debate”, aseveró.

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