“Cuando la gente sufre pérdida visual, cambia la manera en que vive su vida. Disminuye su actividad física y social, que son muy importantes para mantener un cerebro saludable”, explicó Swenor. “Esto predispone a las personas a un declive cognitivo acelerado”.
La práctica médica tiende a dividir a sus pacientes —o sea, a ti y a mí— en especialidades definidas por las partes del cuerpo: oftalmología, neurología, gastroenterología, psiquiatría y demás. Pero la realidad es que el cuerpo humano no funciona como partes aisladas. Más bien opera como un conjunto integrado y la avería de una de sus partes puede afectar a muchas otras.
Ya he escrito sobre el posible daño que puede causar la pérdida auditiva en la salud del cerebro, de nuestros huesos y corazón, así como afectar nuestro bienestar emocional.
Si no se trata, la pérdida de la audición puede incrementar el riesgo de padecer demencia. Incluso quienes tienen una capacidad auditiva ligeramente alterada pueden sufrir déficits cognitivos significativos.
Ahora, un creciente conjunto de investigaciones está demostrando que la pérdida de la visión también puede afectar el funcionamiento cerebral. Tal como sucede con la audición, si el cerebro tiene que esforzarse de más para asimilar lo que ven nuestros ojos, esto puede hacer estragos en la cognición.
El estudio más reciente, publicado en la revista JAMA Network Open en julio, dio seguimiento a 1202 hombres y mujeres, cuyas edades oscilaban entre los 60 y los 94 años durante un promedio de casi siete años. Todos participaron en el Estudio Longitudinal sobre el Envejecimiento de Baltimore y se sometieron a pruebas de cognición y de la vista cada uno o cuatro años entre 2003 y 2019.
Los investigadores hallaron que los sujetos que obtuvieron los resultados menos favorables en las pruebas iniciales de agudeza visual —que medían la claridad con que podían ver, por ejemplo, las letras de una tabla optométrica a cierta distancia— fueron más propensos a padecer un deterioro cognitivo con el paso del tiempo, incluyendo déficits en el lenguaje, la memoria, la atención, así como la capacidad de identificar y localizar objetos en un espacio.
Otros problemas visuales, como la percepción de profundidad y de contrastes, también tuvieron efectos perjudiciales en la capacidad cognitiva.
La investigadora principal, Bonnielin Swenor, epidemióloga del Instituto Ocular Wilmer, de la Universidad Johns Hopkins, dijo que el nuevo estudio “se suma a un cúmulo cada vez mayor de datos longitudinales que demuestran que la deficiencia visual puede propiciar un declive de la cognición en adultos mayores”.
Corregir la visión deficiente es bueno para el cerebro
Por si piensas que la relación es a la inversa —que el deterioro cognitivo afecta la visión— otro estudio en el que participó Swenor mostró que cuando se consideran ambas funciones, era dos veces más probable que la deficiencia visual afectara el declive cognitivo que al contrario. Este estudio, publicado en 2018 en JAMA Ophthalmology y liderado por Diane Zheng, de la Facultad de Medicina Leonard M.
Miller, de la Universidad de Miami, incluyó a 2520 adultos con edades entre los 65 y los 84 años que vivían de manera independiente, cuyos funcionamientos visual y cognitivo se examinaron de manera periódica. Zheng y sus coautores concluyeron que mantener una buena capacidad visual conforme envejecemos podría ser una manera eficaz de minimizar el deterioro de la cognición en la edad adulta.
“Cuando la gente sufre pérdida visual, cambia la manera en que vive su vida. Disminuye su actividad física y social, que son muy importantes para mantener un cerebro saludable”, explicó Swenor. “Esto predispone a las personas a un declive cognitivo acelerado”.
Sin embargo, identificar y corregir la pérdida de la visión en etapas tempranas puede ser útil, afirmó Zheng. Sugirió que las personas se realicen revisiones oculares regulares, al menos una vez cada dos años, y más a menudo si padecen diabetes, glaucoma u otros padecimientos que pueden afectar la visión. “Asegúrense de poder ver bien con sus lentes”, recomendó.
Cuando los lentes por sí solos no son suficientes
Existen “deficiencias visuales que los lentes no pueden resolver”, advirtió Swenor, como la degeneración macular y el glaucoma relacionados con la edad. Las enfermedades de la retina empezaron a alterar la visión de Swenor desde que tenía veintitantos años. Aquellos que padecen problemas como los suyos pueden beneficiarse de algo llamado rehabilitación de la baja visión, una especie de terapia física para los ojos que ayuda a las personas con deficiencia visual a adaptarse a situaciones comunes y desenvolverse mejor en la sociedad.
Swenor, por ejemplo, puede ver objetos en contextos de alto contraste, como un gato negro con una valla blanca de fondo, pero le cuesta diferenciar entre colores similares. Por ejemplo, no puede servir leche en una taza blanca sin derramarla. Su solución: usar una taza de color obscuro. Hacer estos ajustes es una tarea constante, pero le permite seguir desempeñándose bien en su vida profesional y social.
La sociedad también debe ayudar a las personas con deficiencias visuales a vivir con seguridad fuera de su hogar. La mayoría de las cosas en los hospitales son blancas, por ejemplo, lo cual crea riesgos para la seguridad de las personas con sensibilidad reducida a los contrastes. Como alguien que ha conducido un auto desde hace 50 años, he notado que las barreras de seguridad en las carreteras que solían ser del mismo color que la superficie del camino ahora casi siempre están pintadas de colores de alto contraste como naranja o amarillo, lo cual sin duda reduce los accidentes automovilísticos incluso para las personas que pueden ver perfectamente.
“Tenemos que crear una sociedad más inclusiva que tome en cuenta las necesidades de las personas con deficiencias visuales”, afirmó Swenor.
Las mejoras en el hogar podrían fomentar la salud cerebral
Las personas con problemas de percepción de profundidad también pueden incorporar elementos de diseño que son útiles en su casa. Poner tiras de colores en los salientes de las escaleras, tener muebles de distintas texturas y objetos codificados por colores puede mejorar la capacidad de una persona para moverse con seguridad. La gente que ya no puede leer libros también puede optar por escuchar audiolibros, pódcast o música, sugirió Swenor.
El vínculo entre las deficiencias visual y cognitiva “no es una sentencia irreparable”, agregó. “Hay muchas maneras de fomentar la salud cerebral para las personas con pérdida de la visión”.
Un primer paso podría ser conseguir la aprobación en el Congreso del proyecto de ley para ampliar Medicare, lo cual, a su vez, también podría instar a las aseguradoras privadas a cubrir la atención y rehabilitación oftalmológicas. La propuesta actual de los demócratas de ampliar los beneficios de Medicare bien podría pagarse sola a la larga con la reducción de los costos médicos ya cubiertos para el declive cognitivo y físico.
Un ejemplo concreto: el costo de un solo remplazo de cadera como consecuencia de una caída relacionada con la deficiencia visual excedería el costo de varios cientos de exámenes de la vista y correcciones visuales necesarias.