“El fútbol es como la comida”: las futbolistas afganas encuentran un hogar en Italia

“El fútbol es como la comida”: las futbolistas afganas encuentran un hogar en Italia
Fatema, miembro de un equipo de fútbol femenil de Herat, en un campamento dirigido por la Cruz Roja Italiana en Avezzano, Italia, el 2 de septiembre de 2021. Foto, Fabio Bucciarelli/The New York Times.

Como tantos afganos, las jugadoras dejaron atrás su vida para poder hacer el viaje. Susan interrumpió sus estudios universitarios de literatura inglesa para abandonar el país con sus padres, dos hermanas y un hermano.

AVEZZANO, Italia – Dos días después de que los combatientes talibanes tomaron Herat, la tercera ciudad más grande de Afganistán, el periodista italiano Stefano Liberti recibió un mensaje a través de Facebook: “Hola, señor, estamos en problemas. ¿Puede ayudarnos?”.

El mensaje enviado el mes pasado procedía de Susan, de 21 años, excapitana del Bastan, un equipo de fútbol femenil que alguna vez fue tema de un documental realizado por Liberti y su colega Mario Poeta.

“Para mí el fútbol es como la comida”, dijo Susan más tarde, y el miedo a no volver a jugar bajo el régimen talibán, “me hizo sentir como si estuviera muerta”. Como en el caso de otros entrevistados en este artículo, solo se menciona su nombre de pila para proteger su identidad.

Trece días después de ponerse en contacto con Liberti, Susan llegó a Italia junto con dos de sus compañeras de equipo, su entrenador y varios familiares. Aterrizaron en el aeropuerto principal de Roma tras un vuelo que fue posible gracias a los dos periodistas, una organización no gubernamental con sede en Florencia, varios legisladores italianos y funcionarios de los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores de Italia.

El grupo proveniente de Herat, 16 personas en total, transitó por un campamento de tiendas de campaña dirigido por la Cruz Roja italiana en Avezzano, en los Apeninos, donde más de 1400 afganos evacuados a Italia han pasado la cuarentena en las últimas semanas.

Como tantos afganos, las jugadoras dejaron atrás su vida para poder hacer el viaje. Susan interrumpió sus estudios universitarios de literatura inglesa para abandonar el país con sus padres, dos hermanas y un hermano.

Durante la primera época del gobierno talibán, las mujeres tenían prohibido practicar deportes. Incluso después de que el grupo fue expulsado del poder en 2001, la práctica del deporte siguió siendo un desafío para las mujeres afganas, y para los hombres que las ayudaban.

En “Herat Football Club” (Club deportivo Herat), el documental de 2017 que hicieron los periodistas acerca del equipo, Najibullah, el entrenador, dijo que había sido amenazado en repetidas ocasiones por los talibanes por entrenar a mujeres jóvenes.

El regreso de los talibanes al poder ha provocado temor de que no solo se vuelvan a imponer restricciones al deporte, sino también de que las atletas que surgieron en los últimos 20 años sean objeto de represalias.

El mes pasado, Khalida Popal, la antigua capitana del equipo nacional femenil que abandonó Afganistán en 2011 y ahora vive en Copenhague, Dinamarca, utilizó las redes sociales y los medios de comunicación convencionales para aconsejar a las mujeres que habían practicado deporte en Afganistán que cerraran sus cuentas en las redes sociales, eliminaran cualquier rastro en internet e incluso quemaran sus uniformes.

“No tienen a nadie a quien recurrir, para buscar protección o pedir ayuda si están en peligro”, dijo en una entrevista para Reuters.

Otra jugadora de Herat, Fatema, de 19 años, también abandonó sus estudios universitarios en administración y política pública. Llegó a Italia con un hermano, pero su padre enfermó mientras intentaban atravesar la multitud en el aeropuerto de Kabul, por lo que él y su madre se quedaron.

“Me dijeron: ‘Vete tú, ve por tu futuro, por el fútbol, por tu educación’”, narró Fatema.

“Jugar fútbol me hace sentir poderosa y un ejemplo para otras chicas, para demostrar que puedes hacer todo lo que quieras”, dijo Fatema. Expresó su esperanza de que eso también ocurra en Italia. “Ahora quiero que Italia sea mi país”, afirmó.

La mayor de las tres jugadoras, Maryam, de 23 años, ya tenía una licenciatura en administración y había trabajado como profesora de una autoescuela en Herat. Se veía a sí misma como un modelo a seguir que inspira a las jóvenes con su ejemplo “por el fútbol, por la conducción”.

“Era un miembro activo de la sociedad”, dijo Maryam, un papel que estaba segura de que no podría tener bajo el régimen de los talibanes.

Maryam fue la única integrante del equipo que llegó sola a Italia, aunque dijo que esperaba que su familia se le uniera después. “Me cuesta trabajo sonreír”, comentó. “Pero espero que mi futuro sea bueno, seguro será mucho mejor que bajo el régimen talibán”.

Las jugadoras dicen que muchas de sus compañeras de Herat siguen en Kabul, con la esperanza de poder llegar a Australia, a donde han evacuado a algunas jugadoras de la selección femenil de Afganistán.

El viernes pasado, las tres mujeres y sus familias fueron trasladadas a la ciudad italiana de Florencia. La Federación Italiana de Fútbol, algunos clubes de fútbol y la capitana de la selección nacional, Sara Gama, han ofrecido su apoyo a las jóvenes jugadoras afganas.

“Ha habido mucha solidaridad”, señaló Liberti, el documentalista.

En una tarde calurosa de la semana pasada, Fatema y Maryam hicieron algo que nunca habían hecho antes: jugaron a la pelota con unos jóvenes.

Al preguntarles qué sintieron, Maryam mostró una gran sonrisa y levantó el pulgar.

“Se sintió bien”, añadió Fatema. “La gente no nos miraba como si hubiéramos hecho algo malo”.

 

Mujeres futbolistas emigraron
Miembros del club deportivo Bastan, un equipo de fútbol femenil de Herat, en un campamento dirigido por la Cruz Roja italiana en Avezzano, Italia, el 2 de septiembre de 2021. Foto, Fabio Bucciarelli/The New York Times.

 

 

 

 

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