Para afianzar el ambicioso programa de Biden se requerirá el respaldo de cada uno de los 50 votos que tienen los demócratas en el Senado y de casi todos los de la Cámara de Representantes.
WASHINGTON — Cuando el presidente estadounidense, Joe Biden, asumió el cargo, insistió en que la pandemia que había provocado una crisis a nivel nacional podría incentivar un nuevo consenso en Washington al atenuar las divisiones partidistas y permitir el tipo de cambio transformacional que respondiera a un momento peligroso y devastador para el país.
Dejando a un lado las fisuras evidentes dentro de su propio partido, propuso el programa social más grande en toda una generación: una iniciativa para llevar a cabo gigantescas obras públicas, con el fin de reparar la deteriorada infraestructura y crear empleos, el plan de una red de seguridad social que contempla desde el principio hasta el final del ciclo de vida, programas ambiciosos para frenar el cambio climático y aumentos a los impuestos de la clase más adinerada para pagar todo esto.
Confiaba en sus propias habilidades de negociación, fruto de 36 años en el Senado, su larga experiencia en tratar con los líderes republicanos intransigentes y el poder que le da su personalidad y su cargo para sacarlo adelante en un momento de una profunda polarización política.
No obstante, cuando su programa pendía de un hilo en el Congreso esta última semana, fue muy evidente y penoso ver que sus supuestos se habían topado con las realidades políticas de gobernar.
Pese a que algunos republicanos sí apoyaron el plan de infraestructura que les permitiría volver a poner la primera piedra en su estado, se negaron rotundamente a aceptar la recomposición de la red de seguridad social que contemplaban Biden y muchos demócratas. Además, aunque las propuestas del presidente son muy bien acogidas por la población y tienen un fuerte respaldo entre la gran mayoría de los demócratas del Congreso, no obtuvieron el apoyo indiscutible de todos en su partido.
Eso ha trazado un camino muy accidentado para la agenda del presidente en un Congreso en el que los demócratas tienen muy pocos votos en la Cámara Baja y un 50-50 en el Senado sin ningún margen de error.
La turbulencia con la que se topó Biden y sus propuestas demostró que sin que haya mayorías más grandes en el Congreso —de las cuales carecen los demócratas en la actualidad— es difícil que se logre el cambio transformacional. Y sin ningún espacio para deserciones, pueden resultar fatales las divisiones dentro del partido, como las que han surgido en las filas de los demócratas o, como mínimo, dar lugar a una disminución importante de las expectativas.
Es una observación que los republicanos han estado haciendo una y otra vez y que el senador demócrata de Virginia Occidental, Joe Manchin, volvió a plantear con malicia cuando explicó su rechazo al plan de Biden y pidió que se redujeran hasta 2 billones de dólares antes de ofrecerle su imprescindible respaldo.
“Para que los consigan, tienen que elegir a más liberales”, manifestó Manchin en el Capitolio, diciendo que temía que el alcance del programa que pretendían los demócratas “en esencia cambiaría toda nuestra sociedad para dirigirla hacia una mentalidad individualista”.
Los presidentes anteriores que pudieron sacar adelante programas tan ambiciosos como los de Biden contaban con una mucho mayor holgura en el Capitolio, cosa que el mismo Biden afirmó el viernes cuando se reunió en privado con los demócratas de la Cámara Baja en un mitin a favor de la unidad. Lyndon B. Johnson tenía supermayorías en ambas cámaras del Congreso cuando convirtió Medicare en ley en 1965. Incluso entonces, el proceso fue difícil y requirió una fuerte presión por parte de Johnson, quien también fue senador durante mucho tiempo.
La promulgación de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio durante el gobierno de Obama también se logró con mayorías demócratas mucho más grandes, incluyendo un breve periodo en el que el partido tuvo una supermayoría de 60 votos en el Senado. Incluso entonces, el trayecto hacia la promulgación fue engañoso e intrincado y fue necesario que se hicieran ajustes en la ley que dificultaron su puesta en marcha y que han complicado la cobertura ante la ley hasta la fecha.
En ese entonces, al igual que ahora, le tocó a Nancy Pelosi, quien se especializa en hacer pasar las leyes por huecos políticos muy estrechos, sacar adelante la disposición hasta ser promulgada. Pero en 2010, contaba con un margen mucho más amplio; pese a que había 34 demócratas que se oponían a este proyecto de ley de salud, tuvo los votos suficientes para que se aprobara.
Por el contrario, para afianzar el ambicioso programa de Biden se requerirá el respaldo de cada uno de los 50 votos que tienen los demócratas en el Senado y de casi todos los de la Cámara de Representantes.
Aunque Manchin ha sido el congresista más franco en cuanto a su rechazo al programa de Biden, se ha aliado con la senadora demócrata por Arizona, Kyrsten Sinema, quien tiene sus propias objeciones a este programa social tan radical y que tampoco ha estado dispuesta a comprometerse a votar por esta disposición.
Otros miembros moderados del Senado y de la Cámara Baja han manifestado de manera menos abierta cierta inquietud sobre el alcance y el costo del plan de los demócratas. Muchos de ellos respaldan con entusiasmo el proyecto de ley de infraestructura, el cual ven como mucho más aceptable y más fácil de vender a los votantes debido al apoyo por parte de los republicanos, tanto en la Cámara Baja como en el Senado.
Los líderes del bloque progresista señalaron de inmediato que solo era una fisura de sus compañeros demócratas que se encontraban entre Biden y sus metas legislativas.
“En este momento, el cuatro por ciento de los demócratas se oponen a aprobar el programa del presidente”, señaló la representante demócrata por Washington, Pramila Jayapal, quien es la presidenta del Comité Progresista del Congreso. “Es el grupo que nos preocupa”.
El senador demócrata por Nueva York, Chuck Schumer, líder de la mayoría, ha afirmado que el gasto de casi cualquier nivel que puedan conseguir los demócratas es mejor que no tener ningún proyecto de ley, lo que hace poco probable que los progresistas abandonen la ley incluso si su costo cae a lo que Manchin pone como meta.
Los demócratas creen también que Manchin les dejó un margen para impulsar el costo y que este se aproxime más a los 2 billones de dólares y aun así él pueda afirmar que lo redujo de manera considerable. A pesar de la agitación de los últimos días, creen poder ganar.
Pero sin una expansión repentina de sus filas, Biden y los dirigentes demócratas son conscientes de que deben ajustar su visión legislativa original a sus votos reales en el Congreso y de que cualquier ley que ellos conciban no tendrá el alcance que previeron cuando comenzaron