Mientras el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, visita la región, la ventana de oportunidad para una resolución diplomática se ha cerrado abruptamente. Por ahora.
WASHINGTON — Solo unos meses atrás, las relaciones tensas entre Estados Unidos y Venezuela parecían mejorar.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, había aminorado una campaña de medidas de presión que inició el gobierno de Donald Trump, al dejar a un lado las amenazas de derrocar con su poderío militar al presidente venezolano, Nicolás Maduro. Las nuevas negociaciones entre Maduro y sus oponentes políticos generaron esperanzas de un avance importante. Funcionarios europeos estaban considerando levantar algunas sanciones financieras contra Venezuela si las elecciones en el país, programadas para noviembre, eran libres y justas.
Entonces, Alex Saab, un consejero cercano a Maduro, fue extraditado a Estados Unidos, acusado de lavado de dinero y vínculos con Hizbulá, y la ventana de oportunidad para una solución política se cerró de manera abrupta. Al menos por ahora.
Maduro suspendió las negociaciones de inmediato y detuvo a seis ejecutivos petroleros estadounidenses, lo que acabó con cualquier estrategia de acercamiento mientras la economía de Venezuela se derrumba y su población sufre una gran violencia, pobreza y enfermedades.
“El imperio estadounidense, violando todo el derecho internacional, se llevó un diplomático venezolano”, dijo Maduro a Telesur, una estación de televisión financiada por el Estado, el domingo.
El secretario de Estado, Antony J. Blinken, señaló el martes que el caso contra Saab había proseguido durante más de una década y no estaba vinculado al intento de acercamiento entre las facciones políticas de Venezuela.
“Es profundamente lamentable que el régimen de Maduro se retirara de las conversaciones en México”, dijo Blinken a los periodistas en Quito, Ecuador, donde estaba discutiendo sobre Venezuela y otros temas regionales y de seguridad en su primera visita a Sudamérica en el cargo.
“Pero creo que también es señal, desafortunadamente, de que Maduro antepone los intereses personales a los intereses del pueblo venezolano”, dijo Blinken.
La defensa de la democracia y la lucha contra la corrupción son dos elementos cruciales de la agenda exterior de Biden, y funcionarios del Departamento de Estado dijeron que el mandatario estaba particularmente preocupado por las amenazas a ambos en América Latina, debido a que algunos países en el patio trasero de Estados Unidos están siendo dominados por líderes autoritarios. Blinken también viajará esta semana a Colombia, un país que, igual que Ecuador, ha lidiado con opresión estatal o han implementado tácticas de mano dura contra sus ciudadanos.
Los funcionarios advirtieron que no se espera que Blinken se centre en Maduro, ni otros líderes autoritarios —en Cuba y Nicaragua—, durante el discurso programado para el miércoles sobre el respaldo a los derechos humanos y las libertades civiles en la región.
Pero el momento de sus visitas, inmediatamente después de la comparecencia de Saab en la corte en Miami el lunes, enviará un mensaje ineludible sobre los límites de la paciencia de Estados Unidos con el gobierno de Maduro.
Sin embargo, Maduro ha demostrado ser resiliente.
Ha resistido las sanciones de Estados Unidos sobre sus bienes personales y los de al menos 160 de sus aliados desde enero de 2019, según el Servicio de Investigación del Congreso estadounidense. Más de 1000 personas de su gobierno tienen prohibido viajar a Estados Unidos. Y el gobierno de Trump impuso un embargo económico contra Venezuela, con lo que la privó de un estimado de 11.000 millones de dólares en ingresos por exportaciones de petróleo en un solo año, según calculó John R. Bolton, exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca.
Con la ayuda de China, Rusia y Cuba, el control del poder de Maduro luce tan sólido como siempre, y el lunes, su gobierno declaró que firmará un pacto económico por un periodo de 20 años con Irán.
Al mismo tiempo, algunos Estados de América Latina y el Caribe se han alejado del Grupo de Lima, una coalición diplomática regional que se opuso a la declaración de victoria de Maduro en las elecciones presidenciales de 2018, que fueron cuestionadas de manera generalizada.
Argentina renunció al Grupo de Lima en marzo, seguida de Santa Lucía en agosto, mientras que Perú y México han criticado al grupo o se han negado a participar en él. Incluso, altos funcionarios mexicanos le dieron una cálida bienvenida a Maduro el mes pasado, cuando asistió a una cumbre de naciones regionales en Ciudad de México.
Las negociaciones, que también se realizaron en Ciudad de México, fueron concebidas como un posible camino que derivara en un acuerdo. Diplomáticos de dos países latinoamericanos dijeron que Maduro aceptó participar con la esperanza de que las conversaciones condujeran al levantamiento de algunas sanciones estadounidenses o europeas y aliviaran la crisis financiera de Venezuela.
A cambio, diplomáticos extranjeros pedían que Maduro garantizara que las elecciones programadas para el 21 de noviembre tuvieran menos interferencias del gobierno que comicios pasados, y que aceptara las condiciones para una elección presidencial libre y justa en los próximos años.
Funcionarios de la Unión Europea enviados a Venezuela para monitorear la votación del 21 de noviembre juzgarán su validez “tanto como sea posible”, dijo Josep Borrell Fontelles, alto representante de la UE para política exterior.
Borrell, en conversación con un grupo pequeño de reporteros en Washington la semana pasada, también dijo que las elecciones no estarían vinculadas a la flexibilización de las sanciones pero que el gobierno de Maduro había dado garantías de que los observadores europeos tendrían acceso a las urnas y se les permitiría reportar sus hallazgos sin censura.
Funcionarios estadounidenses han visto las elecciones con mucho más escepticismo.
El subsecretario de Estado, Brian A. Nichols, quien está a cargo de la política de Estados Unidos para el hemisferio occidental, dijo que había varios problemas que representaban un desafío para la oposición de competir “en igualdad de condiciones”, como la inhabilitación y detención de algunos candidatos o las limitaciones en los medios de comunicación.
“Por lo tanto, esos factores deben tenerse en cuenta, no solo lo que sucede el día de las elecciones”, dijo Nichols el lunes.
Estados Unidos todavía considera a Juan Guaidó —quien fue presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela y asistió en 2020 al último discurso del Estado de la Unión del expresidente Trump— como el líder interino de Venezuela. A principios de este año, la Unión Europea anunció que ya no lo reconoce como tal.
La Plataforma Unitaria, una coalición de partidos de oposición liderada por Guaidó, anunció en agosto que rompería un boicot que duró tres años a las elecciones organizadas por Maduro y anunció que participaría en las votaciones de noviembre. En ese momento, el grupo aseguró que era una decisión difícil pero motivada por un “sentido de urgencia para encontrar soluciones permanentes”.
El grupo esperaba que una participación relativamente alta en favor de los candidatos de la oposición mostrara la debilidad de Maduro y movilizara a los ciudadanos, incluso si sus candidatos no ganaban muchas elecciones para gobernador.
Sin embargo, Guaidó advirtió el jueves en una entrevista que tenía tan poca fe en la legitimidad de la votación de noviembre que no asistiría a las urnas, y señaló que algunos partidos políticos siguen siendo ilegales, que muchos electores han sido dados de baja en el registro electoral y que numerosos opositores de Maduro han sido encarcelados y torturados por su gobierno.
“Para nosotros”, dijo Guaidó, “sería un error” llamarlas elecciones de antemano.
Sin embargo, él y sus aliados continúan dando al menos algo de respaldo a las elecciones, a las que llamó el “evento” de noviembre, y dijo que sigue siendo una oportunidad para “movilizar a nuestra gente” y “prepararnos para la posibilidad de una elección presidencial para salir de Maduro”.
En Venezuela, la gran pregunta es quién obtendrá la mayoría de los votos en noviembre: Maduro o la oposición dividida.
Si la oposición obtiene resultados importantes, es posible que Maduro no regrese a la mesa de negociaciones en México, dijo Igor Cuotto, un experto venezolano en resolución de conflictos políticos.
Pero si Maduro gana de manera abrumadora, agregó Cuotto, podría intentar reabrir el diálogo y pedir que se eliminen las sanciones, esta vez afirmando tener un control aún más firme.
A pesar de eso, Borrell señaló que no esperaba que la votación del 21 de noviembre no tuviera irregularidades.
“Ciertamente el sistema político en Venezuela es como es”, dijo. “Las elecciones no serán como en Suiza”.
Lara Jakes es corresponsal diplomática en la oficina de Washington de The New York Times. Durante las últimas dos décadas, Jakes ha informado y editado desde más de 40 países y ha cubierto guerras y luchas sectarias en Irak, Afganistán, Israel, Cisjordania e Irlanda del Norte. @jakesNYT
Julie Turkewitz es jefa del buró de los Andes, que abarca Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú, Surinam y Guyana. Antes de mudarse a América del Sur, fue corresponsal de temas nacionales y cubrió el oeste de Estados Unidos. @julieturkewitz