Corea del Sur cuenta con un nuevo tipo de corrección política impuesta por hombres jóvenes enojados que reaccionan ante cualquier movimiento que consideren que pueda socavar las oportunidades, y las feministas, en su opinión, son el enemigo número uno.
SEÚL, Corea del Sur — Cada vez que las mujeres han protestado contra la violencia sexual y los prejuicios de género en Corea del Sur, ellos también han estado ahí. Decenas de hombres jóvenes, en su mayoría vestidos de negro, que se han burlado de las manifestantes, gritando y coreando: “¡Thud! ¡Thud!” para imitar el ruido que dicen que hacen las “feas cerdas feministas” al caminar.
“¡Abajo las mujeres que odian a los hombres!”, gritan. “¡El feminismo es una enfermedad mental!”.
En las calles, esas manifestaciones serían fáciles de descartar como la retórica extrema de un grupo marginal. Pero los sentimientos antifeministas se están amplificando en línea, donde encuentran una vasta audiencia que está imponiendo cada vez más su agenda en la sociedad y la política de Corea del Sur.
Estos activistas masculinos han atacado cualquier cosa que huela a feminismo, lo que obligó a una universidad a cancelar la conferencia de una mujer a la que acusaron de propagar la misandria. También han difamado a mujeres prominentes, por ejemplo, criticaron a An San, tres veces medallista de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio, por su corte de pelo corto.
Estos hombres amenazaron a algunas empresas con boicots, lo que hizo que las compañías retiraran anuncios con la imagen de unos dedos haciendo un gesto de pellizco que, según ellos, ridiculizaban el tamaño de los genitales masculinos. Y han señalado al gobierno por promover una agenda feminista, lo que hizo que candidatos presidenciales rivales prometieran reformar el Ministerio de Igualdad de Género y Familia del país, que tiene 20 años de existencia.
Corea del Sur cuenta con un nuevo tipo de corrección política impuesta por hombres jóvenes enojados que reaccionan ante cualquier movimiento que consideren que pueda socavar las oportunidades, y las feministas, en su opinión, son el enemigo número uno. La desigualdad es uno de los problemas más delicados en Corea del Sur, una nación con una incertidumbre económica cada vez más profunda, alimentada por los desbocados precios de la vivienda, la falta de puestos de trabajo y una brecha de ingresos cada vez mayor.
“No odiamos a las mujeres y no nos oponemos a que se incrementen sus derechos”, dijo Bae In-kyu, de 31 años, director de Man on Solidarity, uno de los grupos antifeministas más activos del país. “Pero las feministas son un mal social”.
El grupo encabeza las manifestaciones callejeras y dirige un canal de YouTube con 450.000 suscriptores. Para sus miembros, las feministas equivalen a personas que odian a los hombres.
Su lema alguna vez fue: “¡Hasta el día en que todas las feministas sean exterminadas!”.
En Corea del Sur, la reacción violenta contra el feminismo puede parecer desconcertante.
Corea del Sur tiene la brecha salarial de género más alta entre los países ricos. Menos de una quinta parte de sus legisladores nacionales son mujeres. Las mujeres representan solo el 5,2 por ciento de los miembros de la junta de empresas que cotizan en bolsa, en comparación con el 28 por ciento en Estados Unidos.
Sin embargo, la mayoría de los hombres jóvenes del país argumentan que en Corea del Sur son los hombres, y no las mujeres, los que se sienten amenazados y marginados. Entre los hombres surcoreanos de veintitantos años, casi el 79 por ciento dijo que eran víctimas de discriminación de género grave, según una encuesta realizada en mayo.
“Existe una cultura de la misoginia en las comunidades en línea dominadas por hombres, que describe a las feministas como misandristas radicales y difunden el miedo a las feministas”, dijo Kim Ju-hee, de 26 años, una enfermera que ha organizado protestas para denunciar a los antifeministas.
La ola de antifeminismo en Corea del Sur comparte muchos de los lemas incendiarios usados por los movimientos populistas de derecha en Occidente. Las mujeres que defienden el derecho al aborto son etiquetadas como “destructoras de la familia”. Las feministas no son campeonas de la igualdad de género, sino “supremacistas femeninas”.
En Corea del Sur, las “mujeres” y las “feministas” son dos de los objetivos más comunes del discurso de odio en línea, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos del país.
La reacción negativa representa una ruptura con las generaciones anteriores.
“Los hombres de veintitantos años son profundamente infelices, se consideran víctimas de discriminación inversa, y están enojados porque deben pagar el precio por las discriminaciones de género creadas por generaciones anteriores”, explicó Oh Jae-ho, investigador del Instituto de Investigación Gyeonggi en Corea del Sur.
Si los hombres mayores veían que las mujeres necesitaban protección, los hombres más jóvenes las consideraban rivales en un mercado laboral despiadado.
A menudo, los antifeministas señalan que los hombres están en desventaja porque tienen que retrasar su entrada al mercado laboral para completar el servicio militar obligatorio. Pero muchas mujeres abandonan la fuerza laboral después de dar a luz y muchas de las tareas domésticas recaen en ellas.
“¿Qué más quieren? Les dimos su propio espacio en el metro, autobús, estacionamiento”, escribe el rapero San E en su canción de 2018, “Feminist”, que se ha convertido en un himno entre los jóvenes antifeministas. “¡Oh, las chicas no necesitan un príncipe! Entonces paga la mitad de la casa cuando nos casemos”.
Las guerras de género han influido en la contienda presidencial de Corea del Sur, considerada en gran parte como una lucha por los votantes jóvenes. Ante el surgimiento de la virulenta voz antifeminista, ningún candidato importante está hablando a favor de los derechos de las mujeres, que alguna vez fue una causa tan popular que el presidente Moon Jae-in se llamó a sí mismo un “feminista” cuando hizo campaña hace unos cinco años.
Es difícil decir cuántos jóvenes apoyan el tipo de activismo provocativo y, a menudo, dramático defendido por grupos como Man on Solidarity. Su líder y agitador, Bae, apareció hace poco en un mitin feminista vestido como el Guasón, el personaje de los cómics de “Batman”, y portando una pistola de agua de juguete. Este persiguió a las manifestantes por todos lados, fingiendo, como él dijo, “matar moscas”.
Decenas de miles de fanáticos han visto sus artimañas transmitidas en vivo por internet, y han enviado donaciones en efectivo. En agosto, durante un foro de debate realizado en línea, Bae recaudó 9 millones de wones (7580 dólares) en tres minutos.
Los defensores de los derechos de las mujeres temen que el aumento del antifeminismo pueda obstaculizar, o incluso retroceder, el progreso que Corea del Sur ha logrado con tanto esfuerzo en la expansión de los derechos de las mujeres. En las últimas décadas, lucharon por legalizar el aborto e iniciaron una de las campañas #MeToo más poderosas de Asia.
Lee Hyo-lin, de 29 años, dijo que “feminista” se ha convertido en una palabra tan sucia que las mujeres que llevan el pelo corto o que leen en público la novela de una escritora feminista se arriesgan al ostracismo. Cuando Lee formaba parte de un grupo de música K-pop, dijo que sus colegas masculinos hacían comentarios con frecuencia sobre su cuerpo, diciendo a modo de burla que ella “había dejado de ser mujer” al subir de peso.
“El problema del #MeToo es parte de ser mujer en Corea del Sur”, dijo. “Ahora queremos hablar, pero ellos quieren que nos callemos. Es muy frustrante”.