El daño colateral de los fracasos de Facebook

El daño colateral de los fracasos de Facebook
La experimentación es maravillosa y bla, bla, bla. Pero cuando las compañías influyentes cambian de opinión, nos cuesta dinero. Foto, John Provencher/The New York Times.

No sé si hay una solución para los daños colaterales de los caprichos de Facebook. Tal vez, para empezar, sería útil que Facebook presentara sus nuevos proyectos como hipótesis a probar, en lugar de declaraciones firmes y permanentes de sus prioridades.

Facebook actúa como un niño pequeño fascinado con un Lego nuevo, pero que luego se aburre. Y a los usuarios y a los socios comerciales les toca limpiar el desorden.

Hace seis años, Facebook dijo que su próxima gran idea eran los robots de su aplicación Messenger que envían textos para ayudar a la gente a pedir flores o decidir qué par de pantalones de mezclilla comprar. Esta idea no es un fiasco, pero supongo que un bot de Messenger no elige los pantalones por ti.

La compañía también se entusiasmó y luego se desencantó con una función que permitía a la gente transmitir en vivo desde sus teléfonos y con un centro de video similar a la televisión llamado Facebook Watch. El lunes, Facebook tiró la toalla en su proyecto de moneda digital, un proyecto que obligó a las instituciones financieras y gubernamentales a responder, pero que no cuajó del todo desde el principio.

La experimentación y el fracaso pueden ser saludables. Para Facebook y otros titanes corporativos, los fracasos o los caprichos efímeros no suelen hacer mucho daño (la empresa se ha rebautizado como Meta, pero yo me quedo con Facebook).

No obstante, para el resto de nosotros, los tropiezos de Facebook pueden perdurar. Pregúntale a cualquier socio comercial que adecuó sus equipos de atención al cliente con los bots de Messenger o que gastó sus limitados recursos en hacer videos para Facebook Watch, solo para que el entusiasmo de Facebook se desvaneciera.

Este dolor quizá sea el costo inevitable de la invención. Pero sobre todo ahora que Facebook apuesta por un futuro del internet más inmersivo, llamado metaverso, vale la pena preguntarse qué ganamos y qué perdemos cuando empresas con el poder y la influencia de Facebook convencen al mundo para que las sigan hacia un futuro que nunca llega.

En cierto modo, es adorable la frecuencia con la que Facebook se entusiasma con una nueva idea y luego… Bueno, pasa a otra cosa que le llama la atención. El video en directo y Facebook Watch siguen existiendo. Solo que no son las grandes prioridades que alguna vez fueron.

Otras grandes empresas tecnológicas pierden el interés en cosas que antes amaban (caray, nos pasa a todos), pero tal vez ninguna otra empresa tenga la combinación de la expansión y la voluntad de declarar: “ESTO VA A SER ENORME”, convencer a la gente de que se sume al viaje y luego… encogerse de hombros como Facebook.

Está bien, al menos para Facebook. Pero quizá haya un costo colectivo cuando las empresas e instituciones responden a las ideas poco prometedoras de Facebook.

La Reserva Federal no tiene tiempo ni recursos infinitos para estudiar a la que resultó ser la perdedora de las criptodivisas. Las organizaciones de noticias, las instituciones gubernamentales y la mayoría de las empresas tienen recursos limitados: imagina qué más podrían haber hecho si no hubieran respondido a la última obsesión de Facebook.

Incluso en el caso de Facebook, ¿podría el personal y la energía que está dedicando al metaverso estar mejor empleados para asegurarse de que sus aplicaciones no difundan información errónea sobre las elecciones o permitan que los gobiernos autoritarios hagan un mal uso de ellas?

No sé si hay una solución para los daños colaterales de los caprichos de Facebook. Tal vez, para empezar, sería útil que Facebook presentara sus nuevos proyectos como hipótesis a probar, en lugar de declaraciones firmes y permanentes de sus prioridades.

La fijación de Facebook en el metaverso  es distinta de sus pasados proyectos de corta duración. Por un lado, Facebook no es la única empresa que intenta arrastrarnos hacia un internet más inmersivo que difumine aún más las líneas entre la vida digital y la real. Y, al menos por ahora, este cambio de dirección es una apuesta más arriesgada para Facebook que para los usuarios o socios comerciales de la empresa.

Pero también puedo entender la inclinación de Facebook a creer, aunque sea por poco tiempo, que es capaz de convertir sus visiones en nuestra realidad. Ese es el poder de las grandes tecnologías.

La tecnología de Apple y Google dicta en la práctica cómo cualquier empresa llega a los clientes potenciales en línea. Cuando Amazon hizo que el envío rápido fuera gratuito, los estadounidenses empezaron a esperarlo de todo el mundo. El internet se está convirtiendo en un QVC, el canal de compras por televisión, porque los gigantes tecnológicos así lo quieren.

Vivimos en el mundo de las grandes compañías tecnológicas. A veces, eso nos proporciona prácticos mapas en nuestros teléfonos y espacios en línea para que los vecinos se reúnan. La otra cara de la moneda es que cuando los gigantes tecnológicos como Facebook renuncian a sus sueños, todos los demás tienen que recoger los pedazos.

 

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