Algunas de las empresas más grandes del mundo están atrapadas en una situación incómoda mientras intentan cruzar un abismo político cada vez mayor entre Estados Unidos y China: lo que es bueno para los negocios en un país, es cada vez más un problema en el otro.
WASHINGTON — Las compañías suelen gastar mucho dinero en patrocinio para los Juegos Olímpicos porque eso beneficia a su negocio y se refleja bien en sus marcas. Pero este año, con los Juegos Olímpicos de Pekín, Procter & Gamble tuvo que pagar aún más para tratar de evitar cualquier consecuencia negativa por estar asociada con el gobierno represivo y autoritario de China.
La compañía, que es uno de los 13 “socios olímpicos mundiales” que hacen posible la competencia deportiva internacional, contrató cabilderos de Washington el año pasado para derrotar con éxito una legislación que habría prohibido a los patrocinadores de los Juegos Olímpicos de Pekín vender sus productos al gobierno de Estados Unidos. La disposición habría vetado a Pampers, Tide, Pringles y otros productos de Procter & Gamble de los economatos militares, como protesta por la participación de las compañías en un evento que se considera una legitimación del gobierno chino.
“Esta enmienda habría castigado a P&G y al movimiento olímpico, incluidos los atletas estadounidenses”, escribió Sean Mulvaney, director sénior de relaciones gubernamentales globales de Procter & Gamble, en un correo electrónico dirigido a las oficinas del Congreso en agosto.
Algunas de las empresas más grandes del mundo están atrapadas en una situación incómoda mientras intentan cruzar un abismo político cada vez mayor entre Estados Unidos y China: lo que es bueno para los negocios en un país, es cada vez más un problema en el otro.
China es el mercado de consumo más grande del mundo y, por décadas, los intereses comerciales chinos y estadounidenses han descrito su cooperación económica como una “relación en la que todos ganan”. Pero gradualmente, a medida que el poder económico y militar de China ha crecido, Washington ha adoptado la postura de que una victoria para China es una derrota para Estados Unidos.
La decisión de ubicar los Juegos Olímpicos de 2022 en Pekín ha convertido al patrocinio, que por lo general es una de las oportunidades más prestigiosas de la industria del mercadeo, en un campo minado.
Las compañías que han patrocinado los Juegos Olímpicos han atraído la crítica de políticos y grupos de derechos humanos, quienes afirman que dichos contratos implican un apoyo tácito a las atrocidades del Partido Comunista Chino, incluidas las violaciones de derechos humanos en Sinkiang, la censura a los medios de comunicación y la vigilancia masiva a los disidentes.
“Algo que nuestras empresas, universidades y ligas deportivas no parecen comprender del todo es que para comer en el comedero del Partido Comunista de China, tienes que convertirte en cerdo”, le dijo al Congreso este mes Yaxue Cao, editora de ChinaChange.org, un sitio web que cubre temas de derechos humanos y sociedad civil.
La tensión también se manifiesta en otras áreas, como la referente a Sinkiang, donde millones de miembros de minorías étnicas han sido detenidos, perseguidos u obligados a trabajar en campos y fábricas. En junio, Estados Unidos promulgará una ley radical que ampliará las restricciones sobre Sinkiang, y le dará a ese país el poder de bloquear las importaciones realizadas con cualquier material procedente de esa región.
Las compañías multinacionales que intentan cumplir con estas nuevas restricciones a la importación han tenido que lidiar con costosas reacciones enérgicas de China, que niega cualquier acusación de genocidio. H&M, Nike e Intel se han tropezado con desastres de relaciones públicas por intentar eliminar a Sinkiang de sus cadenas de suministro.
Se prevé penalizaciones incluso más duras. Las compañías que intenten romper los lazos con Sinkiang podrían infringir la ley antisanciones de China, que le permite a las autoridades tomar medidas enérgicas contra las empresas que acaten regulaciones extranjeras que consideren discriminatorias contra China.
Pekín también ha amenazado con poner a las compañías que cortan los suministros a China en una “lista de entidades no confiables” que podría resultar en sanciones, aunque hasta la fecha esa lista pareciera no tener ningún miembro todavía.
“Las empresas se encuentran entre la espada y la pared en cuanto a cumplir con las leyes estadounidenses y chinas”, dijo Jake Colvin, presidente del Consejo Nacional de Comercio Exterior, que representa a las compañías que hacen negocios a nivel internacional.
El presidente Joe Biden, aunque menos antagónico que su predecesor, ha mantenido muchas de las duras políticas implementadas por el expresidente Donald Trump, incluidos los fuertes aranceles sobre productos chinos y restricciones a las exportaciones de tecnología delicada a empresas chinas.
El gobierno de Biden ha mostrado poco interés en forjar acuerdos comerciales para ayudar a las compañías a realizar más negocios en el extranjero. En cambio, ha estado reclutando aliados para aumentar la presión sobre China, con estrategias como boicotear los Juegos Olímpicos y promover enormes inversiones en manufactura e investigación científica para competir con Pekín.
La presión no solo viene de Estados Unidos. Las empresas están enfrentando cada vez más un complicado mosaico global de restricciones a la exportación y leyes de almacenamiento de datos, incluso en la Unión Europea. Los líderes chinos han comenzado a realizar la llamada diplomacia del “lobo guerrero”, en la que están tratando de enseñarle a otros países a pensárselo dos veces antes de contrariar a China, dijo Jim McGregor, presidente de la gran región de China de APCO Worldwide.
McGregor dijo que su compañía le estaba aconsejando a los clientes que “intenten cumplir con todos, pero no hagan mucho ruido al respecto, porque si son ruidosos acerca de acatar las leyes en un país, el otro vendrá por ustedes”.
Algunas empresas están respondiendo a toda esta situación trasladando actividades delicadas —como investigaciones que pudieran desencadenar la ley antisanciones de China, o auditorías de las operaciones de Sinkiang— fuera de China, afirmó Isaac Stone Fish, director ejecutivo de la consultora Strategy Risks.
Otros, como Cisco, han reducido sus operaciones. Algunos se han ido de China por completo, aunque por lo general no en términos que ellos habrían elegido. Por ejemplo, Micron Technology, un fabricante de chips que ha sido víctima de robo de propiedad intelectual en China, está clausurando un equipo de diseño de chips en Shanghái, luego de que la competencia se robara a sus empleados.
“Algunas empresas están pensándolo dos veces y dándose cuenta de que quizás esto genera más problemas de lo que vale”, dijo Stone Fish.
Pero muchas empresas insisten en que no se les puede obligar a elegir entre dos de los mercados más grandes del mundo. Tesla, que cuenta a China como uno de sus mercados más grandes, abrió una sala de exhibición en Sinkiang el mes pasado.
“No podemos salir de China, porque China representa en algunas industrias hasta el 50 por ciento de la demanda mundial y tenemos relaciones intensas y profundas de suministro y ventas”, dijo Craig Allen, presidente del Consejo Empresarial Estados Unidos – China.
Muchas compañías han argumentado que están patrocinando los Juegos Olímpicos de este año para mostrar su apoyo a los atletas, no al sistema de gobierno de China.
En una audiencia del Congreso en julio, en la que también se interrogó de forma exhaustiva a ejecutivos de Coca-Cola, Intel, Visa y Airbnb sobre sus patrocinios, Mulvaney dijo que Procter & Gamble estaba utilizando su asociación para alentar al Comité Olímpico Internacional a que incorpore principios de derechos humanos en su fiscalización de los Juegos Olímpicos.
“Los patrocinadores corporativos están siendo injustamente difamados en esta situación”, dijo Anna Ashton, miembro principal del Asia Society Policy Institute, en un evento organizado por el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un centro de investigación de Washington.
Las compañías habían firmado contratos para patrocinar múltiples ediciones de los Juegos Olímpicos, y no tuvieron nada que ver en las decisiones sobre la elección de los países anfitriones, dijo Ashton. Además, el financiamiento que proporcionan se destina a apoyar a las Olimpiadas y a los atletas, no al gobierno chino.
“En esta ocasión, el patrocinio no ha sido en absoluto una buena oportunidad para las empresas”, dijo.