La invasión de Ucrania pone a prueba el vínculo que une a Putin y Xi

La invasión de Ucrania pone a prueba el vínculo que une a Putin y Xi
Ucranianos limpian los escombros después de que un edificio residencial fuera alcanzado por misiles en la capital del país, Kiev, el 25 de febrero de 2022. Foto, Lynsey Addario/The New York Times.

El furor internacional por Ucrania —y el aislamiento diplomático al que se espera que se enfrente Putin— podría servir también como advertencia de lo que puede esperar Xi si utiliza la fuerza para someter a Taiwán.

Visitaron una pista de hockey en Pekín y el recinto de los pandas en el zoológico de Moscú. Compartieron blinis con capas de caviar en Rusia y, recíprocamente, la variante popular en China, el jianbing. Han compartido pasteles de cumpleaños y han brindado con tragos de vodka, aunque han aclarado que ninguno de los dos se atrevería a beber demasiado.

Desde hace más de una década, Xi Jinping, de China, y Vladímir Putin, de Rusia, han forjado una relación respetuosa, incluso cálida, que refleja la consolidación de los lazos entre dos potencias mundiales que comparten una causa común contra el poderío militar y económico de Estados Unidos.

La invasión de Ucrania podría poner en peligro todo eso, o forjar, en el aislamiento diplomático, una alianza que reconfigure el orden mundial en el siglo XXI.

El domingo, tres días después del inicio del conflicto, parecía claro que las expectativas de Putin de subyugar rápidamente a Ucrania estaban fracasando. La resistencia ucraniana frenó o paralizó a las fuerzas rusas, mientras que las naciones occidentales intensificaron bruscamente la presión económica sobre Rusia, que parecía estar aislada casi en su totalidad.

El ataque de Putin a Ucrania empujó a Xi a lo que Kevin Rudd, el ex primer ministro australiano que fue diplomático en Pekín, llamó un “acto de equilibrio imposible” entre su camaradería personal con el líder ruso y el potencial contragolpe para China, en caso de que se considere que ese país respalda una invasión condenada por la mayor parte del mundo.

El viernes, Xi habló por teléfono con el hombre al que llamó su “mejor amigo” en 2019, pero no llegó a respaldar el asalto a Ucrania. Dijo que todos los países deberían “abandonar la mentalidad de la Guerra Fría”, y expresó su apoyo cuando Putin le dijo que buscaría una solución negociada a la guerra, según el resumen de la llamada que publicó el gobierno chino.

Sin embargo, no hay señales de que Xi haya hecho nada para evitar la invasión, si es que sabía que iba a producirse. Sus principales asesores rechazaron las peticiones estadounidenses de utilizar la influencia de China con Putin para desalentar un ataque; en vez de eso, China compartió la información de los estadounidenses con los rusos y acusó a Estados Unidos de intentar sembrar la discordia, según los funcionarios estadounidenses.

China tiene profundos lazos con Europa y Estados Unidos que no puede permitirse cortar, a pesar de las crecientes tensiones en esas relaciones. La invasión de Ucrania ha sacudido los mercados bursátiles chinos y amenaza con agitar la economía mundial durante un año político importante para Pekín que se espera que termine con una prórroga del mandato de Xi.

El furor internacional por Ucrania —y el aislamiento diplomático al que se espera que se enfrente Putin— podría servir también como advertencia de lo que puede esperar Xi si utiliza la fuerza para someter a Taiwán, la democracia autónoma que China reclama como territorio propio.

Por su parte, Putin parece apostar por el apoyo de China en el tema de Ucrania —explícito o no— en comparación con las medidas punitivas que Estados Unidos y otros países ya han empezado a imponer.

China ya levantó algunas restricciones a las importaciones de trigo ruso, pero aún no ha indicado si acatará las sanciones estadounidenses y europeas destinadas a restringir el acceso de Rusia al capital.

“Realmente va a ser una prueba de fuego”, comentó John Culver, un oficial retirado de la CIA que estudió a China. “Va a demostrar si China realmente apoyaría a Rusia y proporcionaría apoyo económico en violación de las sanciones, o si incluso enfrentaría las sanciones por su cuenta”.

Hace tan solo tres semanas, en vísperas de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, Putin y Xi se reunieron por trigésima octava vez desde que Xi se convirtió en líder de China, declarando que la amistad entre sus países no tenía “límites”.

Fuera de sus círculos íntimos, no se sabe si Putin reveló a Xi sus planes respecto a Ucrania. Una portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hua Chunying, sugirió que no lo había hecho.

La incertidumbre de China sobre el tema ha quedado clara en las declaraciones de funcionarios como Hua, que se negaron a denominar la acción rusa como invasión y trataron de culpar a Estados Unidos por la situación. China puede considerar a Taiwán como una provincia no conquistada, pero ha reconocido explícitamente a Ucrania como una nación soberana, con la que mantiene estrechos vínculos económicos.

Sea cual sea el final de la guerra, ya ha puesto de manifiesto lo importante —y compleja— que se ha vuelto la relación entre Xi y Putin.

La misma está marcada por sorprendentes paralelismos biográficos, pero también por diferencias que podrían poner a prueba su promesa de “no tener límites”.

Putin y Xi nacieron con solo ocho meses de diferencia —el 7 de octubre de 1952 y el 15 de junio de 1953, respectivamente— y ambos fueron hijos de potencias comunistas que surgieron de las catastróficas convulsiones de la guerra y la revolución. Idolatraban a sus padres, veteranos de esos conflictos, y se les inculcó la visión marxista-leninista de los asuntos mundiales.

Ambos terminaron en el servicio gubernamental, Putin como oficial de inteligencia en el KGB y Xi como funcionario regional del partido tras la rehabilitación política de su padre, que había sido encarcelado durante la era de Mao, acusado de espiar a favor de los soviéticos.

Sergey Alexsashenko, que fue vicepresidente del banco central ruso durante el ascenso de Putin en la década de 1990, dijo que había una diferencia clave en las vidas de ambos líderes.

Según señaló, Putin sirvió en el servicio de inteligencia cuando la Unión Soviética estaba entrando en su inexorable declive en las décadas de 1970 y 1980, mientras que Xi se unió a las filas del gobierno cuando comenzó la transformación de China de nación empobrecida a potencia económica mundial.

“Para Xi, la historia de China mientras es un hombre maduro es una historia de éxito”, opinó Alexsashenko. “Quiere seguir adelante con esa reconstrucción para el futuro. Para Putin, todo lo bueno quedó en el pasado”.

La experiencia que más los une es la agitación política mundial de 1989, que comenzó con las protestas en la plaza de Tiananmén de Pekín que el gobierno chino sofocó, seguidas de las manifestaciones que derrocaron a los Estados satélites de la Unión Soviética en Europa.

Xi, entonces funcionario de la provincia de Fujian, advirtió en un periódico del partido que la democracia sin restricciones significaba “no tener limitaciones ni sentido de la responsabilidad”.

Putin era entonces teniente coronel en el puesto de avanzada del KGB en Dresde, Alemania, y observaba impotente cómo los manifestantes saqueaban la sede local de la Stasi, la policía secreta de Alemania Oriental. Putin se vio obligado a retirarse a la Unión Soviética, que se derrumbó dos años más tarde, creando nuevas fronteras que ahora está tratando de borrar.

Ambos líderes han hablado a menudo de las lecciones de ese periodo, reforzando lo que consideran la necesidad de una mano fuerte del Estado para controlar el sentimiento popular.

En un discurso en 2013, Xi denigró al último líder soviético, Mijaíl S. Gorbachov, por dejar que la Unión Soviética cayera durante su mandato, algo que Putin ha calificado como la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”.

“Al final, nadie fue un hombre de verdad”, comentó Xi.

El acercamiento de Putin con China comenzó con los predecesores de Xi. Resolvió una disputa fronteriza que había estallado en una breve guerra entre la Unión Soviética y China en 1969, y suavizó las restricciones de visado que permitieron un auge comercial a través de la frontera que comparten ambos países.

Cuando Xi llegó al poder hace una década, la amistad entre los países se aceleró hasta convertirse en una relación cada vez más profunda que ha superado décadas de división y recelo. El comercio se ha disparado, alcanzando los 146.000 millones de dólares el año pasado. Los dos ejércitos se entrenan juntos y realizan patrullas aéreas y navales conjuntas a lo largo de la costa china.

“Aunque la relación bilateral no es una alianza, en su cercanía y eficacia esta relación supera incluso a la de una alianza”, aseguró Xi a su homólogo durante conversaciones virtuales en diciembre, según el asesor de política exterior de Putin, Yuri V. Ushakov.

 

Otra parte de historia
El Muro de Berlín antes de su caída, el 12 de noviembre de 1989. Foto, Keith Meyers/The New York Times.

 

 

 

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