Opinión: Ahora en Ucrania, se trata del plan B de Putin contra el plan A de Biden y Zelenski

Opinión: Ahora en Ucrania, se trata del plan B de Putin contra el plan A de Biden y Zelenski
Unas personas buscan entre los restos de un complejo residencial después de un ataque en Kiev, Ucrania, el 18 de marzo de 2022. Foto, Ivor Prickett/The New York Times.

Si los planes A, B y C de Putin fracasan, me temo que se convertiría en un animal acorralado y podría optar por el plan D: lanzar armas químicas o la primera bomba nuclear desde Nagasaki.

Después de un mes confuso, ahora conocemos las estrategias que se están llevando a cabo en Ucrania: estamos ante el plan B de Vladimir Putin frente al plan A de Joe Biden y el plan A de Volodímir Zelenski. Esperemos que Biden y Zelenski triunfen, porque el posible plan C de Putin es de verdad aterrador… y ni siquiera quiero escribir cuál me temo que sería su plan D.

No tengo ninguna fuente secreta en el Kremlin sobre esto, solo la experiencia de haber visto a Putin operar en el Medio Oriente durante muchos años. Por lo tanto, me parece evidente que Putin, habiéndose dado cuenta de que su plan A fracasó (su expectativa de que el Ejército ruso ingresara a Ucrania, decapitara a sus dirigentes “nazis” y luego se limitara a esperar a que todo el país se entregara de manera pacífica en manos de Rusia), pasó a su plan B.

El plan B consiste en que el Ejército ruso dispare de manera deliberada contra los civiles ucranianos, los edificios de apartamentos, los hospitales, las empresas e incluso los refugios antibombas (todo lo cual ha ocurrido en las últimas semanas) a fin de hacer que los ucranianos huyan de sus hogares, para provocar una crisis masiva de refugiados dentro de Ucrania y, aún más importante, una crisis masiva de refugiados dentro de las naciones cercanas que forman parte de la OTAN.

Sospecho que Putin piensa que si no puede ocupar y controlar todo el territorio ucraniano por medios militares y simplemente imponer sus condiciones de paz, la siguiente mejor opción es que cinco o diez millones de refugiados ucranianos, sobre todo, mujeres, niños y ancianos, vayan a Polonia, Hungría y Europa occidental, con el propósito de crear una carga social y económica tan intensa que estas naciones de la OTAN acaben por presionar a Zelenski para que acepte cualquier condición que Putin exija para detener la guerra.

Quizá Putin espere que, aunque es muy probable que este plan implique la comisión de crímenes de guerra que podrían convertirlo a él y al Estado ruso en parias permanentes, la necesidad de petróleo, gas y trigo rusos, así como la ayuda de Rusia para abordar cuestiones regionales como el inminente acuerdo nuclear con Irán, obliguen pronto al mundo a volver a hacer negocios con “el chico malo de Putin”, como siempre ha sucedido hasta ahora.

El plan B de Putin parece estar desarrollándose según lo previsto. La agencia de noticias francesa Agence France-Presse informó desde Kiev el domingo: “Más de 3,3 millones de refugiados han huido de Ucrania desde que comenzó la guerra (en la crisis de refugiados que más rápido ha crecido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial), la gran mayoría de ellos mujeres y niños, según la ONU.

El reportaje continuó: “En una actualización de inteligencia a última hora del sábado, el Ministerio de Defensa británico dijo que Ucrania seguía defendiendo con eficacia su espacio aéreo, lo que obligaba a Rusia a depender de las armas lanzadas desde su propio espacio aéreo. Afirmó que Rusia se había visto obligada a ‘cambiar su estrategia operativa y ahora había pasado a una estrategia de desgaste. Es probable que esto implique el uso indiscriminado de artillería, lo que provocará un aumento de las víctimas civiles y la destrucción de la infraestructura ucraniana, e intensificará la crisis humanitaria’”.

Sin embargo, el plan B de Putin se contrapone a los planes de Biden y Zelenski. El plan A de Zelenski, que sospecho que está resultando incluso mejor de lo que él esperaba, es luchar contra el Ejército ruso hasta lograr un empate sobre el terreno, quebrar su voluntad y obligar a Putin a aceptar los términos del acuerdo de paz de Ucrania, con la posibilidad mínima de que el líder del Kremlin no salga tan mal parado. A pesar del terrible derramamiento de sangre y de los bombardeos de las fuerzas rusas, Zelenski, sabiamente, sigue manteniendo la mira en una solución diplomática y no deja de presionar para que se entablen negociaciones con Putin, mientras reúne a sus fuerzas y a su pueblo.

 

Una familia que huyó de los combates en Ucrania llega a la estación de trenes de Budapest, Hungría, el 5 de marzo de 2022. Foto, Mauricio Lima/The New York Times.

 

The New York Times informó el domingo que “la guerra en Ucrania se estancó después de más de tres semanas de lucha, en la que Rusia solo logró avances marginales y atacó cada vez más a los civiles, según analistas y funcionarios estadounidenses. ‘Las fuerzas ucranianas han derrotado la campaña inicial rusa de esta guerra’, dijo el Instituto para el Estudio de la Guerra, un instituto de investigación con sede en Washington, en un análisis. Los rusos no tienen ni los efectivos ni el equipo para tomar Kiev, la capital, ni otras ciudades importantes como Járkov y Odesa, concluyó el estudio”.

El plan A de Biden, del que advirtió de manera explícita a Putin antes de que comenzara la guerra en un esfuerzo por disuadirlo, consistía en imponer a Rusia sanciones económicas como nunca antes las había impuesto Occidente, con el objetivo de paralizar la economía rusa. La estrategia de Biden, que también incluía el envío de armas a los ucranianos para presionar a Rusia en el plano militar, está logrando justo ese objetivo. Está teniendo éxito, tal vez más de lo que Biden esperaba, porque se amplió con la suspensión de las operaciones de cientos de empresas extranjeras que operan en Rusia, ya sea de forma voluntaria o bajo la presión de sus empleados.

Ahora las fábricas rusas se ven obligadas a cerrar porque no pueden obtener los microchips y otras materias primas que necesitan de Occidente; los viajes aéreos a Rusia y sus alrededores se están reduciendo porque muchos de sus aviones comerciales eran en realidad propiedad de empresas de arrendamiento irlandesas y ni Airbus ni Boeing darán servicio a las aeronaves propiedad de Rusia. Mientras tanto, miles de jóvenes que se dedican a la tecnología en Rusia manifiestan su rechazo al abandonar el país, y todo ello tan solo un mes después de que Putin iniciara esta guerra absurda.

Así que la pregunta del momento es: ¿la presión sobre los países de la OTAN de todos los refugiados que la maquinaria de guerra de Putin está creando cada día que pasa será mayor que la presión que se está creando sobre su estancado Ejército en Ucrania y sobre su economía en casa?

La respuesta a esta pregunta deberá determinar cuándo y cómo termina esta guerra, ya sea con un claro ganador y perdedor o, quizá con mayor probabilidad, con algún tipo de concesión turbia a favor o en contra de Putin.

Digo “quizá” porque es probable que Putin sienta que no puede tolerar ningún tipo de empate o concesión turbia. Tal vez sienta que todo lo que no sea una victoria total es una humillación que socavaría su control autoritario del poder. En ese caso, podría optar por un plan C, que, supongo, implicaría ataques aéreos o con misiles a las líneas de suministro militar ucranianas a través de la frontera con Polonia.

Polonia es miembro de la OTAN y cualquier ataque a su territorio requeriría que todos los demás miembros de la OTAN acudieran en defensa de Polonia. Putin puede creer que si es capaz de forzar esa situación y algunos miembros de la OTAN se niegan a defender a Polonia, la OTAN podría fracturarse. Sin duda, esto desencadenaría acalorados debates dentro de todos los países de la OTAN (en especial en Estados Unidos) sobre la posibilidad de involucrarse directamente en una posible tercera guerra mundial con Rusia. Pase lo que pase en Ucrania, si Putin lograra fracturar a la OTAN, eso sería un logro que podría enmascarar todas sus otras pérdidas.

Si los planes A, B y C de Putin fracasan, me temo que se convertiría en un animal acorralado y podría optar por el plan D: lanzar armas químicas o la primera bomba nuclear desde Nagasaki. Es una frase difícil de escribir y aún peor de contemplar. Pero ignorar esta posibilidad sería en extremo ingenuo.

 

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