Putin le recuerda al mundo que aún tiene un arma económica poderosa

Putin le recuerda al mundo que aún tiene un arma económica poderosa
Terminal de gas natural licuado, en Panigaglia, Italia, el 1° de febrero de 2022. Foto, Clara Vannucci/The New York Times.

Lo que sorprendió a los economistas, abogados y legisladores sobre la exigencia de Putin de que le pagaran en rublos, es que habría vulnerado los inviolables contratos negociados y revelaba la disposición que tiene Rusia de ser un socio comercial poco confiable. 

LONDRES — En las cinco semanas desde que Rusia invadió Ucrania, Estados Unidos, la Unión Europea y sus aliados comenzaron a aplicar una contraofensiva que ha bloqueado el acceso de Rusia a cientos de miles de millones de dólares de su propio dinero y suspendido una buena parte de su comercio internacional. Más de 1000 empresas, organizaciones y personas, entre ellas miembros del círculo cercano del presidente Vladimir Putin, han sido sancionadas y relegadas a un limbo financiero.

No obstante, la semana pasada, Putin le recordó al mundo que él posee sus propias armas económicas que podría usar para provocar daños o repeler los ataques.

Gracias a una serie de medidas radicales tomadas por el gobierno ruso y su banco central, el rublo, el cual había perdido casi la mitad de su valor, se recuperó a un punto muy cercano al que tenía antes de la invasión.

También surgió la amenaza de detener el suministro del gas procedente de Rusia hacia Europa, la cual fue planteada por la exigencia de Putin de que 48 “países hostiles” violaran sus propias sanciones y pagaran el gas natural en rublos. Esto desconcertó a los dirigentes en las capitales de Alemania, Italia y de otros países aliados y demostró de la manera más evidente desde que comenzó la guerra lo mucho que estos países necesitan los energéticos rusos para impulsar sus economías.

Esa dependencia fue la que hizo que Estados Unidos y Europa no incluyeran las compras de combustible en las sanciones tan severas que impusieron a Rusia al inicio de la guerra. La Unión Europea le compra a Rusia el 40 por ciento de su gas y una cuarta parte de su petróleo. La semana pasada, el canciller de Alemania, Olaf Scholz, advirtió que una suspensión repentina del suministro provocaría “una recesión en nuestro país y en toda Europa”.

Por el momento, parece que se ha evitado una inminente interrupción del suministro de gas. Pero la repentina exigencia de Putin de que pagaran en rublos ayudó a que Alemania y Austria comenzaran a preparar a sus ciudadanos para lo que pueda acontecer. Estos países ya tomaron las primeras medidas oficiales encaminadas al racionamiento y Berlín comenzó la fase de “alerta temprana” para prever una emergencia relacionada con la escasez de gas natural.

A pesar de que el presidente estadounidense, Joe Biden, ha anunciado sus planes de liberar 180 millones de barriles de petróleo del suministro de reserva de Estados Unidos durante los próximos seis meses y de enviar más gas natural licuado hacia Europa, de todos modos, esto no sería suficiente para remplazar todo lo que suministra Rusia. Las exportaciones de petróleo de este país representan, por lo regular, más de uno de cada diez barriles que se consumen en todo el mundo.

Según Bruegel, un instituto de economía en Bruselas, las arcas rusas reciben todos los días hasta 850 millones de dólares por las compras de energéticos que realiza Europa en la actualidad. Ese dinero le ayuda a Rusia a financiar los gastos de su guerra y mitigan el efecto de las sanciones. De acuerdo con un cálculo de Oxford Economics, una empresa de consultoría a nivel mundial, debido al incremento de los precios de los energéticos, los ingresos por las exportaciones de gas que recibe Gazprom, el gigante energético ruso, inyectaron, tan solo en marzo, 9300 millones de dólares a la economía del país.

“La lección para Occidente es que la eficacia de las sanciones económicas solo puede llegar hasta cierto punto sin sanciones comerciales”, señaló la empresa en un informe de investigación.

El problema de la seguridad no es lo único que ha menoscabado la posición de Rusia como proveedor de energía a largo plazo. Lo que le pareció sorprendente a los economistas, a los abogados y a los legisladores sobre la exigencia de Putin de que le pagaran en rublos es que esto habría vulnerado los inviolables contratos negociados y revelaba la disposición que tiene Rusia de ser un socio comercial poco confiable.

Al tiempo que Putin ha tratado de ejercer su poder derivado de los energéticos en el exterior, ha tomado medidas para proteger a la economía rusa del efecto de las sanciones y apuntalar el rublo. Pocas cosas pueden dañar a un país de manera tan sistemática como una moneda que se debilita abruptamente.

Cuando los aliados congelaron los activos del banco central ruso y provocaron que el rublo se fuera en una espiral descendente, el banco aumentó la tasa de interés a 20 por ciento, mientras que el gobierno ordenaba que las empresas convirtieran a rublos el 80 por ciento de los dólares, euros y otras monedas extranjeras que ganaran con el fin de aumentar la demanda y hacer subir el precio.

Eso ha reactivado el valor del rublo, pero, como lo han subrayado muchos analistas, la reciente estabilidad del rublo no se ha dado porque el mercado de pronto haya tenido confianza en la economía rusa, sino por las tremendas intervenciones del gobierno.

Además de las dificultades derivadas de la moneda, Rusia está teniendo problemas económicos de otras índoles.

El país ya está enfrentándose a una profunda recesión y varios analistas calculan que la economía se contraerá hasta un 20 por ciento este año. Una encuesta de S&P Global a gerentes de compras de las empresas manufactureras rusas mostraron fuertes caídas en la producción, el empleo y los pedidos nuevos en el mes de marzo, así como marcados incrementos en los precios.

En cuestión de semanas, Putin debilitó las relaciones empresariales y comerciales entre Rusia y economías más ricas que tardaron décadas en construirse después de la desintegración de la Unión Soviética. Se calcula que 500 empresas extranjeras se han retirado de Rusia, disminuido sus transacciones e inversiones o prometido hacerlo.

“Rusia no tiene la capacidad de replicar de manera interna la tecnología que de otra manera habría adquirido del extranjero”, de acuerdo con un analista de Capital Economics, un grupo de investigación con sede en Londres. Esa no es una buena señal para aumentar la productividad, la cual era solo del 35 al 40 por ciento de la de Estados Unidos, incluso antes de la guerra.

El resultado es que, sin importar cómo termine la guerra en Ucrania, Rusia estará más aislada en términos económicos de lo que lo ha estado en décadas y se verá reducida cualquier influencia que tenga ahora sobre la economía global, así como sus propias expectativas económicas.

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