Esta cocina católica se llama La Tilma, nombre que conmemora la manta que llevaba San Juan Diego cuando la Virgen de Guadalupe se le apareció en México, hace casi 500 años, ha sido un pilar para la comunidad desde su inauguración en 2003.
EL PASO, Texas — Hace 20 años, Amelia Lopez Patrykus, de pie frente a la iglesia católica del Sagrado Corazón, se formó en la fila para recibir una comida gratuita y comestibles. Esa fila estaba a solo unas cuadras del río Bravo, la división natural entre México y su nuevo hogar en Estados Unidos.
Recién había llegado de Jalisco, México, junto con sus hijos, y en esos primeros años en Texas, la iglesia no solo le brindó sustento a través de productos básicos como arroz y latas de tomates, sino apoyo espiritual y educativo. Ahí, su hija cantaba en el coro e hizo su Primera Comunión, y Lopez Patrykus tomó clases gratuitas para adultos y encontró trabajo… en La Tilma, el restaurante en que recibió esa primera comida.
En la parte central del Segundo Barrio, donde muchos inmigrantes mexicanos viven en la pobreza, los residentes, en su mayoría de habla hispana, saben que el Sagrado Corazón es el lugar donde pueden recibir ayuda para su renta, tomar clases de inglés y degustar una comida caliente.
La Tilma, nombre que conmemora la manta que llevaba San Juan Diego cuando la Virgen de Guadalupe se le apareció en México, según el relato, hace casi 500 años, ha sido un pilar para la comunidad desde su inauguración en 2003, y al frente está un chef que por lo regular prepara platillos familiares para los nuevos inmigrantes de México.
Opciones de pescado o especiales vegetarianos, como sopa de lentejas, enchiladas y capirotada (un tipo de postre mexicano a base de pan que solo se sirve en los días anteriores a la Pascua), aparecen los viernes de Cuaresma, cuando muchos cristianos se abstienen de comer carne roja.
“Si no está bueno, no me lo como”, dijo Dolores Domínguez, de 88 años, quien vive en una de las viviendas públicas del barrio.
Si no existiera La Tilma, sus hijos tendrían que desplazarse en automóvil desde una reservación cercana para nativos estadounidenses para ayudarla, según explicó.
Antes de la pandemia, La Tilma servía un menú totalmente mexicano, incluidos platos con huevos rancheros, burritos y aguas frescas, por menos de cinco dólares al público los fines de semana. Los feligreses disfrutaban menudo, una sopa tradicional mexicana, después de la misa del domingo, y empleados de la iglesia entregaban comidas a los adultos mayores del barrio. Hace un tiempo, un inmigrante que vivía en Estados Unidos sin permiso legal incluso les entregaba comida a oficiales de inmigración en el puente internacional Paso del Norte que conecta El Paso con Ciudad Juárez, México.
La pandemia obligó a La Tilma a cerrar el restaurante y cambiar a solo comida para llevar. Sin embargo, para el domingo de Pascua, el restaurante planea reabrir sus puertas al público.
“Volveremos a abrir el día de la Resurrección”, comentó el padre Rafael García, de 69 años, el sacerdote a cargo del Sagrado Corazón. “Es un tiempo de vida nueva”.
Aquí se le da comida a quien la necesite, sin hacer ningún tipo de preguntas. Muchos días, se ve a Lopez Patrykus empujar un carrito lleno de comida para llevar de La Tilma por todo el barrio, del que reparte comida a los inmigrantes, sintecho, mujeres víctimas de abuso y hombres que esperan que se les asigne trabajo temporal. Le dicen “Mami” o “la Jefita”.
Es la segunda al mando, detrás de James Martínez, el chef del restaurante, quien comenzó a hacerse cargo de la cocina en 2005. Hace poco, en un viernes de Cuaresma, Lopez Patrykus sirvió pico de gallo en un contenedor grande de sopa de lentejas. Colocó porciones de arroz, sazonado con caldo de pollo y cilantro, junto a guisantes, brócoli, champiñones, calabacín y zanahorias cubiertos con una salsa amarilla de curry picante en envases para llevar.
“Cuando vine, la iglesia me ayudó mucho con comida”, dijo Lopez Patrykus, de 63 años, en español.
Sus 12 años en La Tilma se han convertido en un medio para compartir con otros como agradecimiento por todo lo que la iglesia le ayudó.
“Dios nos ayudará cuando lo necesitemos”, dijo.
La Tilma les da comidas y abarrotes a aproximadamente 250 familias. Algunos voluntarios llenan bolsas de comestibles con productos básicos como arroz, frijoles pintos, tallarines, crema de maní y tomates.
Ofrecen servicios de alimentos para ayudar a cubrir los gastos de este servicio a la comunidad. En 2018, su año de mayores ingresos, La Tilma generó alrededor de 220.000 dólares preparando alimentos para bodas, eventos diocesanos y fiestas de quinceañeras. Distintas subvenciones, donativos y dinero de la Sociedad de Jesús, orden de la Iglesia Católica Romana a cuyos miembros se les llama también jesuitas, y donativos de comida de organizaciones como El Pasoans Fighting Hunger cubren la diferencia.
Cada semana durante Cuaresma, los empleados y voluntarios de La Tilma pican cientos de tomates y cebollas. Hierven por horas chiles rojos secos para preparar enchiladas rojas vegetarianas. Se parte pan y se tuesta para la capirotada.
Para su versión de capirotada, Martínez mezcla el pan tostado con una salsa de leche evaporada sin endulzar, mantequilla, azúcar mascabado, chocolate caliente Abuelita y una mezcla de capuchino. Ralladura de coco, maní y pasas le dan sabor, y queso muenster y chispas de colores le dan el toque final.
“No quiero ver nada blanco”, gritó Martínez, de 54 años, haciendo referencia a las tortillas, cuando un voluntario comenzó a cubrir de salsa roja una charola de enchiladas.
Martínez entrena a los voluntarios para que preparen y dividan en porciones los alimentos tal como lo haría si entrenara a un chef bajo su mando en un restaurante.
“Solo les digo que sean generosos” dijo. “Échale”, añadió.
El Sagrado Corazón tiene una larga historia de servicio a la comunidad. Es la única parroquia de la Sociedad de Jesús que queda en Texas, fundada en 1893 para los católicos de habla hispana y atendida por los jesuitas.
En la actualidad, la mayoría de los residentes de El Paso, que superan los 865.000, se identifican como católicos, según la diócesis Católica Romana de El Paso.
“Su relación con Dios es vital”, aseveró el padre Daniel Mora, de 42 años, sobre los feligreses de la iglesia, principalmente mexicano-estadounidenses.
La iglesia atiende solo a una pequeña porción de los necesitados de El Paso. El Pasoans Fighting Hunger, el único banco de alimentos del área, alimenta a cerca de 200.000 personas que no tienen seguridad alimentaria. Casi el 18 por ciento de los residentes del condado viven en la pobreza, alrededor de seis puntos porcentuales por arriba del promedio nacional, según datos del censo. En 2020, el ingreso promedio por hogar era de solo unos 48.000 dólares, unos 19.000 dólares menos que la cifra nacional.
Debido a la proximidad del área a Ciudad Juárez, El Paso es una comunidad con muchos inmigrantes. Casi el 83 por ciento de los residentes del condado son de origen hispano o latino, y un idioma distinto del inglés se habla en cerca del 70 por ciento de los hogares de este lugar.