La oficina aguarda y hay que vestirse casuales, pero imponentes

La oficina aguarda y hay que vestirse casuales, pero imponentes
Algunas opciones de ropa relajada en M.M.LaFleur en Manhattan, el 13 de abril de 2022. Foto, John Taggart/The New York Times.

Los candidatos a puestos de trabajo deben investigar a sus posibles empleadores en las redes sociales, para tener una idea de cómo se viste la gente en la empresa, y luego “vestirse ligeramente más formal de lo que es el estilo que dicen tener”.

Los anuncios de Instagram de una marca de ropa están promocionando un estilo que llaman “power casual” (casual e imponente). Otros minoristas le dicen “comodidad oficinista” (“business comfort”) o “deportiva laboral” (“workleisure”). Los tacones altos están bajando, si no es que desapareciendo, los pantalones se están volviendo “elásticos” y los ejecutivos de Silicon Valley usan camisetas con diseños gráficos debajo de sus sacos con el fin de expresar un poco su personalidad en una junta de negocios.

Bienvenidos al nuevo mundo —y jerga mercadológica— de la ropa para el trabajo. Los minoristas que antes comercializaban vestidos infalibles ahora están haciendo todo lo posible para satisfacer las exigencias nuevas de la semana laboral híbrida. Quieren tentar a una clientela aturdida que está regresando a las oficinas y a las reuniones presenciales con tendencias como “la casualización de la mitad inferior” y con creaciones que lucen como ropa profesional del 2019 pero que ofrecen “comodidades secretas” (el secreto suele ser el elastano).

De hecho, la industria minorista ha acogido con tal ahínco los estilos más suaves y elásticos que algunos profesionales dicen que han tenido que buscar en sitios de ropa usada para encontrar prendas que sean lo suficientemente formales como para trabajar en bufetes de abogados o en cargos gubernamentales.

“Ahora hay muy poca separación entre donde trabajas y donde vives”, comentó Sarah LaFleur, directora ejecutiva de M.M.LaFleur, una marca de ropa de mujeres que quiere no solo ser conocida por ropa laboral. “Vemos que la misma tendencia se aprecia en la ropa”.

Este cambio no solo es cuestión de gusto: tiene ramificaciones en la industria textil, un segmento importante de la economía, y el rostro físico de la venta minorista, que es el segundo empleador privado más grande de Estados Unidos. Los ingresos de la ropa femenina en Estados Unidos fueron de 132.700 millones de dólares en 2021, un 7 por ciento más que en 2019, mientras que las ventas de ropa masculina aumentaron un 11 por ciento respecto a 2019, hasta los 76.500 millones de dólares, según los datos de NPD Group, una empresa de investigación de mercados.

A medida que una mayor parte de esos ingresos se desplaza hacia la mezclilla, los zapatos deportivos y similares, especialmente para las mujeres, los minoristas deben mantener el ritmo. NPD ya ha descubierto que las ventas de calzado de vestir disminuyeron un 34 por ciento el año pasado con respecto a 2019, mientras que, en los 12 meses contados hasta febrero, la ropa formal de hombre descendió un 20 por ciento con respecto a los dos años anteriores. Cadenas masivas como Banana Republic y J. Crew han estado reduciendo su número de tiendas mientras ajustan sus surtidos.

Mientras tanto, Lululemon tiene ahora unas ventas anuales que superan las de las marcas Gap y Banana Republic juntas, y aspira a duplicarlas en los próximos cinco años. Tanto Lululemon como Athleta, propiedad de Gap Inc, promocionan la ropa de trabajo en sus sitios web. Los clientes están dispuestos a pagar por la comodidad: Gap dijo en una convocatoria de septiembre que, en todas sus marcas, el precio medio de venta por unidad, una medición de cuánto cuesta una prenda, era de 12 dólares en Old Navy, 40 dólares en Banana Republic y 60 dólares en Athleta.

Cómo se viste la gente para trabajar en ocasiones puede ser un reflejo del mercado laboral. Las recesiones económicas, como el colapso de la burbuja puntocom o la crisis financiera de 2008, muchas veces han provocado el regreso a atuendos más elegantes como una forma de protección: los empleados le demuestran al jefe que se empeñan. En la coyuntura actual, en la que la tasa de desempleo ha caído al nivel más bajo desde que se produjo la pandemia, los empleados quizá piensen: mi patrón es el que tiene suerte de tenerme, así que ¿por qué tengo que usar pantalones incómodos?

La pandemia causó tanto trastorno psicológico para los estadounidenses que “lo último en lo que se quieren fijar los jefes “ es en si la ropa de un empleado es apropiada para el lugar de trabajo, comentó Jaehee Jung, profesora de estudios de la moda y ropa en la Universidad de Delaware. “La gente también está prefiriendo looks más casuales para sus empleados, con el fin de que estos se sientan más contentos y felices”, añadió.

El trabajo nos confunde, y la ropa también

Las tiendas de M.M.LaFleur, incluyendo su sucursal de Bryant Park en el distrito neoyorquino de Manhattan, se llenaron en marzo de mujeres que buscaban citas de estilismo personal después de un enero prácticamente “muerto”, dijo LaFleur.

Esta empresa, que sufrió un golpe financiero en 2020, ha estado publicando anuncios en las redes sociales que se adhieren al vocabulario del momento tipo “power casual”, con suéteres de punto que parecen sacos, y otros que proclaman: “Tus leggings tuvieron un ascenso”. LaFleur dijo que las secciones de power casual de su sitio web generaban el triple de ventas que las que promocionaban vestidos más tradicionales. Antes de la pandemia, los vestidos representaban un tercio de las ventas de la empresa, pero esa cifra ha caído por debajo del 20 por ciento.

 

Moda casual en oficinas
Un conjunto de Reiss que se ajusta a lo que los minoristas llaman power casual, “comodidad oficinista” (“business comfort”) o “deportiva laboral” (“workleisure”), en Nordstrom en Manhattan, el 28 de abril de 2022. Foto, John Taggart/The New York Times.

Los minoristas tienen que descubrir qué es lo que hará feliz a la gente en el trabajo —una tarea difícil en una nación de empleados confundidos — o al menos intentar convencerlos de que los leggings los ayudarán a que sus días sean mejores.

“En realidad, son los minoristas los que responden a la demanda del mercado”, indicó Jung. “Las empresas están reduciendo sus productos orientados a la vestimenta formal y la ropa de negocios”.

Nordstrom, que cuenta con cientos de establecimientos de precio completo y de Rack, un outlet, en todo el país, vio un aumento del 152 por ciento en las búsquedas en su sitio web del término “ropa de trabajo” en febrero, comentó Shea Jensen, gerente general de mercancía para ropa de hombre y mujer de dicho minorista.

El sitio ha utilizado términos como “workleisure” y tiene una sección llamada “Nuevos códigos de vestimenta laboral”. Desde ahí, los compradores pueden navegar hasta “Reconfigurando el trabajo desde casa” para encontrar “estilos aprobados para las videollamadas”. También está “Listos para la oficina”, que promete “unir los puntos entre sentirse bien y ser profesional”.

“Hemos visto cambios radicales en la vestimenta de trabajo a lo largo del COVID, ya que la gente se vestía para el teclado, como nos gusta decir y, ahora que vuelven a la oficina, hay un entusiasmo realmente emocionante por vestirse de pies a cabeza”, explicó Jensen.

Entonces, ¿qué se está poniendo la gente?

J. T. O’Donnell, ex ejecutiva de recursos humanos y fundadora de la plataforma de capacitación profesional Work It Daily, dijo que hoy en día no les recomendaría a los solicitantes de empleo o a los recién graduados que compraran automáticamente un traje para las entrevistas. Aunque eso tal vez sea necesario en algunas industrias, como la banca y la consultoría, indicó, los candidatos deben investigar a sus posibles empleadores en las redes sociales para tener una idea de cómo se viste la gente en la empresa, y luego “vestirse ligeramente más formal de lo que es el estilo que dicen tener”.

“Tal vez es muy fácil decir ahora que tienen suerte de que me interese en este puesto, así que no me importa mi apariencia en este momento”, dijo O’Donnell. Pero “sí debes buscar no estar arrugado, tener las cosas fajadas, parecer que te has esforzado”. Aconseja a los que buscan trabajo que lleven ropa con la que no les daría pena visitar a sus abuelas.

Victoria Hitchcock, una estilista del área de la bahía de San Francisco que también ayuda a sus clientes a crear una marca personal y a “transformar su estilo de vida”, afirma que ha visto a clientas de alto poder adquisitivo volver a los trajes sastre, aunque buscan materiales más informales, como el “tejido de crepé de seda”, piernas acampanadas y talles más altos, y a veces los combinan con mocasines o zapatos deportivos.

Dijo que había estado recibiendo peticiones diarias de ejecutivos para zanjar la brecha entre “las normas pre-COVID y la expresión ‘progre’ pos-COVID”. En la práctica, eso se traduce en camisetas gráficas con frases como “Babes supporting babes” (Chicas apoyando a chicas) y “A founder – not a female founder” (Fundadora. No “fundadora mujer), combinadas con trajes de pantalón o sacos.

Tras un paréntesis de dos años, los hombres y las mujeres “quieren tener ese mensaje de que ‘He estado fuera, he estado ausente, he estado algo desconectado y trabajando en mí mismo y ahora aquí estoy’”, sostuvo Hitchcock.

 

Moda casual en oficinas
Cuñas, zapatos planos y tacones bajos, que tienen una gran demanda, en Nordstrom en Manhattan, 28 de abril de 2022. Los minoristas que alguna vez traficaron con vestidos sólidamente confiables se esfuerzan por satisfacer las nuevas demandas de la semana laboral híbrida. Foto, John Taggart/The New York Times.

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