Durante la última década, los negocios invirtieron dinero para comprar tecnología; con algunas limitaciones económicas. No obstante, si hay una recesión, el inversionista se imaginó que los ejecutivos les echarán un vistazo minucioso a los presupuestos y reducirán la tecnología innecesaria.
Estamos en un momento extraño para la tecnología. ¿Puedes sentirlo? Las fuerzas poderosas de un cambio imparable y la riqueza del sector están marchando, pero en la mezcla hay una pizca de algo más: duda.
Algunos de los titanes de la era digital, incluidos Netflix y Facebook, al mismo tiempo son tanto supernovas digitales disruptivas y omnipresentes como estrellas deslustradas y descontroladas que chocan con desafíos existenciales de crecimiento.
La guerra en Ucrania, los esfuerzos de los gobiernos por controlar los elevados precios al consumidor y los inestables efectos sociales y económicos de la pandemia han puesto en pausa algunas compras tecnológicas y de publicidad digital. Los profesionales del dinero que le apuestan a la promesa de jóvenes empresas tecnológicas están perdiendo la fe.
En una señal de preocupación de los inversionistas, media docena de gigantes tecnológicos —Apple, Microsoft, Google, Amazon, Facebook y Netflix— han perdido juntos 1,3 billones de dólares de valor de mercado este año (el elevado precio de las acciones de Facebook el jueves se había recuperado tan solo un poco en comparación con el colapso épico de 2022).
La última década ha sido una fiesta casi ininterrumpida para la tecnología, pues digitalizamos nuestras vidas. Y, aunque ya había habido pánicos periódicos tecnológicos, incluido el que se dio con brevedad cuando comenzó a propagarse el coronavirus a inicios de 2020, parece más difícil predecir el destino del sector tecnológico y las principales empresas de la industria de lo que había sido en años.
El optimismo imprudente se fue y llegó el realismo. Qué poco tecnológico.
Tal vez este periodo nervioso tan solo es una calma y el futuro cercano se parecerá a algo como los años posteriores a 2010, durante los cuales aumentó la importancia de la tecnología, las empresas tecnológicas generaron cantidades desquiciadas de dólares y los inversionistas del sector nadaron en riquezas. O, tal vez, estamos al borde de algo más… no un colapso, sino quizá una fase más triste para el sector tecnológico.
En este momento, todavía hay bastantes cosas color de rosa en tecnolandia. Necesitamos la tecnología en nuestras vidas personal y profesional y muchos fabricantes de esas tecnológicas siguen teniendo unas riquezas inimaginables. Los financistas de Meta, la empresa matriz de Facebook, sintieron un alivio el miércoles cuando la empresa, que perdió usuarios al final de 2021, reportó que más gente había recuperado el hábito de usar Facebook o la aplicación Messenger de la empresa.
Sin embargo, muchos de los líderes del sector están teniendo problemas para repetir éxitos pasados. En el primer trimestre de este año, Netflix perdió suscriptores por primera vez en una década. Facebook predijo que su ingreso trimestral podría bajar pronto en comparación con 2021. No es impactante en parte porque el año pasado fue uno extraño para Facebook, pero se supone que el ingreso de una empresa tecnológica no debería disminuir.
El jueves tendremos más puntos de datos de Amazon y Apple, empresas que reportarán sus ingresos de los primeros tres meses del 2022. Las empresas tecnológicas jóvenes han anunciado despidos porque sus inversionistas quieren que se preparen para lo que viene, entre ellas la aplicación de operaciones accionarias Robinhood esta semana.
También ha habido una reevaluación más matizada de la creencia que la pandemia iba a turbocargar la tecnología. Muchas ventas minoristas volvieron a las tiendas físicas de la manía de las compras en línea de 2020. Resulta que no todo el mundo quiere estar en Zoom todo el tiempo o andar en bicicletas Peloton en sus comedores. Los negocios que compraron por pánico tecnología para trabajar desde casa en 2020, tal vez, no la vayan a necesitar más durante un tiempo.
Twitter es emblemática de este periodo de terreno vacilante. Tal vez Elon Musk, quien accedió a comprar la empresa esta semana por 44.000 millones de dólares, ayudará a Twitter a consumar un potencial que siempre ha parecido estar apenas fuera del alcance. O quizá causará el colapso de la empresa.
Y, si hay una recesión estadounidense, como algunos observadores de la economía están contemplando, nadie sabe qué pasará. La última vez que hubo una recesión mundial prolongada —si dejamos de lado la breve desaceleración estadounidense relacionada con la pandemia a inicios de 2020—, la tecnología era un cero a la izquierda en comparación con lo que es en estos días. Muchas empresas tecnológicas que disfrutan un éxito actual nunca han vivido un periodo de austeridad.
En una reciente conversación con un experimentado inversionista del sector tecnológico, quien no quiso ser nombrado para poder hablar con más libertad, esbozó cómo podría lucir una fase oscura para la industria tecnológica, en particular para las empresas que les venden tecnología a los negocios.
Durante la última década, los negocios han estado invirtiendo dinero para comprar tecnología; sobre todo, con algunas limitaciones económicas. No obstante, si hay una recesión, el inversionista se imaginó que los ejecutivos les echarán un vistazo minucioso a los presupuestos y reducirán la tecnología innecesaria. Si esto ocurre, a las empresas tecnológicas que han supuesto que seguirán creciendo durante un largo tiempo les espera un despertar amargo, advirtió este inversionista.
Todavía no llegamos a ese punto. Pero el hecho de que los inversionistas estén imaginando escenarios desagradables enfatiza un cambio de humor. Los tiempos de bonanza en la tecnología en esencia se han basado en crudas realidades: hay más gente en línea, más negocios han estado desesperados por modernizarse antes que sus rivales y los inversionistas han encontrado pocos lugares, fuera del sector tecnológico, donde ganar mucho dinero.
Sin embargo, otra base era la fe de que el sector tecnológico iba a mantener una expansión ininterrumpida. Una vez que ese sentimiento mengua un poco, no siempre es fácil obtenerlo de regreso.