La cultura de las armas en Texas y la permisividad de las leyes relacionadas están dando lugar a un angustioso examen de conciencia en la comunidad más reciente en ser sacudida por el ataque de un tirador.
UVALDE, Texas — Al vivir en una ciudad rural de Texas famosa por la caza del venado cola blanca, donde los rifles son un premio habitual en las rifas escolares, Desirae Garza nunca pensó mucho en las leyes de control de armas. Eso cambió después de que su sobrina de 10 años, Amerie Jo, recibiera un disparo mortal dentro de la escuela primaria Robb.
“A esa edad no puedes comprar cerveza, pero sí puedes comprar una AR-15”, comentó Garza sobre el tirador de 18 años que, según las autoridades, compró legalmente dos rifles semiautomáticos y cientos de cartuchos de municiones días antes de matar a diecinueve niños y dos profesores. “Es demasiado fácil”.
No obstante, dentro de otra casa de Uvalde, el padre de Amerie Jo, Alfred Garza III, tenía una opinión muy diferente. A raíz del asesinato de su hija, aseguró que estaba considerando comprar una funda para asegurar la pistola que ahora deja en su casa o en su camioneta.
“Llevarla conmigo no es mala idea después de toda esta situación”, señaló.
La cultura de las armas en Texas y la permisividad de las leyes relacionadas están dando lugar a un angustioso examen de conciencia en la comunidad más reciente en ser sacudida por el ataque de un tirador.
Uvalde, una ciudad de mayoría mexicoestadounidense que cuenta con 15.200 habitantes, cerca de la frontera sur, es un lugar muy diferente a Parkland, Florida, o Newtown, Connecticut, que se convirtieron en centros de activismo comunitario para el control de armas tras los tiroteos que ocurrieron en sus escuelas.
La posesión de armas está entrelazada con la vida del lugar, en un condado que ha elegido a demócratas conservadores y ha apoyado en dos ocasiones al expresidente Donald Trump. Varios familiares de las víctimas se cuentan entre los más de un millón de propietarios de armas de Texas. Algunos crecieron cazando y disparando. Otros dicen que poseen varias armas para protegerse.
En Uvalde, el debate se ha desarrollado no a través de manifestaciones y marchas, como ocurrió después de la tragedia de Parkland, sino en conversaciones más tranquilas dentro de salas de estar y en vigilias, que en algunos casos exponen las divisiones dentro de las familias en duelo. El abuelo de un niño que perdió la vida el 24 de mayo afirmó que siempre guarda un arma bajo el asiento de su camioneta para proteger a su familia; la abuela del niño ahora quiere limitar el acceso a las armas.
El gobernador Greg Abbott, que firmó el año pasado una ley que convierte a Texas en un “santuario de la Segunda Enmienda” frente a las leyes federales sobre las armas, y otros republicanos han desestimado los llamados a favor de reforzar el acceso a las armas tras el tiroteo de Uvalde. En vez de eso, han pedido que se mejore la seguridad en las escuelas y el asesoramiento en materia de salud mental.
Sin embargo, las encuestas de opinión pública y las entrevistas con familiares de las víctimas y residentes de Uvalde, sugieren que muchos texanos están más abiertos a las medidas de control de armas que sus líderes republicanos, y apoyarían la ampliación de las comprobaciones de antecedentes y el aumento de la edad requerida para comprar rifles de asalto, de 18 a 21 años.
Trey Laborde, un ranchero local, llevó su arma a una recaudación de fondos para los familiares de las víctimas del tiroteo, donde ayudó a ahumar carne. Laborde aseguró que desprecia al presidente Joe Biden, cree que las elecciones de 2020 fueron robadas y le disgustan los llamados a favor de quitarle las armas a la gente. Cree que “todos los profesores deberían estar armados”.
Pero también quiere más límites en el acceso a las armas.
“No creo que nadie deba poder comprar un arma a menos que tenga 25 años”, opinó Laborde. Hace poco, su suegro le regaló un rifle de asalto, pero relató: “No creo que deban venderse”. Y añadió: “Nadie caza con ese tipo de rifles”.
El apoyo público a algunas medidas de control de armas se ha mantenido constante en las encuestas de opinión de los últimos años, en los que Texas se vio sacudida por mortales tiroteos masivos en un Walmart de El Paso y en las calles de Odessa.
En una encuesta realizada en febrero por la Universidad de Texas y The Texas Politics Project, el 43 por ciento de los texanos aseguró que apoyaba leyes de armas más estrictas, mientras que solo el 16 por ciento quería normas más laxas. En encuestas anteriores, las mayorías apoyaban la comprobación universal de antecedentes y estaban en contra de permitir que los propietarios de armas de fuego las portaran en público sin licencia ni capacitación; el 71 por ciento de los texanos apoyaba la comprobación de antecedentes en todas las compras de armas, según una encuesta realizada por la Universidad de Texas y The Texas Politics Project en 2021.
Vincent Salazar, de 66 años, cuya nieta Layla murió en el ataque de Uvalde, dijo que había guardado armas en su casa durante 30 años para protegerse. Pero mientras lloraba a la niña que ganó tres cintas azules en el día de campo de la escuela primaria Robb, declaró que quería que los legisladores al menos elevaran la edad para vender armas largas como el rifle negro estilo AR-15 que se utilizó en el asesinato de su nieta.
“Esa libertad para portar armas, ¿de qué sirvió?”, preguntó Salazar. “Sirvió para matar”.
Aunque muchos en Uvalde han dicho que quieren enfocar su atención en las víctimas, la conversación sobre las armas ha estado resonando en la ciudad.
Kendall White, guía de grupos en viajes de caza, ayudó a cocinar la carne asada en el evento del viernes destinado a recaudar fondos para los familiares de las víctimas del ataque.
White aseguró que nunca renunciaría al derecho de “salir legalmente a cazar un animal y llevarlo a casa para mis hijos”. Se jactó de que su hija le disparó a su primer venado cola blanca a los 3 años.
“Estaba sentada en mi regazo”, relató.
White cree que el problema son las personas, no las armas. “Las armas no matan a nadie, y punto”, aseveró. “Debe haber alguien que apriete el gatillo”.
Sin embargo, los recientes tiroteos masivos le han pesado a White, de 45 años, y este, ocurrido en su ciudad natal, lo dejó destrozado.
Afirmó que quiere que cambien algunas cosas.
“Nunca debió haber podido conseguir esa arma”, comentó White, refiriéndose al tirador. “Deberíamos aumentar el límite de edad. Deberíamos imponer controles de antecedentes más fuertes”. Hay espacio, agregó, “para llegar a algunos consensos” sobre las leyes de control de armas.