Criptomonedas, casas, zapatos deportivos, Rolex: cómo el temor a perderse de lo que está de moda impulsó la economía

Criptomonedas, casas, zapatos deportivos, Rolex: cómo el temor a perderse de lo que está de moda impulsó la economía
Zapatos deportivos Balenciaga en Nueva York, el 18 de julio de 2018. Foto, Tony Cenicola/The New York Times.

¿Por qué tanta gente invirtió? Porque el temor a perderse de algo es una superdroga. Porque, cuando los precios se están disparando y sientes el temor de perderte de algo, puedes convencerte de imaginar un valor intrínseco para cualquier cosa.

La versión más barata del Cosmograph Daytona, el modelo en acero inoxidable de Rolex que se volvió famoso gracias a Paul Newman, tiene un precio sugerido al público de 14.550 dólares. Sin embargo, es improbable que consigas uno tan barato.

En los últimos años, la demanda de lujosos relojes mecánicos de pulsera ha superado por mucho la oferta y la lista de espera para los modelos más populares de Rolex —si puedes convencer primero a un distribuidor autorizado de que eres merecedor de uno— se dice que ahora es de varios años. Según WatchCharts, una base de datos de precios para coleccionistas de relojes, un modelo actual del Daytona se vende por más de 40.000 dólares en el mercado secundario; durante los últimos cinco años, el precio del Daytona en el mercado secundario ha crecido a un promedio de un 20 por ciento al año, lo cual lo ha convertido en una mejor inversión que cualquiera de las registradas en el S&P 500 durante el mismo periodo.

Los precios de los relojes de gama alta no son los únicos que se dispararon durante la pandemia. Para una gran variedad de productos coleccionables —entre ellos obras de arte, autos clásicos, bolsos de lujo, zapatos deportivos, comics y tarjetas coleccionables—, los últimos años fueron más efervescentes que una botella de Dom Pérignon (cuyo precio para ciertas cosechas también se ha disparado). Luego, está el mercado de las casas, sin duda un producto escaso más práctico, donde los precios también aumentaron a nuevos máximos intolerables en años recientes.

Últimamente, he estado pensando mucho sobre estas burbujas de activos, en especial ahora que he seguido el colapso del bitcóin, el ethereum, los tókenes no fungibles (NFT, por su sigla en inglés) y la industria más amplia de las criptomonedas que se volvió tan de moda durante la pandemia. Los defensores de las DeFi —la criptojerga que en inglés se refiere a las “finanzas descentralizadas”, las cuales en esencia buscan reproducir la industria de los servicios financieros con sistemas basados en criptomonedas— arguyen que la tecnología expandirá el acceso a productos financieros y desatará una ola de innovación que ahora obstaculizan los jefes supremos de las finanzas tradicionales, a las cuales llaman TradFi de forma burlona.

No obstante, cada vez con más rapidez, nos damos cuenta que las criptomonedas son tan solo otro artículo coleccionable impulsado por las mismas fuerzas que inflaron el mercado para los bolsos Birkin y los calzados Yeezys: mucho dinero salpicado por todo el mundo, sin muchos lugares obvios donde ponerlo y un temor a perderse de algo que todos los demás parecen pensar que está de moda.

Así como un Rolex no da la hora mejor que un reloj de pulsera ordinario—de hecho, los relojes electrónicos son mucho más precisos que los mecánicos—, las DeFi no parecen hacer nada mejor que las TradFi y de muchas maneras prácticas son peores. Como lo dijo hace poco un grupo de informáticos y expertos en tecnología en una carta abierta al Congreso: “Por su diseño mismo, la tecnología de la cadena de bloques es poco apropiada casi para cualquier propósito promocionado actualmente como una fuente actual o potencial para el beneficio público”.

Entonces, ¿por qué tanta gente invirtió? Porque el temor a perderse de algo es una superdroga. Porque, cuando los precios se están disparando y sientes el temor de perderte de algo, puedes convencerte de imaginar un valor intrínseco para cualquier cosa: un reloj mecánico es una maravilla de la ingeniería miniatura, casi una obra de arte en su complejidad intrincada. O: una moneda estable algorítmica es una maravilla de la ingeniería tecnológica financiera, una forma de reproducir los bancos y las redes de pago pasados de moda en la cadena de bloques para crear una infraestructura financiera abierta.

Espera, ¿qué? No, yo tampoco sé que significa todo eso… pero, ¡mira qué increíble es! Además, aún más importante, ¡mira cómo otras personas piensan cuán increíble es!

El giro inesperado en mi analogía, claro está, es que probablemente el tipo de personaje que puede pagar 40.000 dólares por un Rolex no va a sentir mucho el impacto si los relojes Daytona de pronto dejan de estar de moda. (De hecho, los precios de reventa de los Rolex y otros relojes de lujo han caído en los últimos meses. El mercado de reventa de zapatos deportivos también se está flexibilizando).

Por otro lado, se promocionaron las criptomonedas a todos, ricos y pobres. En redes sociales, en cadenas de televisión financiera y en anuncios salpicados de celebridades para el Supertazón, estos productos complejos, volátiles, propensos a colapsar y sin regulación fueron vendidos a las masas como oportunidades de las que no podían perderse. “La fortuna favorece a los valientes”, prometió Matt Damon, mientras Larry David protagonizaba un anuncio cuyo eslogan invocaba de manera explícita el temor a perderse de algo: “No te pierdas de las criptomonedas”.

Las criptodivisas también fueron tan solo la última de una serie de burbujas insostenibles que han sacudido la vida estadounidense durante las últimas dos décadas. A principios de siglo, la gente intentaba realizar grandes inversiones en las empresas puntocoms que tiraron su dinero a la basura. Desde mediados hasta finales de la década de 2000, el auge inmobiliario fue el dominador que llevó a la Gran Recesión. Y, desde 2010, hemos tenido una serie de ciclos de altibajos en las criptomonedas; antes de esta última carrerilla, el bitcóin subió y cayó en 2011, luego de 2013 a 2015 y de nuevo de 2017 a 2018.

Hace poco, he visto mucha alegría en línea por el mal ajeno: mucha gente que no participó en el auge de las criptomonedas y se burla de quienes entraron con todo, lo cual tal vez solo sea justo para los escépticos que tuvieron que soportar durante años a criptopersonajes detestables que les decían: “diviértete siendo pobre”.

No obstante, ¿puedes culparlos? Los estudios sugieren que la gente menor de 40 años ha estado mucho más dispuesta que la gente mayor a invertir su dinero en criptomonedas. Esto tiene sentido cuando tomas en cuenta que una gran parte de sus vidas adultas han estado dominadas por estos ciclos de altibajos y un crecimiento constantemente bajo de los salarios reales.

Para millones de personas, las criptomonedas, al igual que los bienes raíces y las puntocom antes que ellas, ofrecían una salida para el que de otra forma ha sido un callejón económico sin salida. Simplemente querían salir adelante casi de la única manera que uno puede hacerlo en estos días: poniendo tu dinero en algo de moda y esperando que sea un éxito. Es el estilo estadounidense.

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