En toda Europa, pueblos, barcos y puentes otrora sumergidos —algunos desde hace miles de años— han resurgido este año a medida que los ríos y los embalses se secan.
LONDRES — Los trozos de metal oxidados de una vieja camioneta se desintegran bajo el sol. Sus ventanas, llantas e interiores ya no están, y tampoco ninguna parte operable. Está varada frente a una colección de casas vacías y edificios abandonados, son las ruinas de Aceredo, un antiguo pueblo en el noroeste de España que quedó bajo el agua hace tres décadas cuando una represa hidroeléctrica inundó el valle.
Ahora, debido a una sequía persistente, los aventureros pueden recorrer este pueblo fantasma a pie.
En toda Europa, pueblos, barcos y puentes otrora sumergidos —algunos desde hace miles de años— han resurgido este año a medida que los ríos y los embalses se secan. Ha circulado un flujo constante de fotografías impresionantes, mientras gran parte del continente enfrenta una serie de olas de calor extremo y una sequía devastadora, dos fenómenos que según los científicos son más probables y graves a causa del cambio climático provocado por el ser humano.
Los impactos agravantes de la sequía y el calor extremo han quedado claros.
En España, el dolmen de Guadalperal, un monumento megalítico de cuatro a cinco milenios de antigüedad a menudo denominado el Stonehenge español, surgió de una presa afectada por la sequía al oeste de Madrid. En Italia, donde los residentes enfrentan su peor sequía en 70 años, se pueden ver los restos de un antiguo puente romano de época de Nerón en el río Tíber.
Uno de los lagos más grandes de Alemania, el Éder, se ha reducido tanto que se alcanzan a ver los cimientos de Berich, una aldea que se inundó en 1914. En Prahovo, Serbia, el caudal del río Danubio es tan escaso que han quedado al descubierto más de doce barcos de la Alemania nazi hundidos durante la Segunda Guerra Mundial. Y en el norte de Inglaterra, los niveles decrecientes del agua en el depósito Baitings Reservoir han revelado un antiguo puente de caballos de carga.
“Es muy preocupante”, expresó Yadvinder Malhi, profesor de Ciencias de ecosistemas en la Universidad de Oxford. “Es una señal de que hay cambios importantes en la estabilidad del clima global y las condiciones meteorológicas regionales que ejercerán cada vez más presión en los sistemas humanos y ecosistemas naturales”.
Ya que los humanos han aumentado la temperatura del planeta unos 1,1 grados Celsius, hay mucha más variabilidad en el clima de lo que se esperaba, afirmó Malhi. Agregó que, si el calentamiento llega a los 2 grados o más, los humanos veremos impactos mucho mayores que los que habíamos temido.
“Como hay más energía en la atmósfera, estamos viendo condiciones cada vez más extremas, ya sean inundaciones extremas”, como las de Pakistán, puntualizó, “o sequías extremas como las que vemos en Europa, China y parte de América del Norte”.
En general, se preveía que este tipo de eventos sucedieran alrededor del año 2040, y verlos ahora es una señal contundente de que la variabilidad del clima está ocurriendo con más rapidez de lo que la mayoría de nosotros creía, sostuvo Malhi.
Friederike Otto, catedrática sénior en el Instituto Grantham – Cambio Climático y Medio Ambiente del Imperial College London, comentó que el interés generalizado en los cauces y los embalses cada vez más secos de Europa se puede deber al impacto visual del calor extremo.
“El calor siempre ha sido un fenómeno extremo que se ignora o no se toma muy en serio, ya que los impactos no son tan visibles como los de las inundaciones o las tormentas”, explicó. “Creo que este año, como tenemos el calor combinado con una sequía —y el calor es muy extremo y vemos estos ríos secándose— todo es mucho más visual”.
Gran parte de esta nueva colección de artefactos y ruinas resurgentes está dispersa por el Mediterráneo, una de las pocas áreas del mundo con una “desecación extensa”, comentó Otto.
“Esto que se ha encontrado en el Mediterráneo tal vez sea algo que nos acostumbraremos a ver, ya que tendremos más y más años como estos, muy secos y calurosos”, advirtió. Los descubrimientos en otras partes de Europa son más inusuales, indicó.
Aunque algunas de las imágenes de este verano —impactantes piedras del hambre descubiertas en Alemania, una bomba de 450 kilogramos de la Segunda Guerra Mundial sacada del lecho de un río en Italia y ovejas refugiadas bajo un puente medieval en el cauce desecado del río Guadiana en España— son llamativas, la última sequía que padeció Europa no fue hace tanto, en 2018. Pero en esta ocasión, es más grave.
En el noroeste de España, el antiguo pueblo de Aceredo empezó a emerger de las profundidades del embalse de Alto-Lindoso en noviembre de 2021, al principio de lo que ahora es una sequía grave. A inicios del año España ya vivía su enero más seco desde hace 20 años, y para febrero, el embalse había descendido a un 15 por ciento de su capacidad, dejando expuestos los vestigios de Aceredo. Las condiciones no mejoraron mucho durante el verano.
“La magnitud de esta sequía es de una intensidad que solo se ve una vez por siglo o cada varios siglos”, sentenció Malhi, y agregó que, aunque las sequías extremas sí suelen ocurrir, el reto es que la frecuencia de estos eventos va a ir en aumento con el paso del tiempo.
Es posible que partes de Europa jamás se recuperen por completo de la sequía actual, advirtió Otto, sobre todo las aledañas al Mediterráneo, donde se espera que los veranos secos continúen.
Cuando se le preguntó qué revelan estos hallazgos sobre el estado de Europa, Otto respondió: “Todavía tenemos mucho por aprender. Creo que significa que el cambio climático, sobre todo en Europa, siempre se habla como algo que sucederá en el futuro. No será en el futuro, está sucediendo ahora”.