Ahora, cincuenta años después de que la idea fuera concebida y con una deuda de 420 millones de dólares en préstamos que todavía deben pagar los contribuyentes nepalíes, el gobierno no está más cerca de proveer agua potable a su sedienta capital.
MELAMCHI, Nepal — Todo comenzó con un aumento repentino de temperatura, 5 grados Celsius, alrededor de los glaciares himalayos. Después, vino la explosión: un diluvio de hielo derretido que descendía a un ritmo de 9,5 millones de litros por segundo, lo que desató un deslave que arrasó con todo a su paso.
Árboles antiguos, campos fértiles, casas, líneas eléctricas, puentes: todo fue engullido. Cinco personas murieron. Sin embargo, la inundación no solo dejó irreconocible este valle verde. Sus efectos se extendieron a decenas de kilómetros hasta la capital de Nepal, Katmandú, la cual había estado esperando durante décadas por algo que gran parte del mundo da por sentado: agua limpia en el grifo.
La corriente que asoló el valle del río Melamchi en junio de 2021 destruyó un proyecto para transportar agua por tuberías hasta una ciudad que ha dependido desde el siglo VI de desagües públicos conectados a acuíferos subterráneos. El proyecto, iniciado en 1972 y mantenido a lo largo de turbulencias políticas y cambios de gobierno gracias a cientos de millones de dólares en préstamos internacionales, llevaba tan solo unas semanas en funcionamiento cuando la toma principal quedó enterrada debajo de escombros de la inundación.
El agua que finalmente había salido de los grifos de las casas en Katmandú, lo que generó gritos de alegría desde los tejados, se secó de manera abrupta. Pronto, todos se dieron cuenta de algo terrible: el proyecto nunca había tomado en cuenta el cambio climático con seriedad, incluso a medida que se acumulaba la evidencia de riesgo de que el glaciar himalayo se derritiera. Ahora es necesario volver a diseñar el proyecto.
Aunque se pretendía que fueran un símbolo del desarrollo de Nepal, uno de los países más pobres de Asia, las obras hidráulicas estropeadas, en cambio, expusieron el gran desajuste entre un megaproyecto de lento avance financiado por donadores y las amenazas rápidamente cambiantes que representa un planeta que se calienta cada vez más.
Arnaud Cauchois, director del Banco Asiático de Desarrollo para Nepal, el principal financiador del proyecto, comentó: “Creo que estamos obsesionados con tratar de terminar esta cosa”.
Las lecciones de Melamchi podrían tener repercusiones en todo el mundo, conforme los bancos de desarrollo y los ingenieros civiles evalúan otros proyectos grandes en países en desarrollo en cuanto a su capacidad para resistir los caprichos del cambio climático y consideran cómo garantizar una rendición de cuentas cuando fracasen.
La idea
Katmandú es una de las capitales más húmedas del mundo. Durante el monzón anual, riachuelos de agua corren por las calles y desembocan en el crecido río Bagmati.
En la temporada de lluvias, los residentes todavía usan una red gratuita de desagües de piedra para bañarse y lavar ropa. El agua transportada por tuberías llegó en 1895, pero solo estaba disponible para los palacios Rana, donde vivían y trabajaban los miembros de la familia real y dignatarios de alto rango.
Para la década de los setenta, se volvía cada vez más claro que Katmandú necesitaba un sistema de suministro de agua moderno. Otrora una parada de descanso para montañistas en camino al Everest u otras cimas, y con una población conformada en gran medida por agricultores de arroz, la ciudad había cobrado relevancia al encontrar un lugar al final del sendero de los jipis. Sus paisajes sublimes, templos antiguos y hachís de primer nivel atrajeron a jóvenes visitantes de todo el mundo.
Durante las décadas siguientes, los acuíferos de Katmandú se agotaron a medida que la urbe crecía a una velocidad vertiginosa para albergar a refugiados de conflictos, desastres naturales y el cambio climático.
El rey Mahendra, el monarca de Nepal hasta 1972, reconoció estos desafíos. Su ambición de convertir a la capital de Nepal en un destino turístico popular coincidió con la llamada era de desarrollo, una etapa de grandes proyectos de infraestructura financiados por el Banco Mundial y otras instituciones surgidas en la posguerra.
Dipak Gyawali, un ingeniero hidráulico que trabajó para el sucesor de Mahendra, el rey Birendra, mencionó que hubo una “carrera desenfrenada para encontrar proyectos de inversión en cualquier lugar”.
El Banco Mundial se acercó al gobierno con un plan para llevar agua desde el río Melamchi hasta Katmandú a través de un túnel. Operaría con gravedad, para que no requiriera grandes conocimientos técnicos o bombeo costoso.
El agua sería empleada para brindar electricidad barata a través de fuerza hidráulica, la capital tendría abundante agua potable y el Terai, una región agrícola clave, contaría con riego gratuito.
Una vez que comenzara la construcción, el proyecto se completaría entre siete y diez años. Sin embargo, incluso la modesta meta inicial del gobierno de Nepal (arreglar las tuberías con fugas de la ciudad) aún estaba incompleta después de quince años, según un análisis del que Gyawali fue coautor para una comisión gubernamental en 1987.
El proyecto de aguas más amplio permaneció en la fase de concepto durante dos décadas después de su propuesta inicial. Cuando la guerra de diez años del gobierno contra los rebeldes maoístas concluyó en 2006, la monarquía de Nepal había desaparecido, lo que dejó un vacío político y ningún rumbo claro para el proyecto.
Mientras tanto, el dinero seguía fluyendo. El costo del proyecto alcanzó los 464 millones de dólares. Después de que el Banco Mundial, así como las agencias de desarrollo de los gobiernos noruego y sueco dejaron el proyecto, el Banco Asiático de Desarrollo lo comenzó a liderar, al aprobar un préstamo de alrededor de 160 millones de dólares para el gobierno de Nepal.
La corrupción plagó el proyecto desde el comienzo, según funcionarios del gobierno de Nepal, banqueros internacionales y observadores expertos. Un primer ministro depuesto durante el periodo de inestabilidad de los años de guerra, Sher Bahadur Deuba, y varios de sus ministros después enfrentaron cargos por corrupción relacionados con el proyecto Melamchi. (Deuba está en su quinto término como primer ministro).
En 2014, una compañía italiana contratada para completar el túnel abandonó el proyecto y acusó a los burócratas nepalíes de presionar a los trabajadores para obtener sobornos. Al final, una compañía china, Sinohydro, concluyó la obra en marzo de 2021.
Entonces, ocurrió el desastre. Unas horas después del inicio de las pruebas ese mes, una inundación forzó la suspensión de las operaciones. Se reanudaron a principios de abril, pero el agua fluyó durante solo seis semanas antes de que se desataran la inundación y el deslave más devastadores.
Ahora, cincuenta años después de que la idea fuera concebida y con una deuda de 420 millones de dólares en préstamos que todavía deben pagar los contribuyentes nepalíes, el gobierno no está más cerca de proveer agua potable a su sedienta capital.
Rajendra Sharma, un hidrólogo y asesor técnico del gobierno para el proyecto Melamchi, declaró: “Nos preocupa que, si la lluvia supera los niveles normales, este tipo de desastre pueda ocurrir de nuevo”.