El interés de Nicole Heininger por una vida sencilla y libre de desorden se debe no solo a su aprecio por la atmósfera calmada y refrescante de esos espacios, sino también al duelo que ha vivido por su padre.
Nicole Heininger había soñado desde hace mucho con diseñar una casa en Manhattan Beach, California, donde pudiera criar una familia. Así que en 2017, cuando ella y su esposo, Taylor Heininger, empezaron a tener hijos, comenzaron a buscar una casa para renovar cerca del océano.
“Buscábamos una propiedad en la que yo pudiera hacer algo desde cero, tanto para mostrar mi trabajo de diseño como para tener un espacio que fuera nuestro, 100 por ciento”, contó Nancy Heininger, de 40 años, fundadora de Est. Collective, una firma de diseño de interiores.
Ella y Taylor Heininger, también de 40 años, quien trabaja en finanzas, habían remodelado un puñado de casas en el área, pero sentían que podían crear algo mejor si empezaban desde cero. Pero el mercado inmobiliario era tan competitivo que les tomó un año encontrar un lote de 0.036 hectáreas con un bungaló de dos habitaciones, el cual compraron por 2,2 millones de dólares en octubre de 2018.
Durante el primer año, pusieron en renta el bungaló mientras Nancy Heininger empezaba a diseñar su sustitución en colaboración con Anthony Laney, arquitecto y socio fundador de Laney LA. Pero si alguno de los conocidos de Heininger esperaba que ella aprovecharía la oportunidad para dar rienda suelta a las florituras decorativas —o que tomaría prestados algunos de los detalles más expresivos que utilizaban sus antiguos empleadores, entre ellos Roman y Williams y Kelly Wearstler—, seguro que se decepcionó. Heininger sigue siendo una minimalista empedernida.
Su interés por una vida sencilla y libre de desorden se debe no solo a su aprecio por la atmósfera calmada y refrescante de esos espacios, sino también al duelo que ha vivido por su padre.
“Hace casi 10 años mi padre falleció, de manera muy trágica, por un problema de salud mental”, relató Heininger. “Tuve que ir a su casa y vaciar todas sus pertenencias, lo cual fue un momento para reflexionar. Él había trabajado tanto para adquirir y acumular estas pertenencias. Y de un momento a otro, prácticamente ya no tenían ningún valor”.
Desde entonces, se ha mostrado reacia a acumular un exceso de cualquier cosa —incluyendo ropa y muebles— y busca asegurarse de que cada objeto que entre en su casa sea necesario. Pero, aunque no hubiera tantas cosas, ella esperaba que la casa rezumara personalidad.
“Quería crear algo que tuviera un poco de nostalgia, un poco de modernismo y minimalismo infundido con encanto del Viejo Mundo”, dijo Heininger, citando como influencias las antiguas casas coloniales españolas de Los Ángeles y los sobrios interiores belgas.
Cuando ella compartió esta visión con Laney, este se entusiasmó de inmediato. “Hacemos muchas casas personalizadas y es bastante común que nuestros clientes tengan un deseo de expresión individual un poco más fuerte”, dijo. “Pero su estética es tan calmada y tranquila”.
Juntos crearon una casa de dos plantas y 370 metros cuadrados formada por una serie de cajas conectadas con un patio central. Redujeron al mínimo la ornamentación exterior recubriendo estos volúmenes con estuco blancuzco, pero añadieron una cornisa sencilla y ventanas arqueadas con luces divididas a lo largo del segundo piso, en “un guiño a un enfoque más clásico del diseño de una casa”, dijo Laney.
En el interior, Heininger mezcló antigüedades de gran escala y desgastadas por el tiempo con muebles modernos de materiales poco recargados. El foco de la sala, que tiene un suelo de concreto pulido, es una pesada repisa de piedra caliza francesa del siglo XIX que se sitúa sobre un vacío: en realidad no hay chimenea, porque las normas de construcción no permiten una chimenea de leña y Heininger pensó que una chimenea de gas quedaría fuera de lugar.
La cocina tiene alacenas con puertas delgadas y pintadas que se extienden hasta el techo y se abren con tiradores ocultos en lugar de pomos. Una gran isla recubierta por un grueso mármol Arabescato Vagli separa la zona para cocinar de la sala de estar, donde los gabinetes empotrados ocultan el desorden. Tanto la sala como el comedor tienen paredes corredizas de cristal que se abren al patio, diseñado por Jones Landscapes.
Una escalera en forma de listón sube al segundo nivel, donde el piso de roble ofrece una sensación más cálida bajo los pies en los cinco dormitorios de la casa. En la recámara principal, Heininger instaló una cama baja tapizada de Rove Concepts y utilizó trozos de madera desgastada cortados de pilotes recuperados como mesitas de noche.
Dado que no hay molduras que oculten un trabajo imperfecto, todos los detalles arquitectónicos, incluidos los rebordes que separan los zócalos empotrados de los paneles de yeso y los rieles de las cortinas integrados en los techos, tenían que ser perfectos, lo que requirió tiempo, albañiles pacientes y bolsillos generosos. En total, la casa, construida por Denton Developments, costó unos 3,2 millones de dólares y se terminó en abril de 2021 tras unos 18 meses de construcción.
¿Y qué hay del reto de mantener impecable un interior tan espartano con dos niños pequeños —Grey, de 5 años, y Elle, de 3— que se dedican a desordenarlo todo? El amplio espacio de almacenamiento oculto hace que esto sea relativamente fácil, explicó Heininger: “Todo se guarda por la noche. Tenemos almacenamiento incorporado en todas partes y lugares para esconder cosas en todas las habitaciones”.
Durante la semana, cuando todos los juguetes están guardados, “nadie sabría que aquí vive un niño”, añade.
Pero los fines de semana, cuando el contenido de los gabinetes se vierte en el suelo, la cosa cambia: “Uno pensaría que sin duda estalló una bomba”.