Durante los seis días que pasó viendo fotografías de soldados muertos en la morgue militar de Rusia para la guerra con Rusia, Irina Chistyakova trató de no ver directamente a los cadáveres desfigurados.
Si el rostro estaba quemado a un punto irreconocible, se concentraría en si los dientes se parecían a los de su hijo Kirill, un conscripto militar que la había contactado por última vez desde Ucrania a finales de marzo. En total, dijo, había visto unas 500 fotografías.
Chistyakova está entre los cientos de rusos que participan en un esfuerzo civil para encontrar a los hijos, maridos, hermanos y otros seres queridos desaparecidos que lucharon al servicio de Rusia. Se han visto obligados a hacer esto porque, a decir de los familiares y los defensores de los derechos humanos, el Ministerio de Defensa no estaba preparado para esta tarea.
La escala de la búsqueda es abrumadora. A finales del verano, el Pentágono calculó que de 70.000 a 80.000 soldados rusos han sido heridos o asesinados y muchos más están desaparecidos.
El destino de muchos soldados sigue siendo un misterio para sus seres queridos en casa, quienes dicen que el sistema para encontrar a soldados desaparecidos está tan desorganizado como el esfuerzo militar de Rusia, el cual desde el inicio se ha caracterizado por ser disfuncional.
“Por teléfono nos dicen que todo está bien, que están buscando, y ponen exactamente lo mismo en sus respuestas formales y escritas”, Chistyakova, de 44 años, dijo en una entrevista.
Contó que cuando viajó a la ciudad de Rostov del Don, en el sureste, para ver fotografías de los fallecidos, identificó a dos hombres de la unidad de infantería de su hijo, quienes estaban reportados como desaparecidos. “¿Cómo están buscando, si yo fui a la morgue y encontré ahí a dos de sus soldados?”, se preguntó. “Esa es la pregunta”.
En su afán por encontrar respuestas, los familiares afirman que buscan información por todas partes, incluso llaman repetidamente a una línea telefónica especial del Ministerio de Defensa. Apelan a las gubernaturas locales, se ponen en contacto con los mandos militares o con otros soldados, visitan hospitales y morgues y pasan innumerables horas en internet examinando videos de soldados capturados, así como buscando consejo en grupos de chat en línea.
La mayoría acaban frustrados, aún ansiosos por tener respuestas.
“Obtener información sobre soldados rusos que están luchando, que son llevados prisioneros o que fallecieron ha sido un problema desde el inicio del conflicto”, afirmó Sergei Krivenko, director de un grupo de derechos humanos que proporciona ayuda legal a los soldados rusos. “Nadie en el Ministerio de Defensa esperaba una escala tal”, añadió, por lo que “simple y sencillamente no creó los servicios apropiados”.
Rusia solo ha anunciado las cifras de víctimas en dos ocasiones, a finales de marzo y en septiembre, cuando el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, dijo que habían muerto casi 6000 soldados. Las estimaciones occidentales son mucho más elevadas. No hay cifras públicas del gobierno ruso sobre los desaparecidos; en su retirada sus tropas a veces dejan cadáveres abandonados al lado de la carretera.
Ucrania también está lidiando con el problema de los soldados desaparecidos, pero la respuesta del país ha sido muy diferente. Se han creado equipos de búsqueda conjuntos de militares y civiles en siete zonas de conflicto, según declaró en una conferencia de prensa el 30 de septiembre Oleh Kotenko, un alto funcionario ucraniano que se encarga de organizar la búsqueda de personas desaparecidas.
Más de 4000 personas figuran como soldados desaparecidos, señaló Kotenko, aunque estimó que hasta un 15 por ciento de ellos eran civiles.
En Rusia, la ausencia de un sistema oficial viable ha llevado a los padres a organizarse por su cuenta. Han surgido innumerables salas de chat, a menudo focalizadas en los soldados desplegados en una región determinada o en unidades específicas.
Si bien las salas de chat fungen como una especie de grupo de apoyo a nivel nacional, también están llenas de frustración, amargura y desconfianza. Existe la sospecha que algunos de los participantes son espías ucranianos que buscan explotar información sobre los soldados.
El Ministerio de Defensa no respondió a una solicitud de comentarios sobre su sistema para localizar a los soldados. Tatyana Moskalkova, la defensora de los derechos humanos en Rusia, dijo a principios de esta semana que había hablado con su nuevo homólogo ucraniano y que trabajarían en la cuestión de los soldados desaparecidos, pero algunas familias que anteriormente se habían puesto en contacto con ella dieron a entender que no parecía tener más información.
Chistyakova, la madre de Kirill, afirmó que no le agradan del todo los ucranianos ni los militares rusos. Ve la guerra como una batalla existencial con Occidente, lo cual hace eco de la narrativa promovida por el Kremlin, pero no cree que ni Rusia ni Ucrania la necesitaran.
Pasó cinco meses luchando con la burocracia militar, inclusive presentó una carta al Kremlin en la que los familiares de más de 100 desaparecidos pedían respuestas.
(El servicio ruso de Radio Free Europe informó primero de dicha carta). Después de eso, Chistyakova decidió buscar por su cuenta. Viajó al depósito de cadáveres de Rostov del Don y llegó justo antes del 26 de agosto, día en que su hijo cumplía 20 años.
La extensa morgue se encuentra en una serie de almacenes bajos que están detrás de un hospital militar. Hay uniformes ensangrentados y andrajosos por todo el lugar y un olor terrible flota en el aire, relató.
Los familiares pueden ver las fotografías de los cuerpos en varias computadoras de la oficina. Un psicólogo militar ronda por las inmediaciones, ofreciendo tranquilizantes si la situación resulta demasiado fuerte. Un grupo de hombres chechenos que buscaban a sus familiares vivió cerca del depósito en sus autos durante varias semanas. Chistyakova dijo que había animado a otro hombre, reacio a entrar, a buscar en las fotografías. Él encontró a su hijo.
A través de su investigación, descubrió que 32 soldados del pelotón de su hijo habían muerto, cuatro están desaparecidos y cuatro siguen vivos. Chistyakova incluso se atrevió a cruzar a la zona de guerra, a Donetsk, donde una madre había encontrado a su hijo en la morgue.
En Rostov, Chistyakova logró identificar a un soldado porque tenía un tatuaje inusual de garra de oso en la mano derecha. Su cuerpo había llegado a la morgue el 3 de junio, más de dos meses antes de que ella lo encontrara. Nadie lo estaba buscando porque sus padres habían muerto, dijo, así que llamó a su madrastra para decírselo.
Después del primer día de hacer esto, se sentó bajo las estrellas en una acera de una zona residencial oscura de la ciudad y se puso a llorar y rezar.
Su hijo sigue desaparecido. Está sopesando si volver a la morgue.
“La política nos importa un carajo. Lo que sea que están haciendo ahí, solo devuélvanlos”, dijo Chistyakova. “Si se murieron, regresen sus cuerpos”.